Por Roberto Lebrón
lebron2@hotmail.com
Domingo 20 de julio de 2008
Creo que corría el año 1985 cuando penetré a la cabina de Radio Clarín, en la antigua prolongación México, para conversar con Roberto Bernal, exquisito locutor que esperaba finalizara un programa al que frecuentemente acudía el abogado Marino Vinicio Castillo. Me parece que se trataba de ‘Buenos Días Santo Domingo', si la memoria no me falla.
Permanecí allí escuchando los juicios del polémico jurista y político sobre la amenaza que significaba el narcotráfico, tema sobre el que muchos creían él dramatizaba y exageraba. Hasta yo llegué a pensar -en esa ocasión- que este hombre de verbo fácil y fluido ponía las cosas más grandes de la cuenta. Y no era verdad, él estaba en lo cierto.
Los años han pasado y todo concluye en que Vincho Castillo, como se lo conoce, no estaba equivocado. Su clarinada, desde luego, fue pasada por alto y las pasiones políticas llevaron a mucho a lanzar dardos contra el notable abogado de San Francisco de Macorís. Ahora tenemos el monstruo con nosotros sin saber qué hacer para cortarle los tentáculos.
"Yo lo advertí hace mucho años y mire usted como está la cosa. Los tentáculos del monstruo crecieron y cuesta mucho extirparlos", me dijo recientemente el ahora Secretario de Estado y Asesor Presidencial en Materia de Narcotráfico. Su programa ‘La Respuesta', creo que transmitido por al Canal 15, le sirve de tribuna aún para denunciar el tema.
Coincidí con el doctor Castillo en un acto en que la DNCD incineró 3.2 toneladas de drogas, millonario alijo decomisado entre Octubre de 2007 y Enero de 2008. Conversamos de la situación actual de la droga y le preguntaba su parecer sobre la estrategia oficial en materia de persecución, de la que dijo anda por buen sendero.
Pero lo que más llamó mi atención fue la expresión suya de que "eso yo lo advertí hace mucho tiempo". Luego, con el paso del tiempo, tuvo la oportunidad de ocupar una posición cimera en la lucha, hablando en términos administrativos, porque el presidente Leonel Fernández lo seleccionó para dirigir el Consejo Nacional de Drogas (CND).
Esa posición, la que ocupó entre 1996-2000, sirvió para que fuera bautizado como el ‘zar de la lucha antidrogas', mientras ahora ocupa el puesto de asesor presidencial antidrogas. Hoy sigue denunciando el flagelo y los funcionarios del área -civiles y militares- tienen que consultarle
Me coloco al lado del doctor Castillo, al margen de las consideraciones políticas suyas en las largas charlas por radio y televisión. Me limitó a oír lo que se dice sobre la materia, en mi condición de padre y servidor público que trata el problema. Lo que él decía hace tanto tiempo es una realidad inocultable, y eso lo sabe todo el país.
Lo que digo debe empujarnos a una reflexión profunda. No hay que ser ‘vinchista' para reconocer el mérito de sus planteamientos y denuncias, porque el narcotráfico era y sigue siendo el clavito en el zapato que tiene la República Dominicana, uno de los puentes ideales en la región para el trasiego de narcóticos en el Caribe.
Lo lamentable es que la droga que dejan aquí los involucrados en el negocio, cuando pagan es especie, como ocurre siempre, va directa a lo mejor que tenemos: la juventud. Son los jóvenes, de ambos sexo, los que más consumen drogas y son jóvenes, en la mayoría de casos, los que la venden a nivel nacional.
Las estadísticas son escalofriantes en ese sentido. Cerca de 60.2 % de los detenidos en los últimos tiempos son hombres y mujeres jóvenes que a penas llegan a los 30 años. Hay se descubre también que una cifra considerable son menores de 18 años, de modo que el segmento de la población malogrado es el juvenil.
Un bledo no le importa el problema a algunos. Y hasta dicen, como si estuvieran colocados de lado del crimen, que las autoridades se exceden en cuanto se trata de perseguir a los violadores de la Ley 50-88, tarea a cargo de la DNCD, de la Policía y de los organismos de inteligencia de las Fuerzas Armadas. El problema es grave, insisto.
Otros, o más bien los detractores, se preguntan si es verdad que hay tanta cocaína. La respuesta está siempre a flor de labios, al menos en el caso de los vinculados al organismo que hace aplicar la Ley 50-88: la única diferencia es que se "estamos yendo a donde esta la droga". Esa la ofrece siempre el mayor general Rafael Radhamés Ramírez Ferreira.
Por suerte, y eso es bueno, la casi totalidad de los ciudadanos decentes de este país confía en las autoridades antidrogas, despejando ‘del golpe y porrazo' el rechazo que existía en otros tiempos. Esa actitud tiene un significado muy alto, y de hecho implica que el crimen no ganará la batalla, contrario a lo que piensan algunos.
Hay que crear conciencia para ver y analizar ese problema. Es una amenaza que sigue estrechando su cerco a los ciudadanos y ciudadanas, que son la mayoría. Los medios de comunicación, en especial sus propietarios y ejecutivos, tienen que dar un poquito más para cerrarle el paso a este mal, un mal que los amenaza a ellos también.
Algunos no le dan la importancia de lugar, dejando todo en manos de las autoridades, ignorando que es un compromiso colectivo. No es que -en modo alguno- que se niegan a colaborar, sino que al parecer persiste una especie de temor que los induce a no involucrarse en este compromiso que, insisto, es de todos.
No es que los ciudadanos actúen junto a las autoridades arrestando narcotraficantes y vendedores de drogas. No, bajo ningún concepto. El reclamo busca que esos ciudadanos conozcan con detalles qué hacen, dónde acuden, de dónde consiguen dinero para adquirir vehículos y viviendas de lujo, porque hay muchos casos en ese sentido.
Algunos padres solo nos enteramos de que nuestros hijos están metidos en problemas cuando las autoridades los detienen. Ahí, entonces, sí buscan ayuda. De inmediato se muestran preocupados por el destino de sus vástagos, no sabiendo ellos que ‘el pasmo con tiempo tiene remedio', como bien dice el pueblo, el más sabio de todos.
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