miércoles, 22 de enero de 2014

Las Fronteras Dominicanas en la Seguridad Nacional, Regional e Internacional



Por: Diputado Pelegrin Castillo Semán

Deseo agradecer profundamente al Ministerio de las Fuerzas Armadas, al Señor Ministro Teniente General, E.N., (DEM), Joaquín V. Pérez Félix, y al Mayor General Luis Ramón Payan Areche, E.N. (DEM), Jefe del J2, la cordial invitación a intervenir en la apertura de este importante evento. Me siento muy honrado de hablar ante ustedes, oficiales de inteligencia militar de la hermana República de Colombia y de nuestras Fuerzas Armadas en la apertura de la 4ta Reunión de la Comisión Bilateral Fronteriza.
Al inicio de nuestra intervención, quisiera testimoniar a la delegación colombiana la gratitud de República Dominicana por la valiosa cooperación que venimos recibiendo de su gobierno y de sus fuerzas armadas, en especial, en materia de seguridad, así como la admiración y respeto que muchos sentimos por las duras batallas que libran Uds. contra el terrorismo y el narcotráfico, por la seguridad democrática de su pueblo.

CONSIDERACIONES GENERALES

Se nos ha propuesto disertar sobre un tema de enorme importancia e innegable vigencia: Las fronteras dominicanas, en la seguridad nacional, regional e internacional. Para abordar el mismo, entendemos imprescindible compartir con ustedes algunas valoraciones generales que ayudarán a la mejor comprensión de nuestros planteamientos.
En primer término, es preciso llamar la atención sobre nuestro singular enclavamiento geopolítico. República Dominicana es con toda propiedad una nación insular central: -centro del Continente, centro del Caribe- que posee seis fronteras. Fronteras terrestre y marítima con Haití, un estado emblemático, sumido en una espantosa y prolongada crisis. Fronteras con dos potencias mundiales: Estados Unidos de Norteamérica, a través de Puerto Rico; y el Reino Unido, a partir de sus dominios de Turcos y Caicos, ambos pendientes de acuerdos de delimitación. Fronteras con dos potencias regionales la República de Colombia y la República Bolivariana de Venezuela, que afortunadamente se encuentran delimitadas por acuerdos bilaterales desde 1978 y 1979, respectivamente; y finalmente, una frontera marítima con un país muy influyente, el Reino de Holanda, también pendiente de delimitación, con sus territorios de Curazao, Bonaire y Aruba.
Esa centralidad determina en buena medida que mucho de lo que sucede en el entorno global, regional e insular de la República es susceptible de afectar, para bien o para mal, su orden interno o sus relaciones exteriores. Eso aplica desde las tensiones de las placas tectónicas y el paso de los huracanes, hasta la expansión del crimen organizado y el narcotráfico, o las contradicciones políticas e ideológicas, o los flujos de comercio y transporte.
Cuando hablamos de fronteras, atribuimos a esta noción no solo la dimensión tradicional de espacios físicos que pueden separar o delimitar una nación de otras, o bien, organizar sus flujos de intercambios; sino también, esas nuevas dimensiones tan sutiles y difíciles de controlar, propias del orden cibernético o de la volatilidad en los flujos de capitales.
Las fronteras seguras, esto es, efectivas, delimitantes, reguladoras, son esenciales para la protección de la población de cualquier Estado, y para la aplicación de sus políticas públicas. Hemos dicho con insistencia que sin fronteras seguras no hay calles seguras.
Pero también son importantes para todos los Estados vecinos o remotos, en cualquier región del mundo. La experiencia histórica demuestra que Estados débiles, colapsados o fallidos -que no pueden asegurar sus fronteras- plantean riesgos muy serios para el orden internacional.
Aunque por cierto tiempo se ha promovido la idea de que la globalización implica la eliminación de las fronteras, la realidad demuestra lo contrario: Cuando los flujos de intercambios se han hecho más activos, las fronteras resultan más sensibles y necesarias.
Si bien es cierto que lo global repercute como nunca antes sobre lo local nacional, también acontece que lo local-nacional está en condiciones de influir o impactar en lo global. En materia de seguridad -después de Afganistán, donde se gestaron los ataques del 11 de Septiembre del 2011- ningún Estado o actor internacional es tan fuerte como para dejar de temer, ni tan débil para dejar de ser temido.
Por tanto, la cooperación internacional resulta más necesaria que nunca, sobre todo porque la capacidad de acción de actores no estatales, en los espacios transnacionales, resulta muy inquietante y efectiva.

SITUACION INSULAR Y REGIONAL

En ese contexto, la inteligencia estratégica de los Estados adquiere enorme relevancia: No es posible asegurar sus fronteras ni sus intereses nacionales e internacionales, sin un enfoque comprensivo sobre sus entornos cercanos, mediatos y lejanos.
Hechas las anteriores reflexiones, procedo a analizar el ámbito insular. La situación es particularmente crítica: Haití era un Estado colapsado, mucho antes del 12 de enero del 2010. Zona de desastre ecológico, zona de desastre sanitario, con estructuras gubernamentales muy disminuidas.
Frente a ese drama doloroso, la Comunidad Internacional, en general, no termina de asumir un compromiso serio, consecuente, estratégico, con su reconstrucción y mejor destino. Y en los últimos 20 años ha oscilado entre proclamaciones de solidaridad que nunca se concretan, o lo hacen pobremente, y los repliegues o evasivas desalentadores.
Sin embargo, por una combinación de factores, en los hechos la República Dominicana viene asumiendo el rol de estado pivote de Haití. Este proceso no contribuye a mejorar la situación de esa desdichada nación -victima desde su independencia de procesos de aislamiento y exclusión- pero en cambio tiene capacidad de desestabilizar a la República vecina con efectos perturbadores sobre toda la región.
La región del Caribe insular, Centroamérica y México resulta crucial para la seguridad, la paz y la estabilidad continentales. Eso aplica tanto para las naciones del norte, como para las del sur.
Se trata de una región abigarrada, de grandes contrastes, en la que habitan más de 180 millones de personas, con múltiples influencias culturales, y amplios procesos de amalgama. Región con estados débiles, niveles apreciables de pobreza, desempleo y marginalidad, así como alta dependencia y vulnerabilidad externa.

HECHOS HISTORICOS RELEVANTES

La historia, como decía Heródoto, es la gran maestra, y tiene mucho que enseñarnos sobre el valor estratégico de esta región, en los mayores escenarios de conflicto internacional. Vamos a señalar algunos ejemplos:
Cuando Napoleón I acordó con el Rey de España y Talleyrand, el plan secreto de constituir un imperio francés en América del Norte, concibió el envió de tropas a la Isla de Santo Domingo, al mando de su cuñado, el General Leclerc, para que una vez fuera sofocada la rebelión de esclavos, estos marcharan al inmenso territorio de la Luisiana. El sorprendente triunfo de los haitianos influyó en un curso de la historia muy diferente.
En las luchas por la independencia de la Gran Colombia, tanto Haití como Jamaica sirvieron en momentos críticos para útiles retiradas tácticas del Libertador. Recordemos que en Jamaica se reformuló a fondo el proyecto de liberación del Sur del Continente, mientras que en Haití se armó y preparó una expedición decisiva, después del pacto Petión- Bolívar.
Los norteamericanos percibieron temprano esa realidad, y por eso, al tiempo que proclamaban la doctrina Monroe de “América para los americanos”, dejaban en claro que las islas de Cuba y Puerto Rico debían quedar fuera de los procesos de independencia sudamericana; y más aun, que la República de Haití debía ser aislada y no reconocida, como expresamente lo planteara el Secretario de Estado Henry Clay, bajo la preocupación del efecto demostración que podía tener “una rebelión de esclavos exitosa” sobre sus estados del sur.
Pero esa importancia se acentúo considerablemente en el Siglo XX. Cuando Estados Unidos de Norteamérica, formuló el tristemente célebre Coloralio Roosevelt -tras el incidente provocado por el bloqueo de Venezuela, por buques de guerras europeos en 1903-, se sentarían las bases de una larga etapa de injerencia y ocupaciones.
Esta llegaría a su clímax al comienzo de la Primera Guerra Mundial: Haití, Nicaragua y República Dominicana fueron ocupadas,-no solo por ventajas económicas, como se suele afirmar- sino porque se percibían que, junto con la Base de Guantánamo en Cuba, también sometida a la enmienda Platt, y a Puerto Rico bajo ocupación Norteamericana desde 1898, resultaban importantes para asegurar la navegación a través del Canal de Panamá, potencialmente amenazada por la guerra submarina.
En este punto, no debemos dejar de mencionar los efectos del célebre telegrama Zimmermann, por medio del cual el Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, instruía a su Embajador en México a proponer al gobierno del Presidente Carranza una alianza de guerra contra los Estados Unidos, a cambio de recuperar los territorios de Texas, Arizona, Nuevo México. Este transcendental episodio, develado por los servicios secretos ingleses, junto con el hundimiento del Lusitania, resultó decisivo para la intervención de los Estados Unidos a favor de los aliados.
Algunas décadas después, la revolución cubana, que tenía una fuerte impregnación antinorteamericana, giró hacia el bloque soviético, y con la decisión de permitir la instalación de misiles nucleares -luego de la fallida invasión de Bahías Cochino- desató la escalada más peligrosa de toda la guerra fría. Es bueno enfatizar que la única vez que la humanidad quedo colocada al borde de la extinción nuclear fue en ocasión de un conflicto en el Caribe. Aunque el pacto Kennedy-Jruschov protegió la isla de cualquier intervención militar norteamericana, no impidió procesos que incidieron seriamente, tanto en los propios Estados Unidos como en todo el Continente.
Después de la conferencia de Reykjavik, en 1975, concluida la guerra de Vietnam, se produjo una importante distención entre los bloques, que sin embargo cesaría con motivo de una serie de conflictos y revoluciones. Aunque estos se verificaron en escenarios tan distantes como Asia Central y Centroamérica, se entrecruzarían de manera sorprendente: La guerra del pueblo Afgano contra la invasión Soviética, la Revolución Chiita en Irán y la contrarrevolución Nicaragüense, para derribar el régimen sandinista.
Mientras los Estados Unidos se empeñaban en convertir Afganistán en el “Vietnam ruso”, los soviéticos, en especial a través de Cuba, estimulaban revoluciones en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, surgidas en buena medida por las condiciones críticas muy propias de la región. Es en ese contexto que Estados Unidos autoriza la venta de armas a Irán, para favorecer el financiamiento de la contrainsurgencia en Nicaragua, y algunas de sus agencias asumen una línea de tolerancia y permisidad con el tráfico internacional de drogas, con similares propósitos. Los detalles de esas oscuras operaciones fueron descritos por Bob Woodward en Veil, Las Guerras Secretas de la CIA, así como en la célebre novela historica Águilas Negras de Larry Collins.
Alexandre De Maranches, quien fue figura señera de la inteligencia estratégica francesa y el mundo libre, recomendó en 1980 al Presidente Ronald Reagan que atendiera con alta prioridad el conflicto Centroamericano, muy especialmente por su potencialidad de propagarse a México, y a partir de este, constituirse en una peligrosa amenaza para la seguridad nacional en los Estados Unidos.
En el presente, la región Gran Caribe esta convulsionada de muchas maneras:

PRESENTE TORMENTOSO

1) La interacción del Plan Colombia y el Plan Mérida para enfrentar el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo aunque ha tenido importantes aciertos, ha provocado también que esas actividades criminales se trasladen con intensidad hacia otros países o regiones.
Por demás, hoy por hoy, solo en México la violencia generada por este conflicto ha provocado más víctimas que las verificadas en las últimas guerras de Irak y Afganistán juntas.
2) El enfoque de lucha antidroga está siendo cuestionado por los estados de la región desde diferentes perspectivas: algunos abogan por la legalización, mientras que otros por un combate más coherente y enérgico. Quizás el episodio que mejor representa el sesgo absurdo de la situación imperante es el caso conocido en Estados Unidos como “Operación Rápido y Furioso”.
3) La confrontación político ideológica entre los Estados Unidos y las naciones del Alba, que además está asociada a la manera de gestionar las fuentes de energías. Esas diferencias están en el origen de la crisis de Honduras; en la reciente denuncia formal de las naciones del Alba, del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TRIAR), que también fue denunciado por México en septiembre del 2002, alegando que el mismo no representa los intereses de seguridad de ninguna de las partes; y en los debates, cada vez más encendidos, sobre la necesidad de reintegrar Cuba a organismos hemisféricos como la OEA y la Cumbre de las Américas. Sin embargo, sobre este último punto, es bueno resaltar que más allá de las contradicciones reales y retóricas, los Estados Unidos parecen no tener mayor prisa en cambiar el status quo en Cuba: Este le ha garantizado en materia de seguridad objetivos que serian difíciles de alcanzar en el marco de una sociedad abierta.
Cuando centramos nuestra atención en el ámbito global, es preciso evaluar los riesgos actuales de posibles encadenamientos de conflictos extracontinentales con aquellos que en la actualidad sacuden la región.

ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO

Al abordar este aspecto, no puedo dejar de evocar a Arnold Toynbee, el gran historiador ingles de las civilizaciones y sus visionarias conferencias sobre Occidente y el Mundo. En ellas describía como después de varios siglos de expansión por el dominio de todo el planeta, se producían reacciones de las civilizaciones y pueblos que estuvieron sometidas al poder e influencia de Occidente.
En efecto, después de los procesos de descolonización y de la extinción del mundo bipolar, bajo la egida de Estados Unidos y la Unión de República Socialista Soviética, a partir de la primera guerra del Golfo, vivimos un breve interregno dominado por la ilusión de un orden global unipolar. Pero el 11 de septiembre y sus repercusiones planetarias, indicaban el surgimiento de un orden internacional multipolar, quizás más incierto, inestable y conflictivo.
En el centro de esos procesos se encuentra la nación más poderosa, con mayor capacidad de ejercer hegemonía o influencia a escala global. No solo en el campo económico y militar, sino en el de la cultura, la ciencia y la tecnología: nuestros vecinos, los Estados Unidos de Norteamérica, frente a los cuales, en todo el mundo se tienen sentimientos, a veces encontrados, de admiración y respeto, o de odio y resentimiento.
Sin embargo, lo que sin duda ha sido una de las claves de su enorme éxito en la historia de la humanidad, constituye también un factor de riesgo y vulnerabilidad, especialmente en el campo de su política exterior y de seguridad: la República Imperial, como la definiera Raymond Arom, es gobernada por una poliarquía, donde existen múltiples centros de poder e influencia, que con frecuencia rivalizan o se bloquean, a través de un proceso de toma de decisiones complejo.
Además, sus fracasos históricos no han sido suficientes para curarlos del sentimiento de providencialismo que le insuflan sus brillantes éxitos, o de la gran debilidad de parte de sus elites liberales “de querer ser amados por el mundo”, singular rasgo su índole nacional.
El historiador Paul Johnson lo describe espléndidamente al afirmar: “Estados Unidos es una nación que crea problemas, y que resuelve problemas” precisando que son más estos últimos que los que ocasionan. Su mejor aliado de todos los tiempos, Sir Winston Churchill sentenciaba: “Los Estados Unidos siempre hace lo correcto, solo que con mucha frecuencia, después de haber intentado las demás opciones”.
Citaré algunos ejemplos, de esos episodios erráticos o contradictorios, de enormes implicaciones para la seguridad internacional:
1) Está suficientemente acreditado que en Irán fue la administración del idealista Presidente Carter un factor decisivo tanto en la caída de su mayor aliado en esa región, el Sha de Iran, como en el ascenso al poder de su más acérrimo enemigo, el Ayatola Jomeini, encabezando una revolución chiita.
2) El abandono de Afganistán, después de haberse convertido en “el Vietnam Ruso”, para dar paso franco a la conformación y las operaciones del grupo Al Qaeda, su más audaz enemigo.
3) El estimulo del conflicto entre Irán e Irak, que terminó desencadenando la ocupación de Kuwait, así como la Primera Guerra del Golfo, bajo el liderazgo de Estados Unidos, que “llevaría los cruzados a los lugares santos”. Hay grandes interrogantes sobre si los Estados Unidos enviaron las señales correctas a Saddam Hussein.
En otro orden, vale la pena destacar que la abrumadora superioridad militar y tecnológica demostrada por Estados Unidos en esos escenarios ha impactado en la naturaleza de los conflictos, potenciando la guerra terrorista, irregular y asimétrica, algo que permitió llevar la misma al territorio en 1994 y en el 2001.
La intención de esos terribles ataques contra la población indefensa y los símbolos del poder norteamericano, era deshacer la imagen de invulnerabilidad, y sobre todo, arrastrarlos a guerras de desgaste, en lugares remotos y hostiles como Afganistán e Irák.
Con esas acciones, Estados Unidos fue llevado al máximo en un esfuerzo militar, y como bien explica Paul Kennedy en Auge y Caídas de las Grandes Potencias, esto suele provocar grandes déficits fiscales y crisis económicas severas. La crisis económica que en el 2008 abatió la economía Norteamericana también fue causada por los excesivos gastos de guerra.

¿SE REPETIRA LA HISTORIA?

Actualmente, está en curso un proceso de consecuencias imprevisibles: La llamada Primavera Árabe, que con mucha ingenuidad fue ponderada y estimulada en Occidente por la tendencia a asociar movilización popular en las plazas con democracia y libertad.
Aunque existen diferencias entre la política de EU y la Unión Europea, su acción conjunta, frente a esos procesos turbulentos, contribuyó el surgimiento de situaciones muy inquietantes en materia de seguridad:
1) El triunfo electoral -algo que resultaba más de predecible- de los fundamentalismos Wajabita y Salafista, así como la atomización de estados con estructuras de poder tribales.
2) La disminución de la valiosa cooperación en inteligencia de los estados afectados por este fenómeno. El MI5 reportaba recientemente que los grupos terroristas están operando cada vez con mayor libertad en Libia y Egipto, y que terroristas integrista británicos, están entrenándose en los mismos con intención de producir nuevos ataques en el Reino Unido y Europa.
3) Los riesgos de ataques con armas de destrucción masiva se incrementan en la medida en que un estado como Siria pierda el control de sus importantes arsenales de armas químicas y bacteriológicas.
4) Los riesgos -cada vez más altos- de un conflicto entre musulmanes chiitas y sunitas, no excluyen la posibilidad de ataques a intereses occidentales, que se perciben -dentro de la Umma arabiya y la Umma islamiya- como los grandes instigadores de ese conflicto: o bien, como aliados pocos confiables.
5) No debe olvidarse que todo esto ocurre en el contexto de una escalada en las tensiones entre Israel e Irán, cuyo liderazgo no oculta su interés de destruir a la primera potencia militar del Oriente Medio.

NARCOTRAFICO Y TERRORISMO ISLAMICO

Considerando estas circunstancias, merecen una especial reflexión la ocurrencia de ciertos hechos en nuestra región y en nuestro país:
1) La denuncia, el año pasado, de la Secretaria de Estado Hilary Clinton y del Procurador General Erick Holder, sobre el complot de agentes iraníes con el Cartel de los Zetas en México, para producir actos de envergadura contra el Embajador de Arabia Saudita en Washington.
2) Detección e interceptación de una operación de envió de 1067 kilos de cocaína, desde el Aeropuerto de La Romana, en la República Dominicana hacia Bélgica, con el objetivo de financiar con el producto de su venta actividades de Hezbola en Medio Oriente.
3) Cierre del Banco Libanes-Canadiense, por acusación de lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, de carteles colombianos, mexicanos y Hezbola, bajo la supervisión de Ayman Yuma.
4) Tráfico ilegal de personas sospechosas desde Medio Oriente, hacia Norteamérica, en especial Canadá, pasando por Sudamérica y el Caribe.
5) También llaman la atención hechos diversos pero significativos: Acusación a un centroamericano de tirotear la Casa Blanca; acusación a los dominicanos, Carlos Eduardo Almonte y José Pimentel, al nicaragüense Antonio Martínez y al puertorriqueño José Padilla, de planear ataques terroristas en distintas ciudades de Estados Unidos, inspirados por Al Qaeda. Ya en el 2006 varios haitianos o norteamericanos de ascendencia haitiana habían sido acusados en el Sur de la Florida, de actividades similares.
Informaciones de inteligencia dan cuenta de que Hezbola, a partir de su penetración a través de la Triple Frontera amplia su ámbito de acción, y genera ingresos ilícitos entre 300 y 500 millones de dólares al año, además de activar dos redes importantes y operar con el aliento de Irán y, en menor grado, Siria. Los ataques terroristas en Buenos Aires no deben olvidarse.
Lo que debe constituir un verdadero punto de inflexión en el abordaje de la situación de seguridad regional, es la vinculación de actividades de los carteles de drogas con el terrorismo islámico.
Hay quienes dudan de que esto pueda ser cierto. Quizás hasta bromeen diciendo que son capítulos futuros de la serie 24 Horas. Otros piensan que se tratan de manifestaciones de una guerra política y sicológica, mediante la puesta en escena de supuestas conspiraciones, para ejercer presiones, manipulaciones o injerencias.
Personalmente, creo que por todo lo analizado, resulta perfectamente verosímil que en un escenario de conflicto, por ejemplo en el estrecho de Ormuz, nuestra zona puede convertirse en un teatro de guerra irregular.

PLAN DE FRONTERAS SEGURAS

De lo que podemos estar convencidos los dominicanos, así como la mayoría de las naciones de la región, es que en cualquier escenario tenemos mucho que perder, razón por la cual debemos mejorar en forma sostenida y enérgica nuestra seguridad.
Un esfuerzo nacional en ese sentido, debe orientarse a fortalecer el Proyecto Nacional Dominicano, y dentro del mismo, resulta prioritario impulsar una política de seguridad en todas nuestras fronteras.
El Estado dominicano viene desarrollando un programa de fortalecimiento de sus fronteras, aunque debemos admitir que los daños y vulnerabilidades provocados por un conjunto de factores externos e internos, son apreciables y no se superaran con facilidad.
Veamos en líneas generales el programa desarrollado y por desarrollar:
• Se constituyó el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), unidad de suma importancia para el control de la frontera terrestre con Haiti, que tiene una extensión de 388 kms., y muchas zonas de montaña. Sin embargo, es preciso terminar de ampliar sus competencias, asignarles mayores recursos y adiestramiento permanente y mejorar su régimen interior, hasta convertirlo en el más eficiente cuerpo de las Fuerzas Armadas. Sin olvidar nunca que el esfuerzo de seguridad que no es complementado con programas de desarrollo de las poblaciones fronterizas estará condenado al fracaso.
• Recuperación de los espacios aéreo y marítimo, que durante algunos años estuvieron sometidos al control desafiante de los carteles del narcotráfico. La entrada en operaciones de los aviones Súper Tucanos, adquiridos recientemente, han tenido importantes efectos disuasorios. El aumento de la flotilla de lanchas rápidas de interceptación, está llamado a lograr efectos similares. La obtención de radares tridimensionales de largo alcance a Israel, así como de radares marítimos, completa la infraestructura e instrumentos de defensas de estos espacios.
Sin embargo, somos partidarios de que en el campo normativo, se apruebe una legislación de interceptación aérea y marítima que proclame la legítima defensa del Estado ante las operaciones del crimen organizado en sus espacios de soberanía, y ratifique el protocolo de interceptación, incluido el eventual derribamiento o hundimiento, como última opción.
• Aunque se han creado cuerpos especializados aéreos y navales para proteger puertos y aeropuertos -República Dominicana tiene 8 aeropuertos internacionales y 14 puertos, -entre ellos el moderno Multimodal Caucedo- resulta urgente mejorar las infraestructuras tecnológicas de detección de tráficos ilícitos diversos: armas, drogas, personas, material radioactivo, etc.
• La política de migración -complementaria de la anterior- ha entrado en su fase más dinámica en los últimos tres decenios, con la aplicación de la nueva Ley de Migración y su Reglamento, y de un Plan de Regularización de extranjeros con status migratorio ilegal. También se trabaja activamente con el mejoramiento de las infraestructuras tecnológicas que deben soportar este esfuerzo para encarar uno de los más arduos problemas nacionales. Bastará decir, para la ilustración de nuestros distinguidos visitantes, que en República Dominicana hay más haitianos por kilómetros cuadrados, que argentinos en Argentina, que chilenos en Chile, que venezolanos en Venezuela, que norteamericanos en Estado Unidos, por ejemplo.
• La frontera del dinero. Estamos muy conscientes de que la economía dominicana está siendo permeada por dinero proveniente de actividades ilícitas, y en este aspecto, se encuentran los más sensibles desafíos, que implicaran reformas significativas en la legislación anti lavado, así como aprobar la Ley de Extinción de Dominio, que afortunadamente cuenta ya con base constitucional. Recuperar la membresía del grupo Egmont, de Unidades de Inteligencia Financiera, constituye, a nuestro juicio una alta prioridad nacional.
• Para fortalecer la frontera de la información y el conocimiento estratégico se impone, el establecimiento del Sistema Nacional de Inteligencia -para lo cual se trabaja a partir de una propuesta que impulsamos en el Congreso Nacional- así como desarrollar los órganos y sistemas ordenados por la Ley Antiterrorista, aprobada con la asesoría del Departamento de Antiterrorismo de Naciones Unidas. Abogamos por la adopción de la Plataforma Méjico, formidable instrumento de intercambio de datos para la lucha anti crimen.
En este punto se impone una digresión. Hacemos provecho de la ocasión, para felicitar a las Fuerzas Armadas dominicanas, que dieron a la Junta Central Electoral el soporte necesario para prevenir la ocurrencia de un verdadero golpe de Estado, informático, mediático, y paramilitar. Este hubiera causado una profunda crisis política y un daño enorme a nuestra institucionalidad democrática, cuando sus sistemas estuvieron bajo severos ataques cibernéticos, el mismo día de las elecciones, lanzados desde el exterior y el territorio nacional. Un verdadero ejemplo de las nuevas amenazas del siglo veintiuno.

POLITICA EXTERIOR PARA LA SEGURIDAD

Desde luego, los esfuerzos que se desplieguen en el orden interno para mejorar nuestra seguridad y las de todos los estados de nuestra región, no rendirán frutos si no se articulan con una política exterior que tenga objetivos bien claros y precisos, entre los que podemos citar:
1) Promover el compromiso en los países de la región de no atraer hacia la misma, conflictivas situaciones extra continentales, que tienen raíces culturales y religiosas muy difíciles de entender, con los criterios que prevalecen en la civilización occidental y en la civilización latinoamericana, que como bien destaca Samuel Huntington, está en gran modo asociada a la primera.
2) Fortalecer la transparencia y los controles de ejecución de los acuerdos y programas de seguridad y defensa concertados con otras naciones. En ese mismo sentido, es importante la publicación de un libro de defensa y seguridad nacional donde se expongan nuestros objetivos en este orden, y cuenten con sanción Congresional.
3) Reclamar, en nuestra calidad de amigos y aliados de los Estados Unidos, cambios en la política de lucha contra el narcotráfico y la corrupción. El libro Ojo vendados del periodista Andrés Oppenheimer describe -a partir de las investigaciones realizadas por la Comisión Levine del Senado Norteamericano- los problemas generados por el doble estándar y las manipulaciones o tolerancias indebidos.
4) Aunque entendemos las razones por las cuales Estados Unidos y la Unión Europea abordan como fenómeno criminal el narcotráfico internacional, es bueno que comprendan también que para naciones como la nuestra constituye una amenaza a la seguridad nacional. No quisiéramos pensar que tenga que realizarse un cambio de enfoque, solo cuando las estructuras del narcotráfico regional sean empleadas para facilitar acciones terroristas en contra de sus intereses.
5) En este aspecto reiteramos aquí algo que tuvimos oportunidad de plantear en un importante evento, celebrado en Washington en el 2011 por Comunidad de Democracia. La política comercial de los Estados Unidos en la región no debe concebirse al margen o en contradicción de las políticas de seguridad. Si los acuerdos comerciales no estimulan el crecimiento y el desarrollo de los pueblos del Caribe Insular y Centro América, todos los problemas de seguridad antes tratados se agravarán severamente.
6) Finalmente, queremos reiterar nuestro reclamo histórico de un compromiso de la comunidad internacional serio con el destino de la nación haitiana. Los dominicanos no podemos ejercer hegemonía o tutela en Haití, ni mucho menos aceptar una solución dominicana a los problemas haitianos.
Para desarrollar toda esta agenda de libertad con seguridad, de democracia con desarrollo, contamos con el concurso de ustedes, amigos y aliados de Colombia.

http://www.fuerzanacionalprogresista.org/las-fronteras-dominicanas/

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