viernes, 2 de octubre de 2009

Máximo Gómez: obrero, agricultor, revolucionario y libertador

Hoy/Wilson Morfe

En Monte Cristy estableció el general Gómez su residencia
Escrito por: JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
No hay dudas de que los hombres que labraron el tronco de la independencia cubana, eran hombres de bronce, con músculos de acero y voluntad indomable.

Por eso en 1887 encontramos trabajando como obreros, en las obras del Canal de Panamá, con la Compañía de Fernando de Lesseps, a estos veteranos de la Guerra Grande (La de 1868 a 1878): Máximo Gómez, Antonio Maceo, Flor Crombet y Francisco “Paquito” Borrero. Un año después, el general Gómez estaría junto a su familia en Jamaica y optaría por el regreso a su patria, después de veintitrés años de aquella salida inolvidable del mes de julio del 1865 con su madre y sus hermanas hacia Cuba.

En la ciudad de Monte Cristy estableció el general Gómez su residencia. Y con el apoyo económico de Juan Isidro Jiménez Pereyra, se consagró al fomento de una finca agrícola. La finca estaba entre Laguna Salada y Guayacanes y sería para la siembra de tabaco a la manera de los cubanos. La Reforma recibió por nombre la explotación agrícola. El responsable de ese sueño proyecto solamente quería producir para alimentar a su familia y más que todo para educar a sus hijos. No soñaba con beneficios, porque aseguraba ese grande hombre: “Hace muchos años que me siento rico, por haber aprendido a saber ser pobre”.

A Monte Cristy vino Martí más de una vez a conversar y a planificar, con el gran maestro de las espantosas cargas al machete. Y una vez, en una ocasión el general Gómez fue a Nueva York a ver al apóstol José Martí, para conversar y planificar. Martí y Gómez iban a atar voluntades. Iban a aunar los ánimos de los veteranos de la guerra que empezó en el 1868 y terminó en el 1878 y también irían en búsqueda de los revolucionarios nuevos. En puridad de verdad el apóstol cubano y el guerrero dominicano estaban dando los toques finales e imprescindibles para la próxima insurrección de Cuba.

Resulta importante relatar algo ocurrente y hasta pintoresco relacionado con el general Gómez, cuando estaba entregado a la agricultura allá por las llanuras de Guayacanes y Laguna Salada. Siempre montaba un caballo trotón, en él hacía muy por la mañana repetidos ejercicios en el manejo del sable. Soltaba y ponía el caballo al escape y de pronto soltaba tremenda descarga de su arma sobre algún matojo, de preferencia un tronco de plátanos. O sino manejaba las riendas para sentar de nalgas la montura, sangrándole la boca. Los extraños y asombrados campesinos que lo vieron por primera vez en tan extraña faena que no parecía cuadrarle a la edad del jinete, esparcieron y difundieron por “las linieras comarcas”, que el viejo y aguerrido soldado tenía metida entre ceja y ceja la idea de volver a la guerra a dar sus espantosas y tremendísimas cargas al machete. En voz alta se puede  afirmar que Máximo Gómez fue el último gran jinete del continente, en tarea libertadora. Sobre un caballo él vivió de 1868 a 1878 y en su plantación de La Reforma entrenaba todos los días, porque iba a vivir a caballo en Cuba, tres años más de 1895 a 1898. De Gómez se puede decir: “Frío como el acero de su espada, y recio, y áspero, implacable como la Esfinge del Desierto, nada fue suficiente a conmoverle. Cada emoción fue un gesto imperceptible en su rostro de piedra, en su terrible faz de momia faraónica y sagrada”.

http://67.199.16.148/opiniones/2009/10/1/295978/Maximo-Gomez-obrero-agricultor-revolucionario-y-libertador

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