viernes, 19 de marzo de 2010

Haití, historia y esfuerzo dominicanos

Marcio Veloz Maggiolo - 3/19/2010

Con razón se ha dicho que algunos organismos internacionales aspirarían a cierta fusión de República Dominicana con Haití. No lo creemos, pero las recientes criticas a República Dominicana sobre sus características racistas olvidan, tal vez, que en 1822 recibimos a Boyer casi como un protector, y que en 1844, luego de aceptar un gobierno dictatorial en el cual participamos como soldados del invasor - aceptando ser incluso parte de su dominio- decidimos, no por racismo, sino por conciencia de orden nacional y pequeño- burguesa, desligarnos, “separarnos” del invasor, porque “separación” fue el inicial grito libertario dominicano.

Si antes, en 1804 Haití ejerció una libertad desde la cual la esclavitud y el racismo –de un lado y del otro- comandaron las luchas internas de su propio territorio, y si el propio Toussaint fue coronel de las tropas españolas cuando Joaquín García quiso evitar que Francia se quedara con la parte oriental de la isla, los habitantes del oriente luego dominicano, más negros y mulatos que blancos, su mayoría, jamás esgrimieron el racismo en su lucha libertaria, y mal podían hacerlo cuando muchos de los héroes nacionales fueron negros y muchos de los antihéroes también.

En la historia dominicana el mestizaje no produjo diferencias tales como las produjera en el territorio haitiano, donde los hijos de blancos y negras vinieron a ser “culpables” de una racialidad imprevista y eligieron ser blancos y explotadores por ser sólo los descendientes de los franceses que ejercían la violencia. Las diferencias bélicas entre mulatos y negros, las divisiones políticas entre negros y mulatos (Boyer-Petion/ Cristophe-Dessalines), no calaron en la posterior población nacional dominicana.

La argumentación de racismo dominicano está íntimamente ligada a la inquina generada por varios factores históricos tempranos: las invasiones haitianas a partir de 1801, la violencia del invasor haitiano y las matanzas contra la población blanca y mulata, y fundamentalmente la concepción de un espacio francés generado por la tardanza de Francia en tomar posesión de los resultados del tratado de Basilea. Estas primeras invasiones trajeron consigo la metodología de la muerte implantada por los esclavos en lo que fuera Haití, como lo fuera el caso inicial de la evasión de Toussaint en 1801. A partir de 1801 los haitianos, esclavos en armas, y en 1804, República, diezmaron parte de la población dominicana no siempre en un enfrentamiento contra las tropas todavía poseedoras de la parte oriental ahora perteneciente a Francia.

Las matanzas se hacían contra la ocupación francesa, pero igualmente contra la población mestiza y española. Por lo tanto, los primeros ataques racistas a la parte luego dominicana, los primeros argumentos de este tipo, fueron los esgrimidos por las poblaciones directamente venidas de líderes como Dessalines y Christope. Con el más tardío acceso de los mulatos al poder, como puede establecerse, el modelo fue diferente.

Lo que queremos destacar para aquellos blancos europeos que nos acusan de racistas sin entender esta palabra, es que los primeros modelos de racismo beligerante fue el de los líderes haitianos de la revolución, racismo justificado por los niveles de tortura y violencia que el francés inauguró en sus posesiones azucareras mundiales.

Las luchas de la independencia dominicana frente a Haití terminarían aproximadamente en 1857. Los dominicanos nunca intentamos llevar a cabo una invasión conquistadora hacia territorio haitiano. De algún modo respetamos la imposición fronteriza francesa.

De algún modo fuimos respetuosos del Haití que nos invadió y que se negó luego bajo las armas a que la “separación” fuese un realidad.

En mi estudio sobre el tema haitiano y la literatura dominicana creo haber demostrado que es a partir del último cuarto del siglo XIX cuando comienza a producirse un anti-haitianismo ideológico frente al posible temor agitado por las nuevas modalidades políticas del momento y reflejado en autores populares y en crecientes intereses de Estados Unidos que influye sobre la visión racial de las Antillas como un territorio de negros. El más destacable modelo del rechazo al negro, y muy especialmente del haitiano y sus costumbres, se muestra en las décimas del poeta santiaguero Juan Antonio Alix, y es muy posible que muchas de las posiciones hispánicas a partir de 1863 hayan tenido que ver con ese rechazo al negro, de donde saldrían posiciones que luego se consolidarían con los intereses norteamericanos, para los que zonas de las Antillas manejadas por grupos considerados como inferiores, no tenían suficientes niveles de civilización y educación como para proteger sus propios territorios.

Haití pasó a ser antes que República Dominicana territorio del capitalismo azucarero y se retornaba a la mano de obra casi esclava; en 1916, pasaría lo mismo con República Dominicana. Trujillo, en 1930, oriundo del antro de los ingenios de azúcar, guarda campestre del central norteamericano, aprendió allí que la mano de obra haitiana era, al fin y al cab o, la mano de obra de un ser inferior, pese a que él mismo tenia ciertos orígenes haitianos procedentes de un sector social más avanzado.

Trujillo encontró en el hispanismo, el antirracismo y antihaitianismo de muchos de sus adláteres, el argumento ideologico para un proceso de inferiorizaciòn del haitiano, y elevación de la hispanidad, modelo de identidad nacional.

La matanza de haitianos ejecutada por Trujillo en 1937, fue el màs angustioso momento de la “reafirmación” trujillista de nuestra nacionalidad. La concepción ha continuado como parte de una confusa visión histórica.

Los gestos del dominicano frente al haitiano no son en verdad gestos frente a una supuesta inferioridad antropológica como la que predicara Juan Antonio Alix.

Sin embargo, los fenómenos más recientes y relacionados con el terremoto dieron al dominicano y al gobierno del presidente Leonel Fernández Reyna la oportunidad de demostrar que hace tiempo muchos de los prejuicios dominicanos frente a Haití, prejuicios trujillistas, entre los cuales los culturales son vistos como una respuesta negativa a nuestra hispanidad, han desparecido.

La sociedad dominicana es una sociedad fusionada, en proceso de mestizaje permanente y ha demostrado con creces que no es la que ciertos organismos internacionales y los “expertos” presentan; no ellos, sino nosotros, hemos sido los primeros en estar presentes en el momento de la tragedia, hemos donado casas, comida, asistencia médica, hemos propuesto universidades, hemos ayudado a una reconstrucción de primera mano, en unas propuestas económicas de las que Fernández ha sido impulsador y ejecutor; hemos dado albergue, y hace tiempo hemos estado permitiendo que nuestros hospitales cubran necesidades más alla de la nacionalidad y en relación con el humanismo que nos hace brillar ante el mundo.

¿Qué quieren estos organismos en los que de seguro hay gentes incapaces de tener un negro en s u casa o un mulato en la nómina de sus empresas?

http://www.listin.com.do/app/article.aspx?id=135396

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr. Marcio usted a descrito una realidad latente que hemos vivido a traves de la historia los dominicanos. para tener hoy en dia nuestra nacionalidad y nuestros valores patrios. debemos dia a dia inculcarlo a nuestros hijos y nuestros nietos para que hoy y siempre podamos tener respuestas para lo que quieran atentar contra la patria, que tanta sangre y sacrificio le a costado a nuestra republica a traves de los tiempos. Ni un paso a tras Dios-patria Y libertad por siempre.Hombres como usted es que la patria siempre necesita para mantener la unidad de los pueblos por sus derechos y sus libertades.