martes, 20 de diciembre de 2011

Discurso del Dr. Marino Vinicio Castillo R. en ocasión del Doctorado Honoris Causa otorgado por el Instituto Superior para la Defensa (INSUDE)

Discurso del Dr. Marino Vinicio Castillo R. en ocasión del Doctorado Honoris Causa otorgado por el Instituto Superior para la Defensa (INSUDE) Salón Independencia, Ministerio de las Fuerzas Armadas

14 de Diciembre del año 2011
REPUBLICA DOMINICANA.-


- Excelentísimo Señor Vicepresidente de la República, Dr. Rafael Alburquerque.

- Señor Joaquín Virgilio Pérez Féliz, Teniente General

Ministro de las Fuerzas Armadas.

- Señores Viceministros de Defensa en sus distintos ramos, Ejército, Marina de Guerra y Fuerza Aérea.

- Señores Jefes de Estado Mayor Ejército Nacional, Marina de Guerra y Fuerza Aérea.

- Antonio Valentín Jáquez López, Mayor General Ejército Nacional, Rector del Director Instituto Superior para la Defensa (INSUDE).

- Oficiales Generales y Oficiales Superiores de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas.

- Oficiales Clases y Soldados.

- Graduandos de la VII Séptima Experiencia Ordinaria Conjunta de las especialidades de Comando y Estado Mayor Conjunto, Comando y Estado Mayor Naval, Comando y Estado Mayor Aéreo, Especialidad en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario y la Maestría en Defensa y Seguridad. Invitados Especiales, Señores de la Prensa, Damas y Caballeros.


Jamás imaginé que pudiera resultar distinguido de esta manera. Solo mi gratitud es mayor que la sorpresa.

Se hace esto en un tiempo que le imprime significados dignos de algunas reflexiones.

Al meditar cuanto diría para responder este honor me asaltó la idea de recibirlo con suma modestia; sentirme no merecedor del mismo; alejado de la vanagloria que pueda destruir quizás mi único mérito, que es la buena fe y la sincera limpieza de mis posiciones.

Lo asumo, pues, como un gesto de buena voluntad; una amable indicación de que mis esfuerzos de advertencias no han sido en vano; señal de que nuestros soldados están plenamente conscientes de sus responsabilidades recrecidas ante las nuevas dimensiones de los temibles retos y desafíos de la patria.

Hoy, como nunca, se hace indispensable una unidad más estrecha entre la sociedad y sus cuarteles, que resulte capaz de oponer resistencia a una devastadora ofensiva que procura arrebatarle espacios vitales al Estado nuestro.

Estoy convencido de que reflexionar sobre la taimada complejidad del momento debe ser tarea de todos, pues a todos nos concierne la dolorosa posibilidad de llegar a ver la patria atrapada en degradantes desprestigios.

Ahora bien, quiero alejarme de la miopía insular. Ver los peligros en sus magnitudes reales y partir de la premisa de que el ataque a nuestra patria es obra de una actividad criminal anormalizante, bajo dirección transnacional, que es definida por la mejor doctrina como “Crimen de alta intensidad y baja visibilidad”.

No entretenerme con el sensacionalismo de reportajes mediáticos relativos a una cotidianidad criminosa plagada de hechos, que si bien es cierto son de gravedad desquiciante, no pasan de ser síntomas indicadores del mal mayor de las mafias que nos han incluido entre sus objetivos primordiales.

La prolongada persistencia de mi vida me ha permitido alcanzar una buena comprensión de las vicisitudes que confrontamos, conjuntamente con nuestra región, en un contexto de crisis entrecruzadas de escala mundial.

Desde la adolescencia y mi primera juventud seguí el curso del mundo de post-guerra y viví aquella angustiosa fase de guerra fría, tan cargada de tensiones, con sus guerras intermedias y revoluciones, cuyos tormentosos azares resultaban nimios ante la conciencia de que ya se disponía de los medios de destrucción apocalíptica en caso de una III Guerra Mundial.

Me apoyó el tiempo para ver desplomarse y desaparecer uno de los dos polos de aquel conflicto de letalidad extrema y ello me permitió conocer del error del júbilo de Occidente al entender que había llegado el “fin de la historia”.

En realidad, perdura todavía el tremedal generado por la desaparición de aquel inestable equilibrio del miedo, pues aunque los patrones opresivos solo brindaban odiosas garantías de seguridad, les ha sobrevenido una etapa de pavores horizontales que no solo abrían interrogantes sobre los arsenales nucleares y su crítico cuidado, sino que esparcieron nuevos ingredientes de perturbación de la sociedad mundial en medio de un descontrol que da vértigo.

Las naciones de alto desarrollo enarbolaron las banderas sublimes de la libertad, la democracia y el estado de derecho, creyendo ganada la causa suprema de un mundo libre de opresión, al fin, seguro y feliz.

Esta es la hora en que se promueven primaveras democráticas en las candentes arenas de desiertos y en el arcano de culturas milenarias que no han compartido proverbialmente los paradigmas de occidente.

Se diseñó y programó un modus-operandi del comercio y los negocios que pasaría a contener políticas cuasi-universales a grupas de un neoliberalismo autista.

El mercado buscó el escenario para ser actor primordial en la tragedia del provecho; sin recelar siquiera de la exclusión social, ni de los rencores hijos de las desigualdades, las marginalidades y las durezas de las injusticias sociales.

Se confiaron en las desregulaciones de la globalización y las mesiánicas privatizaciones, sin reparar en que a “la mano invisible del mercado” se le sumaría la mano larga del Crimen Organizado.

El aborrecimiento del Estado pareció ser la nueva utopía y han tenido que llegar las grandes crisis de hoy para comenzar a preparar absoluciones del Estado, que ha sido reclamado para que se haga cargo de los terribles entuertos del egoísmo, las malversaciones y las especulaciones sin fronteras.

Fue tal la “euforia alucinante” de la victoria contra el mal, que no se detuvieron a considerar que aquella implosión excepcionalmente histórica de una superpotencia, no solo se originaba en las inherentes insuficiencias de su sistema, sino que resultaba más que previsible que, una vez colapsara, sobrevendría una experiencia criminológica inconcebible y que, de aquellos dogmas y sueños del hombre perfecto en el último peldaño del comunismo se desprenderían millares de grupos mafiosos que lubricarían siniestramente toda la hecatombe de la vieja utopía.

Por ello se ha comenzado a advertir algunos rasgos de “victoria pírrica” en la guerra fría dejada atrás. Se teme mucho al linaje de los nuevos conflictos, aunque no se han asumido todavía las nuevas concepciones para resolverlos.

Así las cosas, preciso es agregar, que las mafias tradicionales no se descuidaron y también acudieron para participar en la década subsecuente del desastre, con sus conocidas destrezas para el botín, en lo que resultó una articulación de las operaciones a futuro de eficacia impresionante, incluso, con una clara división del trabajo que le ha permitido al Crimen Organizado un tipo de performance de características insólitas, conforme a las regiones y al continente de que se trate.

Los efectos de tal fenómeno criminal se derramaron por toda la Europa Central y esto generó un incremento criminal inaudito en los Balcanes, al tiempo que los Estados que han sido emblemáticos en la producción de la amapola base de la heroína del mundo, han logrado elevados niveles para impulsar el espanto.

Así pues, el Crimen Organizado no había recibido en ningún otro tiempo los elementos y componentes de mafias de alta organización en cuya dirección han estado presentes técnicos y científicos de conocimientos extraordinarios, que estuvieron a la orden del desenlace posible de guerra fría pero que en la hora de la caída no presentida de sus patrias muchos de ellos se propusieron la búsqueda de las riquezas infinitas que entraña el negocio mundial de la droga.

No se ha hecho todavía una evaluación de tal inflexión del Crimen Organizado. Pero, no a cargo del valioso y esforzado periodismo de investigación, como se ha intentado, sino por obra del trabajo más profundo de tratadistas de las academias y escuelas de Derecho Penal, Criminología y Sociología Criminal.

De todos modos, ya es posible estimar muchas de las causas del crecimiento de la actividad criminal, incluyendo en esto cuál ha sido el grado de contaminación de las riquezas del crimen, en sus tareas de respetabilizarse en los circuitos lícitos del comercio, formando una extensa y engañosa área gris que ha destruido el paradigma del trabajo, sustituyéndolo por la riqueza fácil, al tiempo que ha derrotado nociones tales como la competencia y las tasas de retorno de las inversiones, porque así lo impone la índole misma de dichas riquezas, como los propósitos perversos de sus titulares que irrumpen en la normalidad de las operaciones de la gobernanza de los pueblos y se erigen en virtuales controles sociales.

Desde luego, hay otras implicaciones; nuevos y peores peligros como el fanatismo político, embozado en alegaciones religiosas, que ha creído encontrar el tiempo de volverse contra las propias enseñanzas de su libro sagrado, poniendo a cargo de grupos gaseosos e inmanejables dictar los términos de una guerra contra los impíos (Jihad), de la cual nadie está en condiciones de pontificar acerca de sus alcances, de su tiempo, ni de su lóbrega lógica.

Y no se trata de un alarde enconoso de beduinos primitivos; luego del horrendo 11 de septiembre van dos guerras intermedias y habría que sospechar de las revoluciones y guerras civiles por venir.

Al proseguir mis reflexiones, admito que debí de iniciar mis palabras hablando de nosotros, los del tercer mundo, o “en desarrollo”, como lo sugieren los centros de control y dominio al alentar su periferia.

Podría ser puntual y directo al hablar sobre la droga como crimen y como epidemia sanitaria de peligrosidad disolvente; pero la realidad es que se pueden obviar las alusiones históricas que ya son lugares comunes de acceso generalizado.

Quizás lo más aconsejable resulte detenernos en algunos aspectos del agresivo presente.

Uno de ellos es el de nuestra situación geográfica y las características de nuestras dimensiones y peculiaridades territoriales, demográficas y económicas.

En cuanto al territorio, pienso siempre en Chipre como ejemplo de parecido. No solo por la cuestión de la isla compartida sino por las claras diferencias de hábitos, cultura y costumbres de todo género de sus habitantes.

Allí la ONU organizó en el año de 1964 un mandato mediador de paz que fuera reiterado en 1974 con el objeto de separar los dos pueblos, el turcochipriota del grecochipriota y poner cese a las violencias y hostilidades que los separan. En cambio, en la experiencia nuestra el mandato de ocupación multinacional de carácter militar tiene tan solo diez años y su presencia no es mediadora de conflicto alguno, sino más bien un esfuerzo sostenido para garantizar el orden público, luego del colapso de sus fuerzas armadas y policiales, así como por las graves inestabilidades de sus instituciones civiles en la histórica y legendaria nación haitiana.

Al cabo del tiempo sucede que la experiencia de Isla Compartida por dos naciones en el Caribe se ha sabido tornar tan espinosa como lo fuera la isla del Mediterráneo, por otras consideraciones de Geopolítica.

Hay signos preocupantes de desconocimiento de los poderes dominantes acerca de lo peligroso que resulta intentar las soluciones democráticas y de todo género que demanda y merece el oeste de la Isla en detrimento del Este nuestro, tan hijo de la historia. Quiero reafirmar que las gravísimas implicaciones de la Geopolítica no cesan en su insidiosa latencia.

Ahora bien, en medio de una conflictividad crónica, a ratos suavizada por la comprensión y solidaridad de nuestro gobierno, se cuela un ingrediente de mayor entidad perturbadora: La droga y su comercialización organizada.

Es recomendable no perder de vista que la dirección de ésta es transnacional y supone requerimientos muy sensitivos para enfrentarla. Ello implica un aumento alarmante del poder y la eficacia de sus operaciones. También obliga a considerar que todo cuanto se ha intentado al través del Plan Colombia, así como de la Iniciativa Mérida, para contener e impedir el tráfico central hacia el Norte, ha agravado en términos catastróficos las urgencias del Este del Caribe, que es nuestro entorno.

La asimetría en los esfuerzos y énfasis de EEUU ha sido desastrosa para nosotros, pues al diseñar aquella política de interdicción en el centro, no se apreciaron los percances tremendos de la periferia.

Y ha ido tan lejos el error estratégico que le ha permitido a los carteles de la droga de Colombia y de México evadirse de las presiones del trayecto central de tráfico para refugiarse en República Dominicana que tiene estos atractivos, entre otros: a) frontera terrestre con un estado cuyo territorio fuera almacén de gran calado, y que ha mantenido cielos abiertos para el tiro libre de la droga; b) frontera marítima con Puerto Rico, donde según se ha podido ver se han desarrollado verdaderas estructuras de carteles, pese a ser tercera frontera de Estados Unidos de características criminológicas, al grado de que un regimiento de oficiales y agentes especializados de nivel federal fuera movilizado para apresar a cientos de oficiales y miembros de la policía insular y c) Tiene la República Dominicana 5 aeropuertos internacionales y un importante movimiento de carga de contenedores y de trasbordo por sus puertos de exportaciones de zona franca y de oriundez suramericana, que resultan ideales para el incremento de las operaciones delictivas.

Me he excedido en el discurso y debo puntualizar algunas cosas que, de seguro, han sido tratadas en las asignaturas agotadas en los cursos llevados a cabo por este importante centro de formación que es el Instituto Superior de Defensa (INSUDE).

En forma esquemática pienso que tenemos debilidades, perspectivas y fortalezas que quiero señalar en forma rauda:


Debilidades.

a) Cierto es que tenemos ya cubierto el espacio aéreo de la parte Sur del territorio; que estamos participando en experiencias interesantísimas para blindar el mar nuestro del Sur; pero el tiro libre de vuelos en el Estado vecino nos impone nuevas necesidades, pues la droga que se descarga allí, después de cumplida la traza de vuelo intocada, sube al norte y se dispersa hacia los Cayos de los 7 Hermanos, que sirven de base para una distribución marítima hacia South Caicos, Bahamas o la propia Centroamérica, rumbo a Estados Unidos, así como se desvía a Punta Rusia, Buen Hombre y otras múltiples playas del Norte nuestro que sirven de base para ingresar alijos de droga en las facilidades de la economía dominicana aeroportuaria y marítima, para embarques incesantes y de mayor envergadura, tanto a Norteamérica como a Europa.

b) Debilidad sigue siendo el imperioso deber que tenemos de vigilar y depurar nuestras instituciones armadas y policiales que, como todo el resto de la sociedad, han experimentado perforaciones e infiltraciones de capitales y ofrecido complicidades a la droga (ya hay muestras penosas como el Caso Paya); asimismo, constituye una debilidad no menor la vulnerabilidad del sistema político y del acceso a los poderes públicos por vías democráticas que favorece las aspiraciones del narcotráfico internacional de hacerse presente, bien por representantes propios que le pueda favorecer en sus operaciones criminales, ora por exponentes del poder político de todos los niveles que puedan servirle para operar en el seno del Estado a favor de sus conveniencias.

c) Otra abismal debilidad nuestra es la desgracia de la adicción de cientos de miles de jóvenes de ambos sexos, de pueblo y campo, que nos viene destrozando de muchos modos.

d) Como un rayo de maldición nos oprime una intensificación frenética de la actividad criminal, no solo en la producción de hechos atroces, sino en sus bestiales nuevos métodos de tortura, decapitación, incendio, en fin, de las peores maneras de aterrorizar con que cuenta el crimen.

e) El aparato judicial nuestro ha sido desbordado y resulta muy vulnerable y lábil, cuando no sobornable, al grado de que se va conociendo en la sociedad un número mayor de acciones de parte de la autoridad judicial que constituyen verdaderos premios para el estímulo del crimen.

f) Sin que se agote la enumeración de debilidades con ésta, quiero ilustrarla con una rememoración de la épica marcial, dado el auditorio al cual me dirijo fraternalmente.

Dos héroes nacionales de Francia, que fueran actores en las dos guerras mundiales, el Mariscal Henry Petain, héroe de Verdum, y Charles D’Gaulle, quien encarnó el honor de su patria en horas dolorosas de rendición, tuvieron relaciones, si se quiere admirables, durante un largo tiempo.

Sin embargo, cuando el alud de los ejércitos de la Alemania Nazi se precipitó sobre Francia, el Mariscal usó una expresión esperanzadora: “No pasarán”, que el General celebró en su momento. Los hechos se impusieron y Francia cayó sin luchar en la transacción penosa de entrega de Vichy; fue ahí cuando el General expresó su amargura y se limitó a decir: “La vejez es un naufragio”.

Ya consumada la liberación de Francia tiempo después, muchas personas se acercaron al General De Gaulle a pedirle que no se condenara a muerte al Mariscal y él le dió

una respuesta a uno de los ruegos de esta manera: “Usted tiene toda la razón, Petain ayudó a muchos franceses, pero se olvidó de Francia”.

Traigo al discurso este episodio al pensar en nuestra mayor debilidad en esta lucha contra el crimen: el Nuevo Código Procesal Penal. Que contiene ciertamente garantías a ultranza para proteger y cuidar mimosamente a los dominicanos en sus derechos fundamentales, sin considerar siquiera su condición de ser en un momento dado, autores de crímenes de lesa humanidad.

Yo diría que el Código ha ayudado a muchos dominicanos (y a no pocos peligrosos extranjeros en virtud de sus principios hermosísimos, pero formales, que en la práctica han venido a resultar lesivos a la paz moral y física de la República Dominicana. Por ello digo parafraseando al General D’Gaulle, el Código es una protección para los dominicanos y ha ayudado a muchos de ellos, pero se olvidó de la República Dominicana y de sus indefensiones frente a un ataque violento de estructuras criminosas que van progresivamente actuando con la insolencia de hacerlo de igual a igual.

Lo quiero dejar explicado aquí, y así, en mi tiempo de muy avanzada edad, que entiendo no es naufragio porque no hay otro cometido en mi propuesta que decirle a su pueblo que decirle a su pueblo ¡Que no se rinda, que desaparece! ¡Que atraiga a sus soldados a esa lucha mortal, que ellos sabrán corresponderle!

Tenemos perspectivas, claro está, como son las siguientes:

1) Insistir en los patrones de mejoramiento que se han visto en los últimos tiempos en el desarrollo del proceso de Interdicción.

2) Acentuar la vigilancia de la circulación de los capitales a fin de poder organizar procedimientos destinados al decomiso, una vez se estableciera la Jurisdicción Nacional Especial en capacidad de conocer con competencia nacional de los casos de Crímenes de Lesa Humanidad, como Tráfico de Drogas, Terrorismo, Tráfico de Personas y todas las infracciones catalogadas por la Comunidad Internacional como de Lesa Humanidad.

3) Procurar la concertación de pactos internacionales bilaterales, muy especial y señaladamente con los Estados Unidos de Norteamérica, para organizar lo relativo a dos situaciones bien sensitivas: una, para la terminación del cumplimiento de penas en una cárcel de alta seguridad construída bajo patrones internacionales, a fin de evitar que el proceso de deportación masiva, que ya excede de los cincuenta mil individuos, pueda servir como oportunidad del disfrute de sus riquezas, tan inmensas como mal habidas, que le puedan permitir permanecer y persistir en el infame negocio; y la otra, que le permitiera al Estado, en virtud del Tratado Bilateral señalado, la posibilidad de ejecución por Decomiso en virtud de fallos dictados por cortes norteamericanas o extranjeras en general que favorecieran los mismos fines precedentemente señalados, de evitar el reciclaje impune de dichas riquezas.

4) Energizar todo el proceso de Extradiciones que pudieran venir como requerimientos de Estados por obra de iniciativas de sus cortes de justicia para superar la turbidez, las maliciosas reticencias, las vacilaciones capciosas del ámbito judicial cuando conoce de dichos requerimientos, muchas veces haciendo tareas de tribunal de pruebas y produciendo con ello negativas de entrega de requeridos en extradición, que luego se convierten en el país en factores terribles de la actividad criminal.

5) Invertir la totalidad de los cuantiosos fondos que se generen en los decomisos en dos vertientes sensitivas: la primera, el tratamiento en procura de la recuperación y reinserción de las víctimas y la otra, el aumento de los recursos destinados a todas las actividades de interdicción, juzgamiento y punición de los autores de tales crímenes.

Finalmente está la cuestión de las fortalezas nuestras. La que yo he entendido como una ventaja de la nación es la dirección política esclarecida en el plano más alto de la Jefatura del Estado, que ha tenido la sensibilidad, la comprensión, la cultura y la conciencia social para entender lo terrible que resulta el trastorno de la droga y la desdicha que constituiría para la nación que su pueblo llegare a desalentarse y a acobardarse, de tal modo, que abjure, renuncie o repudie la normatividad necesaria que se pueda originar en el Estado para sobreasegurar la convivencia.

Esa decepción cognitiva es la antesala del caos y el Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández, a mí me consta, que tiene una profunda percepción de lo que todo ello significa como desastre.

Ahora bien, aunque sus esfuerzos han sido sostenidos e inequívocos, se han tenido que desarrollar en un calamitoso período posterior al sombrío del 2000 al 2004, que, de seguro, a él más que a nadie le produjo conmoción, dado que lo que encontró al volver al poder después de haber mantenido un grado tan alto y satisfactorio de desempeño durante el período 1996-2000, no le pudo parecer otra cosa que un montón de despropósitos y permisividades vergonzosas a favor de la acogida del crimen, dotándolo de una carta de ciudadanía por obra de la ausencia perversa de referentes y alertas éticos adecuados en la conducción política superior.

Y es que impedir la llegada del paso de un fenómeno criminal como la comercialización de la droga, es mucho más asequible que lograr revertir un estado de cosas maleado cuando al Crimen Organizado se le haya dado la oportunidad de aposentarse en los entresijos de cualquier Estado del mundo. Ese ha sido el caso nuestro.

Yo he advertido hacia futuro que una de las pruebas más convincentes de la convicción del Presidente Leonel Fernández se encuentra ya radicada en nuestra Constitución que, como todos sabemos, en justicia se le debe reconocer como su más importante logro histórico.

Es en los Artículos 258, 259, 260, bajo la rúbrica imperiosa de Fines de Alta Prioridad, donde se pone de manifiesto más netamente que la República Dominicana ha considerado llegado el momento en que el crimen tiene que ser combatido por sus Fuerzas Armadas.

Todo ese marco constitucional se resume en las cortas líneas del acápite 1 del Artículo 260, cuando dice: “Objetivos de alta prioridad. Constituyen objetivos de alta prioridad nacional: “Combatir actividades criminales transnacionales que pongan en peligro los intereses de la República y de sus habitantes.”

Hay quienes han sostenido por años que las Fuerzas Armadas están reservadas solo para la experiencia de la guerra típica y convencional por todos conocida.

Ese Artículo constitucional se encarga de darle rango de guerra al ataque del crimen transnacional contra los intereses y la salud de los hijos de esta tierra. Es decir, no es cierto que la cuestión droga se pueda mantener bajo el enfoque de un trastorno de orden público de naturaleza policiva y que los soldados no tienen porqué acudir a defender su sociedad.

Eso, hubo un tiempo en que fue así, muy al principio, pero ya lo que tenemos de frente es un ataque, y lo que es nuestro deber es responder ese ataque con una acción de raza inmemorial y universal, la Defensa.

Para eso están nuestros soldados y mi esperanza es que desplieguen sus energías, no necesariamente desde los fusiles, sino desde su inteligencia y de su empatía con el pueblo, ayudándole a reponerse de la postración turbadora que el crimen le impone.

Por eso hablé del momento. Se necesita una unidad muy estrecha entre la sociedad y sus cuarteles.

Ya dije en una oportunidad anterior a ésta que lo único que podía derrotar a nuestras Fuerzas Armadas eran el escándalo y el deshonor a que pudieran exponerlas algunas muestras de sus filas, desertoras de sus deberes, pero que, en general, el grueso de nuestros hombres de uniforme sabrá reaccionar frente al vejaminoso desafío del crimen.

Al recibir este honor de un Doctorado Honoris Causas del Instituto Superior de Defensa (INSUDE) he creído mi deber confesarme frente a ustedes. Bajo de la tribuna con la fe de que algún grado de mensaje podrían llevar mis palabras desde este deambular de mi conciencia. Espero en Dios que así sea.


Muchas Gracias.

http://diariohorizonte.com/columna/20/1506/discurso-del-dr-marino-vinicio-castillo-r-en-ocasion-del-doctorado-honoris-causa-otorgado-por-el-instituto-superior-para-la-d

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