viernes, 24 de abril de 2009

PRD: vocación para el ridículo

Por Manuel Quiterio Cedeño
24 de Abr 2009 12:00 AM

Aunque generalmente no comparto sus ideas y propuestas, admiro la coherencia derechista y el apego a sus principios conservadores con que actúa Pelegrín Castillo, un político transparente, que respalda sus ideas y su prédica con un comportamiento recto.

En cambio es despreciable la vocación para el ridículo de los políticos y legisladores del PRD que se dicen socialdemócratas, seguidores de Peña Gómez, y después votan en el Congreso para hacerle coro a las ideas más retrógradas y al traicionar su ideología lanzan gritos penosos llamando la atención de sus adversarios para que vean que votan para complacerlo.

Me encanta ver a dirigentes de aquí y de allá, de la Iglesia y del Gobierno, a izquierdistas arrepentidos, que hablan en discursos de democracia y derechos humanos, pero están encantados imponiéndole a los demás su particular visión de la vida y sus posiciones filosóficas.

A ellos me gustaría verlos vivir en países con gobierno teocrático dirigido por fundamentalistas islámicos, con leyes basadas en el Corán, donde tener una biblia cristiana o hablar con una mujer soltera es un grave delito.

Hace muchísimo tiempo que aquí el aborto es un delito, y sin embargo cada año se realizan entre 80 y 100 mil abortos.

Me da riza, mucha pena y vergüenza al mismo tiempo, el debate sobre el artículo 30 de la nueva Constitución en discusión. Nos quieren hacer creer que con darle el gusto a los católicos fundamentalistas y poner la prohibición del aborto en la Constitución, se resuelve el problema.

A los católicos nos encanta usar el poder del Estado para imponer a los demás lo que no logramos por la haraganería pastoral, y la pérdida de liderazgo que provocan los malos ejemplos que constantemente ofrecemos a la sociedad.

Con una ley queremos borrar la ciencia. Como el avestruz, nos negamos a ver la realidad, por lo que la problemática del aborto seguirá, con o sin constitución, mientras no se aborde el tema con seriedad.

En estos días he recordado la amarga impresión que me dejó el año pasado la visita al Museo de la Santa Inquisición que existe en Carcasone, en el Sur de Francia, y ver sus horripilantes métodos de tortura. Con el aborto, a mis obispos les ocurrirá lo mismo que con los métodos anticonceptivos.

El 87% de quienes los usamos somos católicos, incluyendo las beatas, pero la Iglesia es eterna y un día cambiará; mientras, aquí seguirán muriendo jóvenes mujeres –generalmente pobres- por abortos inseguros.

Manuel Quiterio Cedeño es periodista
mquiterio@cicom.com.do

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