Reveladora e impactante la participación del doctor Marino Vinicio Castillo en el tradicional Desayuno del matutino LISTÍN DIARIO. Estremece la revelación del destacado abogado y combativo político de que los bombardeos de drogas no cesan sobre el país, a razón de dos vuelos diarios como promedio entre el 2007 y el 2008; en total, unos 700 durante ese período. De ellos, no “nos llovería café sobre el campo”, como en la popularísima canción del maestro Juan Luis Guerra, sino 300 kilos de drogas por vuelo, principalmente cocaína.
Don Vincho, que funge como Asesor en Drogas del Poder Ejecutivo y quien sin dudas posee un vastísimo conocimiento y experiencia en este campo como pocos o nadie en el país, señala que las sustancias provienen de los carteles que operan en las selvas colombianas. Pero tomando en cuenta el trabajo efectivo de interdicción aérea que ha desarrollado el gobierno de Alvaro Uribe, muchos de los vuelos salen de territorio venezolano aprovechando su vastedad y favorables caracterÏsticas.
Por descontado que en la entrevista se mostrase partidario de que se autorice el derribo de avionetas del narco, aunque “no a lo loco”, como aclara, sino después de que se haya cumplido el mismo previo exigente protocolo de identificación y rendición conminatoria que utiliza la fuerza aérea norteamericana y la misma de Colombia, que también dispone de autorización para su interceptación. Su concluyente percepción sobre el cada vez más grave tema de las drogas la resume en una frase categórica: “Si no se responde al narco, el país estará condenado al fracaso”. Creemos que tiene sobrada razón.
El permiso para el derribo de avionetas de los carteles sin duda será un aspecto de grandes y por demás saludables discusiones. Esto así, sobre todo, por la presión contraria de las autoridades norteamericanas y la expresa amenaza de que en caso de ser aprobado el proyecto de los diputados Pelegrín Castillo y José Ricardo Taveras, se le negarían al país, en represalia, ciertos programas de ayuda económica. Se reconoce que en base a esta exigencia y a otros posibles factores, haya quienes se opongan a que la Fuerza Aérea Dominicana sea autorizada para el derribo.
Pero lo que a estas alturas no deja de asombrar es que después de todas las experiencias y evidencias relacionadas con el submundo de los estupefacientes por las estamos pasando, haya mentes esclarecidas inclusive y con poder de opinión, que insistan en restarle carácter de prioridad a la lucha contra el narcotráfico. Es una posición difícil de digerir con un país penetrado de drogas hasta el cuello, como lo es el nuestro. Donde cada día es mayor la cantidad de sustancias prohibidas que se nos queda en nuestro territorio como pago o peaje por la que sigue rumbo a Estados Unidos y Europa.
Cuando el número de puntos de venta que tenemos se cifra entre 15 y 20 mil en barrios y comunidades que cubren la geografía nacional de un extremo al otro. Con miles de jóvenes sobre todo y hasta niños de corta edad, inmersos en su distribución y consumo.
Las drogas no son un tema que podamos aislar del resto de los problemas que confrontamos. Por el contrario, incide en todas las manifestaciones de la vida nacional en forma cada vez m‡s creciente. Corrompe a policías y militares, a políticos y funcionarios, fiscales y jueces, empresarios y periodistas, gremios e instituciones. Compromete fuertemente toda la estructura del Estado y el tejido social. Penetra y se hace cada más poderosa y hasta fácilmente visible en las actividades económicas. Incrementa la criminalidad en todas sus formas y se torna cada vez más agresiva. Absurdo pensar que podemos aprisionarlo en un compartimiento estanco para dejarlo de lado, mientras focalizamos exclusivamente nuestra atención en otras prioridades fundamentales como son la crisis electrica, la educación o la salud.
Estemos claros que hoy por hoy, las drogas constituyen el más grave elemento de disolución social en el país y que por tanto, los programas de prevención y los mecanismos de lucha contra el narcotráfico y el consumo deben figurar en el mismo nivel de importancia dentro de la agenda de mayores prioridades nacionales, tanto del gobierno como del pleno de la sociedad. No asumirlo así es marchar directo al precipicio. Bastan dos referentes cercanos como dramáticas advertencias: Colombia y ahora México. De esperar no sigamos su mismo trágico camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario