Lunes 10 de Mayo de 2010 César Nicolás Penson Paulus
El próximo domingo tendrá lugar la expresión máxima del sistema democrático que hemos escogido, como sistema de gobierno: el proceso eleccionario que debe realizarse cada cuatro años.
Esta vez, para escoger a legisladores y autoridades municipales en un extraordinario torneo electoral en cuyo caso, y por única vez, los escogidos ejercerán sus funciones por seis años.
Así, para acercar las elecciones y disminuir sensiblemente los dos años que ahora las separan. Tendrán lugar el día 16 pero en lo sucesivo, como señala la nueva Constitución, serán las presidenciales el tercer domingo de Mayo y las congresuales el tercer domingo de febrero.
Significa que las siguientes elecciones serán las presidenciales el 20 de mayo del 2012 y las de congresistas y autoridades edilicias, el domingo 21 de febrero, en tiempos de carnaval y fiestas Patrias.
Se desprende de esta modalidad que tendremos un congreso y autoridades municipales por los dos años que le restan al actual gobierno, a partir de agosto y los cuatro del que resulte electo en las del 2012.
Elecciones, como clímax del sistema de participación de los ciudadanos, con igualdad de peso, expresión de la libertad de escoger y ser escogido, pero no la democracia en sí como muchos suponen.
El propio sistema democrático es una forma participativa de organización del Estado y de su administración, con injerencia permanente del ciudadano y no acciones puntuales cada 4 años.
Los filósofos clásicos establecían tres tipos de gobierno: Monarquía, gobierno de uno; Aristocracia: gobierno “de los mejores” y Democracia: “de la multitud para uno” y “de los más” para otro.
Tenemos un sistema de democracia indirecta donde le damos poder a unos, reconocidos como representantes, para que tomen decisiones por nosotros. En dominicana, elecciones son un vistoso carnaval de caravanas, bandereos, cara a cara, jengibres, caminatas, letreros, “mítines”, marchas, camisetas, gorras, promesas, “capacidades”, pancartas y sobre todos estridentes bocinas que despeinan al que arropan con su energía sónica y le aflojan la dentadura al que inundan con su carga de bajos que ensordecen.
Parecería que cuando los decibeles alcanzan un nivel extremo, las neuronas para votar, quedan impregnadas del nombre repetido del candidato y aseguran la voluntad de “echar” el voto por este.
En la soledad de la estación para votar, acompañado solo de nuestra conciencia, tiempo de otorgar “licencia” de autoridad por seis largos años, en polarizadas vitales elecciones. Al margen de pasiones y estridencias, la escogencia de un camino definido por la experiencia o lanzarse al vacío en un incierto salto sin paracaídas.
César Nicolás Penson Paulus es empresario
cesarpenson@gmail.com
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