Tan solo esto debería ser suficiente para que los sectores públicos prestaran atención y actuaran en consecuencia para impedir estos desmanes antes que tener que lamentar y castigar la acción de los depredadores.
Las advertencias de esta destrucción han sido sucesivas en los pasados dos meses. Primero fue la Iglesia Católica en Bayaguana y el diputado Pelegrín Castillo que advirtieron la destrucción de las zonas boscosas en Los Haitises. Hace menos de un mes fueron recogidos maderos que necesitaron 25 camiones para transportarlos desde Puerto Plata. También se sabe de destrucciones en Baoruco, Jaragua y la Cordillera Central. Parecería que se ha desatado una locura.
Los bosques son grandes reservorios de vida especial e importantes fuentes de recursos naturales primarios y fundamentales como las aguas. Son los principales administradores de las lluvias. Los árboles y las hojas de estos ayudan a controlar la impetuosidad de las gotas que caen a gran velocidad, las que, cuando no hay cubierta boscosa, desprenden el suelo, al cual arrastran a los torrentes y provocan inundaciones y deslaves.
En las últimas semanas hemos visto los devastadores resultados de las inundaciones y podríamos afirmar que estamos acostumbrándonos a que las cosas sean así. Sin embargo, es desde antiguo conocido el remedio, pero nunca lo aplicamos con seriedad y continuidad.
Los desmadres de los ríos y cañadas son cada vez más desastrosos y más grandes. Las pérdidas acumuladas en los últimos años suman millares de vidas, millares de millones de pesos en infraestructuras públicas y bienes privados.
La solución para impedir esto es muy simple: Recubrir con bosques las desvestidas vertientes de nuestras montañas y llanos ociosos.
Es lamentable que todavía no hayamos asimilado una lección tan simple y, en cambio, estemos tan dispuestos a pagar un precio tan alto para que nos zurren.
Editorial Listín Diario 8/19/2008
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