lunes, 6 de abril de 2009

Retrospectiva histórica: liderazgos democráticos, populismo, caudillismos y cesarismo

10:18 AM -

La historia socio-política contemporánea dominicana se caracteriza por períodos de coyunturas de excepción matizadas por la hegemonía de liderazgos heterogéneos mezcla de caudillismo, populismo, democracia y cesarismo. Hubo también, expresiones y movimientos con matices de liderazgos revolucionarios y progresistas: Constanza, Maimón y Estero Hondo (1959), Manolo Aurelio Tavarez Justo: Las Manaclas (1963), Caamaño y la Revolución de abril de 1965.

Para ser más específico, situemos la caída de la dictadura trujillista como la ruptura o cierre de un ciclo histórico que se inició en 1930, justamente, con el ascenso al poder del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.

El ajusticionamiento del sátrapa (1961), marcó el inicio de un período de efervescencia y convulcionamiento social y político que tuvo su contención o intento de distensión institucional con el triunfo electoral del PRD y el Prof. Juan Bosch en 1962. No obstante y a pesar de esa salida democrática y popular, la oligarquía, la CIA y los remanentes del aparato militar del régimen trujillista abortaron el gobierno democrático que encabezaba el Prof. Juan Bosch, protagonizando el golpe de Estado de 1963, bajo la falacia de que en el país se había instalado un gobierno comunista. La verdad era que desde 1961 los Estados Unidos a través de sus agentes diplomáticos, militares, de inteligencia e inversionistas estaban actuando y dirigiendo los hilos del poder una veces usando una figura: el Dr. Joaquín Balaguer Ricardo y otras con la formación del Triunviro, Junta cívico-militar y finalmente con el Consejo de Estado.

Derrocado Bosch (25 de septiembre de 1963), se abrió un período de agitación social y política que desembocaría en la revuelta de 1965 y la segunda intervención armada de los Estados Unidos en nuestro país.

Trayectoria de los liderazgos a partir de 1961.

Casi todos los liderazgos que emergieron post-dictadura trujillista de alguna forma se formaron o se fraguaron ya como negación: Juan Bosch, o como heredero o continuación: Joaquín Balaguer, de la dictadura trujillista. Los demás: Viriato fiallo, Manolo Tavares Justo y José Francisco Peña Gómez, respondieron uno a la oligarquía nacional (Viariato fiallo), otro a postulados revolucionarios-progresistas (Manolo Aurelio Tavares Justo) y uno último, inspirados en postulados populistas-democrático (Pena Gómez). De modo, que sólo Bosch y Balaguer eclipsarán el liderazgo político nacional hasta la salida de Bosch del PRD en 1973. Es a raíz de ese acontecimiento, que el PRD entra en otra fase de su trayectoria política-electoral y Peña Gómez se sitúa como el líder y caudillo de la otrora organización que fundaron en Cuba (1939) Cotubanama Enrique, Juan Isidro Jiménez Grullon y Juan Bosch, y de alguna manera, rompe el binomio Bosch-Balaguer, en término de liderazgo nacional, ubicándose y diferenciándose como una tercera vía de tendencia socialdemócrata; aunque solamente en el discurso porque su liderazgo en la práctica se circunscribió a lo popular-democrático con marcada tendencia al caudillismo.

Llegada de Bosch y el PRD al poder 1963

Otro momento estelar de la historia social y política de la República Dominicana fue sin lugar a dudas el ascenso de Bosch y el PRD al poder. Ello suponía una salida democrática y popular al período de tensión y de ajuste de cuenta con la dictadura trujillistas y sus remanentes enquistados en el aparato estatal.

El Gobierno de Bosch y el PRD de 1963, contrario a la percepción de la burguesía tradicional, la CIA y la cúpula de la Iglesia católica, no significaba ningún peligro para la hegemonía imperial de los Estados Unidos en el Caribe, pues el presidente Bosch perfilaba un gobierno democrático-popular y hacia dentro del PRD ejercía un liderazgo de características democráticas y caudillesca. Y no fue hasta la década de los 70s, cuando Bosch, haciendo un gesto de honestidad científica-intelectual, se proclama marxista (es decir, apegado al Materialismo Histórico como método científico para el estudio socio-económico del desarrollo y funcionamiento de la sociedad), pero no leninista.

Los siete meses de gobierno de Bosch, bien podrían definirse como característico de los gobiernos democrático-burgueses tanto por las medidas que tomó como por el clima de libertades públicas que fomentó. Pero, en otro plano más estructural e institucional la causa de la oposición al gobierno democrático por parte los sectores reaccionarios fue la reforma constitucional que se llevó a cabo en abril de 1963, tal y como sostiene el sociólogo e historiador Franklin Franco Pichardo en su “Historia del Pueblo Dominicano” ( tomo II, Págs.# 616 y 617,1992, Ediciones del Instituto del Libro) al consignar: “Pero en verdad, lo que más enojó tanto a los grandes intereses nacionales y extranjeros como a la Iglesia Católica, fue la promulgación en abril de la Constitución mas democrática que ha conocido el país en toda su historia. Esa Constitución, que no hacía mención del Concordato, amplió las libertades públicas, otorgó a los obreros el derecho a participar en los beneficios de las empresas donde trabajaban, proclamó la libertad sindical; consagró para los campesinos desposeídos el derecho de la tierra, y prohibió el latifundio; también instituía que sólo los dominicanos tenían el derecho de adquirir tierra en propiedad; estableció el derecho a la vivienda y facultó al Estado parar su cumplimiento, y en fin, consagró la plena vigencia de los derechos humanos. El día en que fue promulgada esta Constitución, la Iglesia Católica no se hizo representar en el acto oficial”.

Desenlace: Golpe de Estado y revuelta de abril

Depuesto Bosch y el PRD del poder y fracasada la revuelta patriótica-popular de 1965 y su principal demanda: la vuelta a la constitucionalidad de 1963, lo que se abre es un período de transición y negociaciones que desembocara en un gobierno provisional encabezado por el Dr. Hector García-Godoy que organizara las elecciones presidenciales de 1966.

En este contexto, el golpe de Estado a Bosch y el fracaso de la revuelta popular de 1965 significaron la antítesis de dos acontecimientos históricos que no pueden explicarse el uno sin el otro. Es decir que, si la burguesía tradicional, la CIA, el remanente policíaco-militar de la dictadura y una franja de la Iglesia católica no hubiesen propiciado el derrocamiento del gobierno democrático de Bosch, muy probablemente, no se habría dado la revolución de 1965 ni su respuesta inmediata imperial: la segunda invasión norteamericana.

Con ello también, no se habría malogrado el inicio de una nueva etapa de la historia contemporánea dominicana inspirada en la instauración del sistema democrático representativo y sus componentes básicos: elecciones libres, estado de derecho, defensa de la soberanía nacional e independencia de los poderes públicos: gobierno, poder judicial y poder legislativo.

1966-78: liderazgos de Balaguer y Bosch

Se puede decir que la historia política-electoral del pueblo dominicano de 1962 al 1978 no podría analizarse al margen de la gravitación de los liderazgos de Balaguer y Bosch en el entramado político-social de la realidad dominicana. Es tanto así, que Bosch se convirtió por ley dialéctica y generacional en la antítesis de Balaguer. Pero, ¿qué diferenciaba a ambos líderes?

En primer plano, el compromiso, la herencia y la participación orgánica del Dr. Balaguer en la dictadura Trujillista (1930-1961) y su incondicionalidad a la hegemonía de los Estados Unidos. En segundo plano, las fuerzas sociales que sustentaban a ambos liderazgos: el campesinado atrapado en la intrumentalización trujisllista, los terratenientes, la oligarquía nacional y la identificación de Balaguer por parte de los Estados Unidos como garante del orden democrático-constitucional (¿?) y la aplicación del Plan de Contra-Insurgencia hemisférica contra los movimientos revolucionarios, sus líderes y cuadros en Latinoamérica y el Caribe. Y por otra parte, Bosch, abanderado de los sectores progresistas y populares, desposeídos campo-ciudad, trabajadores-amas de casas, profesionales-estudiantes e intelectuales: pequeña burguesía. Otro elemento diferenciador de ambos liderazgos, pudo haber sido la formación intelectual-profesional, en otras palabras, Balaguer: abogado y escritor y Bosch: autodidacta, cuentista y cientista social.

Desde esa perspectiva, mientras Balaguer, ensayó la poesía, la oratoria, el ensayo biográfico y el ejercicio prolongado del poder, Bosch, escogió la literatura, la sociología, la historia, la cuentística y le legó a la sociedad dominicana, además de su creaciones literarias y sus ensayos socio-históricos, dos partidos de masas: el PRD y el PLD y un referente ético imperecedero: su paso pulcro y transparente por el poder.

Aunque el triunfo electoral del Dr. Balaguer en las elecciones de 1966, no marca su primera experiencia como presidente, pues lo había sido antes (1960), como títere en medio de una jugarreta de Trujillo para vender hacia el exterior una falsa imagen de apertura democrática, si podríamos decir que, por lo menos ahora, llegaba al poder vía elecciones y con el apoyo abierto y manifiesto de los Estados Unidos.

De todos modos y a pesar de la participación del PRD y de Bosch (que dicho sea de paso, se mantuvo en la contienda electoral, movido por circunstancias especiales y la creencia de que si no participaba las tropas de invasión no abandonarían el país) en las elecciones presidenciales de 1966, el Dr. Balaguer se impuso fácilmente a sus adversarios e inmediatamente instauró un gobierno abiertamente antipopular y represivo caracterizado por un plan agresivo de inversiones públicas focalizado en infraestructuras urbano-rural (carreteras, avenidas, edificios, urbanizaciones, acueductos, sistemas de alcantarillados, monumentos, puentes, presas, represas ,canales de riesgos, caminos vecinales, etc) y, sobre todo, de centralización del poder.

En un nivel más acabado y profundo sobre de las características socio-económicas y políticas del régimen que se instaló en 1966, dejemos al Historiador Roberto Cassá en su “Historia social y económica de la República Dominicana” (tomo II, Págs. 333 y 334, 1994, doceava edición, Editora Alfa & Omega), que nos explique el complejo entramado de su arquitectura: “...El nuevo esquema político planteaba varios elementos esenciales, entre los cuales se deben destacar los siguientes: hegemonía política directa del imperialismo, operada inicialmente a través de la presencia de tropas y más tarde por vía de múltiples aparatos estatales económicos, políticos y de seguridad; autonomía del Estado respecto a los factores sociales que los sustentaban, sobre todo a los nacionales, en función de la hegemonía directa del imperialismo; la modernización de diversos aparatos del Estado, lo que permitió aplicar una política burguesa eficaz en el plano técnico-administrativo, de promoción de crecimiento económico y de represión económica y política contra los intereses de las clases trabajadoras, y, por último, integración política fundamental de las fracciones neo-trujillista y cívica de la burguesía, esto último operado por medio del fortalecimiento del aparato burocrático balaguerista -que fue promovido socialmente a posiciones burguesas- al tiempo que se concedían todos los privilegios económicos posibles a la burguesía tradicional privada; dicho pacto incluyó, igualmente, la toma en consideración de los intereses de la pequeña burguesía mediante usos específicos de los gastos del estado, ya que era una necesidad para el nuevo esquema en función de la neutralización de grandes sectores de la pequeña burguesía.”

Ese modelo de dominación mezcla de dependencia, modernidad y represión tuvo su punto más álgido al momento de poner en ejecución el Plan de Contra Insurgencia diseñado por los Estados Unidos que contemplaba la desarticulación y desaparición de los sectores contestatarios, progresistas y revolucionarios, cercenamiento de las libertades públicas y la reaparición del aparato policiaco-represivo de la dictadura trujillista que tuvo su expresión y modalidad en la llamada Banda Colorá, los clanes y pugnas militares como mecanismo de dominación y la politización abierta y descarada de las Fuerzas Armadas.

En la práctica el período histórico de los 12 años del Dr. Balaguer (1966-78), respondió en todas sus manifestaciones sociales, políticas e ideológicas a las características típicas de una semi-dictadura. En ese marco de dominación, los crímenes de estado, el terror, la represión y el ahogamiento en sangre de los sectores contestatarios fueron el signo característico del cesarismo que el Dr. Balaguer, implantó sin tapujos ni contemplaciones a todo lo largo y ancho de la geografía nacional.

Para 1978 la semi-dictadura balaguerista entraría en crisis irreversible por el agotamiento del modelo desarrollista, represivo y corrupto que la caracterizó; pero también, por la correlación de fuerzas internacionales favorables a regímenes democráticos, al descontento pupolar-electoral de las grandes mayorías nacionales ahora identificada con el PRD y, sin lugar a dudas, a la correcta estrategia que esa organización política orquestó en el escenario internacional aliándose a la internacional socialista y denunciando los crímenes, atropellos y los intentos de perpetuarse en el poder del Dr. Balaguer, que de todas formas y a pesar de ser derrotado, se alzó de manera fraudulenta con la mayoría en el Senado de la República.

No obstante y a pesar de haber derrotado al Dr. Balaguer, el PRD no llegó al poder bajo la candidatura de su líder, el Dr. José Francisco Peña Gómez, si no, a la cabeza de un hacendado santiaguero y viejo dirigente perredeista, Don Antonio Silvestre Guzmán, gobierno que inmediatamente llenaría las expectativas de cambio, por lo menos, en lo referente a las libertades públicas y a la excarcelación de los miles de presos políticos del régimen balaguerista.

Pero una vez instalado en el Palacio Nacional, el Presidente Don Antonio Silvestre Guzmán Fernández, el PRD como partido, entró en una fase de lucha feroz de tendencias y por más que su líder trataba de conciliarla terminó, para 1987, formando su propia tendencia con características de nuevo partido político: el Bloque Socialista Institucional (BIS). Este como repuesta al desprendimiento y salida del Lic. Jacobo Majluta Azar y la formación de su partido: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

De más está decir, que la lucha de tendencias en el PRD se agudizó en el gobierno de Salvador Jorge Blanco (1982-86), que llegó al poder enarbolando un discurso de “mano limpia” supuestamente para diferenciarse del de su predecesor y compañero de partido Don Antonio Guzmán, que terminó suicidándose, por el acoso y amenaza de algunos de sus compañeros y por evidentes indicios de corrupción perpetrado por sus más cercanos colaboradores, puesto también en evidencia por la opinión pública.

Pero si el gobierno de Don Antonio Silvestre Guzmán Fernández, terminó en suicidio; el de Salvador Jorge Blanco terminó con él preso en la preventiva del Ensanche la Fe, justamente acusado de prevaricación, desfalco y corrupción.

Y fueron precisamente, esos eventos de corrupción y de pésimo manejo estatal de los gobiernos perredeistas que hicieron posible la rehabilitación política del Dr. Balaguer y que además facilitaron su retorno al poder en 1986, como el Ave Fénix. Pero también, las dos administraciones perredeistas, propiciaron algo más: la emergencia de una tercera fuerza política-electoral: el Partido de la Liberación Nacional (PLD).

En esta fase del proceso histórico de los liderazgos nacionales (1986-1996) se hizo evidente tres situaciones: la rehabilitación política-electoral del Dr. Balaguer, la irrupción del PLD como tercera fuerza política-electoral y el cada vez más disputado y zarandeando liderazgo de Peña Gómez hacia el interior del PRD escindido en tendencias irreconciliables.

Elecciones de 1990 y crisis política 1994: Balaguer, Bosch y Peña Gómez.

Con estos antecedentes y un Balaguer más permisivo y democrático (no por su voluntad, sino, obligado por las circunstancias y los nuevos tiempos) su nuevo período de gobierno (1986-1996) se va a caracterizar por una suerte de malabarismo y su recurrente estilo de centralización del poder con eventos represivos y fraudulentos que se creían superados: la desaparición física del Profesor Narcisazo González y los denunciados fraudes electorales en las elecciones de 1990 y su reedición en 1994.

Las elecciones presidenciales de 1990, puso de nuevo al Profesor Juan Bosch y al Dr. Balaguer a disputarse el escenario político-electoral nacional y que el primero denunciara a los cuatro vientos un “fraude colosal” del que fue víctima creando una situación de protestas y desobediencia civil.

Superado ese capítulo y consumado los hechos Balaguer agotaría su período completo (1990-1994); pero adicto a sus viejas artimañas electorales y actuando de espalda al escenario internacional intentara una vez más un nuevo y sofisticado fraude electoral encontrándose de frente con un PRD y su líder interrelacionado con los partidos políticos y organizaciones internacionales democráticas que presionaran para que el viejo caudillo hiciera conciencia de que era imposible mantenerse en el poder sin la legitimidación del proceso electoral y mucho menos sin el apoyo de la comunidad internacional que demandaba transparencia y un reconteo de los votos.

Esa situación insoportable de presión interna-externa hizo que el Dr. Balaguer pactara una reforma constitucional en donde se consignó entre otros aspectos: reducir a dos años su período de gobierno, que el por ciento requerido para ganar las elecciones presidenciales en vez del 45% de los votos emitidos (como se consagraba en la anterior constitución), fuera del 50% más uno, la segunda vuelta electoral, en caso de que ninguno de los partidos alcanzara el porciento indicado y lo más trascendente institucionalmente para el país, la prohibición de la reelección presidencial. De modo que con ese pacto (Pacto por la Democracia), el Dr. Balaguer gobernó de 1994 a 1996.

Elecciones de 1996 y el Frente Patriótico: Leonel Fernández, emerge como el nuevo líder nacional.

Obligado el Dr. Balaguer, a gobernar por dos años producto del pacto y la Reforma Constitucional (1994), éste se decidió por hacer un gobierno prácticamente de retiro imposibilitado por los achaques de salud (estaba ciego y casi no podía caminar) y el descrédito internacional de su figura y gobierno. Pero antes de cerrar ese nuevo ciclo de su dilatada gravitación política-electoral nacional le cerraría el paso al PRD y al Dr. José Francisco Peña Gómez cuya relaciones internacionales prácticamente fueron culpable (en su lógica) de su descrédito internacional y la reducción de su mandato.

Efectivamente y como revancha, en las elecciones presidenciales de 1996, el Dr. Balaguer, en la segunda vuelta, mediante la creación del llamado Frente Patriótico (una alianza entre el PLD y PRSC), le cerró la puerta de acceder por primera vez a la presidencia de la República al Dr. José Francisco Peña, como castigo por la vergüenza internacional que le hizo pasar (1994) y como muro de contención a lo que llamó “el camino malo...”.

Pero viéndolo en retrospectiva, lo que el Dr. Balaguer, propició ( tal vez, sin imaginárselo) no solamente fue una cerradera electoral al Dr. Peña Gómez, sino, el surgimiento de un nuevo liderazgo nacional encarnado ahora en un joven abogado y profesor universitario, que, dicho sea de paso, hoy transcurre en su tercer mandato constitucional: el Dr. Leonel Fernández Reyna.

Desaparición física de los grandes liderazgos nacionales: Balaguer, Bosch, Pena Gómez. ¿Qué quedó?

Desaparecido prácticamente uno detrás de otro los grandes líderes nacionales (Peña Gómez-1998, Juan Bosch-2001 y Balaguer-2002) el país asistió a una transición casi imperceptible del relevo de esos viejos liderazgos nacionales justificada, en algunos casos, por achaques de la edad, y en otras, por enfermedades fulminantes y progresivas. Pero, ¿qué quedó?

Lo que quedó, fueron tres partidos políticos: el PRD, el PLD y el PRSC que el Dr. Balaguer nunca concibió como tal, si no, como una voluntad y como un instrumento cuya doctrina y basamento se circunscribía a la concepción del país como un feudo, a pesar de sus grandes obras urbanísticas, faraónicas y de infraestructuras. Hoy lo que queda de esa otrora maquinaria electoral, es un liderazgo diezmado y reducido electoralmente que el Ing. Carlos Morales Troncoso, junto a otros dirigentes balagueristas, buscan recomponer con ingentes esfuerzos y de cara a su reunificación.

En el caso del PRD, la historia no ha cambiado en nada desde la desaparición de su líder histórico, el Dr. Peña Gómez, pues ha sobrevivido como una escuela de desorden, de luchas encarnizadas de grupos y de gobiernos (1978-82-, 1982-1986 y 2000-2004) incapaces de haber hecho algunas reformas de trascendencia. Tuvo una oportunidad de preservar un liderazgo de cualidades presidenciables y de manejo aceptable de ese partido: el Lic. Hatuey de Camps; pero fue expulsado y con ello el PRD, cerró la puerta a una jefatura política de peso y de equilibrio.

De los tres grandes partidos, en honor a la verdad, sólo el PLD ha comportado una mejor transición y adecuación como partido una vez desaparecido su líder histórico, el Prof. Juan Bosch. Probablemente ese fenómeno se debió: al retiro político en vida de su fundador, por las razones que fuere, y evidentemente, porque el PLD fue formado e hizo trayectoria política como un partido de cuadros donde verdaderamente se impuso una escuela política de formación y de estudio profundo y sistemático de la realidad nacional e internacional. Ese valor agregado le ha permitido a ese partido, mantenerse cohesionado con la existencia de un liderazgo nacional e internacional que encarna el presidente Leonel Fernández Reyna y un abanico de liderazgos presidenciable que ha sabido expresar y canalizar sus aspiraciones y diferencias sin divisiones.

En el ejercicio del poder el PLD y el Presidente Fernández se han caracterizado por llevar a cabo reformas del aparato estatal con énfasis en las relaciones internacionales, la seguridad social, la educación (en su primer gobierno 96-2000, llevó a cabo un aumento sustancial y sin precedentes en la historia del país y del magisterio nacional, triplicando los salarios de maestros y profesores), el sistema judicial, la salud y poniendo al país al día en materia de comunicaciones, transporte y los nuevos adelantos tecnológicos. Pero lo verdaderamente trascendente en el ordenamiento jurídico-político de la nación es el proyecto de reforma constitucional que ha sometido -en esta su tercera administración- al Congreso Nacional cuyos componentes básicos significan un ajuste histórico-estructural de todo el andamiaje jurídico-político a la luz de las mejores experiencias constitucionales hemisféricas y superando con creces todas las anteriores. De promulgarse dicha reforma, en sus líneas generales, la sociedad dominicana, se abocara a una nueva configuración de su marco jurídico-institucional; pero, al mismo tiempo, se redefinirá el cuadro político en término de liderazgos y de aspiraciones presidenciales de cara a las elecciones de 2012.

Al final, una crítica que abarca -en menor o mayor medida- a los tres partidos: la timidez en la implementación de una agenda social que encare estructural y definitivamente la pobreza con carácter de prioridad y como una estrategia innegociable de desarrollo a corto y largo plazo, el combate y castigo sistemático, permanente y retroactivo de la corrupción pública, y por último, la incapacidad manifiesta y palpable de no poder superar en casi cuatro décadas el problema eléctrico nacional.

Autor: FRANCISCO CRUZ

http://www2.elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=146492

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