Por: Sogela Maria Castillo Seman
En estos tiempos tenemos tantas razones para estar preocupados. La
inversión de valores se hace cada vez más latente y penosa. Lo que nos
cuesta educar y concientizar a nuestros hijos se va de cuajo con
cualquier canción, video o película sangrienta o degradante en las que
se promueve la violencia, la promiscuidad; donde se nos quiere vender el
uso de drogas como algo normal y divertido. En fin, estamos viendo
todo lo sórdido y perverso.La dignidad humana está siendo combatida y lacerada gravemente. Las víctimas más indefensas son los jóvenes, los que son bombardeados y enganchados fácilmente en conductas de autodestrucción, muchas veces movidos por el vacío de Dios que tienen en sus corazones, de guía familiar, por la falta o por los malos ejemplos, por las malas influencias. Lo cierto es que se pierden fácilmente en el abuso del alcohol, de las drogas; otros atraídos por las riquezas fáciles e indebidas, comprometen sus vidas en la comisión de crímenes y delitos.
La ambición por el dinero, por el poder, la obsesión por la belleza, el culto al placer y al lujo, están perdiendo a gran parte de nuestra sociedad.
No importa el precio, si hay que vender el cuerpo o el alma al mismo diablo, si hay que destruir un matrimonio, una familia o a la sociedad entera.
Entre las cosas que más aterran está la corriente de despenalizar el uso y tráfico de drogas. ¿Como podría entenderse algo así? Con ello se estarían obviando los efectos letales e inmediatos de las mismas. La dependencia catastrófica y diabólica que encadena, desde el mismo momento en que se cae en esta tentación de probar las drogas, en las garras de un infierno sin regreso.
¿Es que acaso no se dan cuenta quienes promueven la legalización de las drogas del efecto devastador que ocurre en el cerebro y en el organismo de quien la usa? La muerte casi inmediata de neuronas que jamás funcionarán y que irán tarando toda posibilidad sana de progreso, de productividad o de vida estable; haciendo al individuo cada vez más dependiente, más enfermo, más peligroso para su familia y su entorno.
La persona que compromete su vida en la adicción a las drogas cae en un abismo oscuro del que jamás podrá salvarse, de no ser por un milagro de Dios. Esa persona quedará atada de por vida e irá cayendo de una droga en otra más letal, cada vez más y más hondo hasta matar o morir.
No se pueden desdeñar los efectos alienantes que producen las drogas, los que enajenan propiamente al individuo convirtiéndole en una maquinaria de horror y muerte. El drogadicto se convierte en un antisocial, capaz de matar, robar, violar; de destrozarse a sí mismo y a sus seres más queridos.
Si se despenaliza el uso y el tráfico de drogas se ahondarán las penas de las madres, habrá más feminicidios, mas suicidios, más violencia familiar, se fomentará el abandono de los hijos; habrá cada vez más dolor, más horror.
No hay que ser un genio para saber que este aumento terrible que ha habido de la violencia y de la criminalidad en el mundo entero ha de tener entre su causa más importante el uso de las drogas. ¿Cómo explicar si no la exacerbación de la maldad?
Además, ¿qué mensaje les enviaríamos a los jóvenes legalizándole y facilitándole el uso de las drogas? A nuestra sociedad específicamente, donde nuestra población es tan vulnerable, tan débil y desprotegida. Sería decirles que es la droga una vía o un escape fácil para evadir su miseria o sus problemas, cuando en la realidad es todo lo contrario, es literalmente la perdición del ser humano.
Legalizar las drogas sería ayudar a enfermar y a destruir nuestras juventudes. Sería convertir un problema terrible en una epidemia con consecuencias gravísimas a nivel sanitario. Porque, una vez se enferme nuestra juventud más de lo que ya está, ¿quién la sanará? ¿Cómo la salvaremos de las garras de las drogas una vez su poder satánico esté destruyendo sus cuerpos y sus almas?
No podemos hacernos eco ni dejarnos confundir en este río de corrientes modernas malsanas, equivocadas, que quieren cambiarlo todo para mal. De estos modelos que nos quieren imponer, quienes están de por sí ya enfrentando los efectos alienantes de comprometer su población con el uso de las drogas.
Las drogas son una maldición, son el instrumento por excelencia del mismo diablo para destruir al mundo. Es la fuente mayor de todas las perversidades y las atrocidades. Legalizar su uso y su tráfico es comprometer y destruir a las generaciones venideras; sería darle una estocada mortal a la misma humanidad.
Aunque el mundo vaya mal, aunque tengamos que nadar contra corriente, con la ayuda de Dios, nuestra misión es alertar a nuestros niños desde bien pequeños de la tragedia que esto puede significar para sus vidas; debemos luchar por salvar a quienes han caído en la desgracia de la adicción y castigar con todo el peso de la ley a quienes se lucran de esta tragedia humana.
Articulo publicado en el Listin Diario en fecha 5 de Febrero del 2014 aquí http://www.listindiario.com.do/puntos-de-vista/2014/2/4/309510/No-legalicen-las-drogas
http://www.fuerzanacionalprogresista.org/no-legalicen-las-drogas/
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