POR BELARMINIO RAMIREZ MORILLO*
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*EL AUTOR es escritor, abogado, politólogo y profesor universitario. Reside en Santo Domingo. |
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“El potencial de un líder se determina por aquellos que están más cerca de él. Lo que marca la diferencia es el círculo íntimo de un líder.” John Maxwell
En la sociedad dominicana construir un liderazgo político amerita de extraordinarios esfuerzos. En la era de la partidocracia en que vivimos se puede llegar a ser Presidente de una Nación, sin reunir los atributos elementales de un líder. En la República Dominicana existen de sobra ejemplos de esa naturaleza. También, se puede llegar a ser líder, pero a la vez fracasar cuando se llega al poder. John C. Maxwell señala “no es el tamaño del proyecto lo que determina su aceptación, apoyo y éxito, sino el tamaño del líder. Es por eso que digo que cualquiera puede gobernar un barco, pero se necesita que un líder planee la ruta. Los lideres que son buenos navegantes pueden llevar a su gente casi a cualquier parte.”
Ser un líder y al mismo tiempo un gerente eficaz, son cualidades que han reunido pocos en la historia dominicana. Albert J. Jovell (2007, pp.60-61) subraya que “el liderazgo no produce los resultados deseados sin la existencia de una buena gestión en la ejecución de las actividades. Una ejecución correcta permite a una organización alcanzar sus objetivos. Por otra parte, la gestión sólo puede ejecutarse si existe una visión, una misión y unos valores explícitos que permitan al gestor determinar prioridades en las estrategias que se orientan a conseguir sus objetivos. En este sentido, todo líder ha de tener algunas de las cualidades propias de un gestor y todo gestor ha de saber liderar procesos de ejecución, pero es muy difícil ser gestor y líder al mismo tiempo. Esta dificultad para conciliar la gestión con el liderazgo viene en parte determinada por lo difícil que resulta para un ser humano dedicar la misma atención a las necesidades y resultados a alcanzar en el presente inmediato, y a las necesidades y resultados potenciales a conseguir en el futuro.”
El liderazgo, como plantea James M. Kouzes (2009, p.55), “es un proceso, no un cargo. Es un conjunto de habilidades y prácticas que todos pueden observar, entender y aprender en cualquier nivel de la organización,” pero que en la práctica, no todos aprenden y desarrollan. Se es líder, no porque tu crea que lo es. Debe serlo en la vida real y cotidiana. Debe sentirlo y aplicarlo. Los demás deben percibirte como tal.
Los líderes reúnen una serie de atributos, que a simple vista, hacen que sobresalgan sobre los demás. Por lo regular, son visionarios, su accionar está focalizado al alcance de una misión, -o sea que no buscan el poder pura y simplemente por un deseo vago y vanidoso de convertirse en los personajes más poderosos de la Nación-. Tienen pudor, vigor, carisma, magnetismo, corazón, sentido común, y lo más importante aún, se desenvuelven dentro de una escala de valores.
Cuando un líder adquiere la categoría de Estadista, su estatura es mucho mayor. No existe ningún título de universidad, certificado o resolución de las cámaras legislativas que especifique cuales presidentes de la República son estadistas y cuáles no. Esta identificación, apreciación o valoración se les ha dado a muy pocos presidentes en la historia dominicana, ya que gobernantes hemos tenido muchos, pero que hayan escrito su nombre con tinta indeleble en el tribunal de la historia, que hayan dejado su impronta en la geografía nacional y en las instituciones públicas, hemos tenido pocos.
Estadistas son aquellos que trascienden las fronteras del presidente común y corriente, y que han llevado a cabo una obra bienhechora, que les hace dignos de considerarlos como modelos o paradigmas a seguir. Estos prohombres se ganan el respeto y la admiración hasta de sus propios adversarios.
Una cualidad de los hombres de Estado que actúan dentro de los valores de la democracia, es que sienten respeto por sus adversarios, e inclusive por sus críticos más descarnados. Noté que Balaguer sentía respeto por José Israel Cuello y el padre Roble Toledanos, entre otros, quienes eran críticos filosóficos de su régimen y de su liderazgo. Percibo en Leonel Fernández una actitud similar, cuando está frente a sus adversarios pasionales actúa de forma amable, serena y cordial como si estuviera al frente de sus mejores amigos.
Este tipo de líderes, con ese trato confunden a los adversarios y hacen que estos se ahoguen en su propio manantial de odio. Estos liderazgos están conscientes de que es importante tener ese tipo de oposición, puesto que de los labios de estas personas salen informaciones importantes de los desafueros que comenten los allegados a todos los lideres, temas que jamás les son tratados a los líderes por sus seguidores. Además, como plantea Maxwell (2008, p.14) “la naturaleza humana parece dotarnos de la capacidad de evaluar a todo el mundo, menos a nuestra persona.”
Un dirigente del Movimiento al Socialismo, de Venezuela, me contó en 1990, mientras estudiaba formación política en ese país, que un día se presentaron a la oficina de don Rafael Cardera para proponerle que aceptara ser postulado candidato presidencial por ese movimiento político, y cuando estuvieron frente a él no sabían cómo pedírselo. Cardera inspiraba tanto respeto, era tan grande, que cuando se vieron frente a su persona, no le salían las palabras. Científicamente, todavía no ha sido posible definirlo, pero los grandes líderes poseen a veces, una especie de misterio.
Don Max Puig, Presidente del Partido Alianza por la Democracia, me contó que siendo senador de la República en representación de la provincia de Puerto Plata, un día visitó a Joaquín Balaguer en su residencia para tratar un tema relacionado con el medio ambiente, y al saludarlo Balaguer le dijo: “Senador, dicen que dos montañas no se juntan, pero usted y yo estamos juntos conversando en esta habitación”.
El sociólogo Max Puig me relató que cuando se despidió de Balaguer, del político conservador, a quien él, como dirigente de izquierda había adversado en todos los terrenos, en unos cuantos minutos de conversación, cambió totalmente su percepción.
Un día también, vi al entonces Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo en el Gobierno de Hipólito Mejía, doctor Guido Gómez Mazara entrar a la habitación de Balaguer, en su residencia de la Máximo Gómez 25, y el Guido Gómez que entró no fue el mismo Guido Gómez que salió. Al entrar a la reunión su rostro parecía tenso y angustioso, y cuando salió del encuentro, lucia alegre y relajado como si hubiera dejado una carga emocional en el lugar.
En varias ocasiones me he detenido a observar al Presidente Leonel Fernández conversar con personalidades diversas, y me he dado cuenta, que a este hombre, las personas ya no simplemente lo siguen, sino que también lo aman. A pesar de su juventud, tiene ya un poder paternal, similar al que tenía Joaquín Balaguer, una conexión con los ciudadanos y ciudadanas, y cuando este vinculo se construye, los liderazgos se eternizan. Pienso que el liderazgo de Leonel Fernández se encamina a lograr una transición que no pudo lograr el liderazgo de Balaguer, y es convertirse en un líder de líderes.
El caudillo reformista fue un líder de seguidores, y cuando debió actuar como un líder de líderes, no lo hizo, y entonces produjo una involución en su partido. La emergencia de Luis Toral, Johnny Jones y Ramón Rogelio Genao, muchachos sacados de la nada para ponerlos al frente del PRSC, fue para quitarle fuerza al liderazgo de relevo. Esta fue una de las razones por las que el PRSC no pudo sobrevivir a la muerte de su líder: La entidad desde hacia varios procesos venía siendo gerenciada por dirigentes que eran personas buenas, pero carentes de legitimidad, de un respeto que se consigue sólo con el trabajo y que se gana con el tiempo. El presidente Fernández siente mucho respeto por el trabajo de los dirigentes del PLD.
En la Cuarta República, en la que se inicia luego de la salida de las tropas de ocupación de los Estados Unidos de Norteamérica en 1965, apenas hemos tenido cinco (5) presidentes, debido al liderazgo prolongado de Joaquín Balaguer, quien gobernó 22 años en ese estadio de la historia, y el presidente Leonel Fernández, su relevo y heredero que se encamina al cumplimiento de su tercer periodo (12 años). Los demás presidentes, electos por el voto popular, han sido: Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía.
Los tres presidentes nominados por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no terminaron bien, no dejaron una obra trascendente, ni tampoco un legado. Por tanto, no son presentados como paradigmas ni siquiera por los candidatos presidenciales de esa organización política.
Joaquín Balaguer dejo una obra imperecedera que lo inmortaliza, y Leonel Fernández, a pesar de su juventud, con apenas 56 años de edad, cuatro años menos que los que tenía Balaguer en 1966, cuando ganó sus primeras elecciones, se encamina por la misma trayectoria. Balaguer fue el referente no solo de Leonel Fernández Reyna, sino también del ingeniero Hipólito Mejía, quien en determinadas ocasiones rindió tributos al autor de La marcha hacia el capitolio. En síntesis, hasta ahora, el galardón asegurado de estadista en la Cuarta República, lo tiene Joaquín Balaguer, proclamado Padre de la Democracia Dominicana, a unanimidad, por los legisladores de todos los partidos políticos en el 2002.
Leonel Fernández, es bastante joven, aún gobierna, está todavía en la fase de crecimiento político. Hasta ahora se ha colocado a la altura de la Primera Magistratura de la Nación, con su altruismo excepcional, civilista, deferente, educado, decente, humilde y sencillo. Se ha ganado el aprecio, respeto y consideración de la inmensa mayoría de los dominicanos, ningún otro gobernante como él, había tenido niveles de aprobación tan altos, pero tampoco, ningún otro gobernante dominicano como él, había recibido tantos reconocimientos de sus colegas presidentes de América Latina y del mundo.
Leonel Fernández es el único de los líderes del pos caudillismo ilustrado que logro que su imagen positiva se convirtiera en reputación. El punto está, y es lo que lo hace más implacable, más invencible y más poderoso frente a sus adversarios, en que el fundamento de su liderazgo radica en su credibilidad. Las personas no solo lo siguen a él, a su persona, sino también a su mensaje. Los demás políticos lucen pobres y vacios frente a él, y esa es una debilidad que jamás podrán superar, puesto que el conocimiento no se compra en farmacias y supermercados. Pueden leer todos los libros del mundo y hacerse asistir de los mejores asesores y consultores, y no podrán alcanzarlo, porque la formación de un gobernante, lo que define su personalidad se adquiere antes de los 25 años de edad. Ahí es cuando verdaderamente se construyen los sueños.
De proseguir sembrando su legado y cultivando sus enseñanzas, estamos en presencia de un gobernante, que podría convertirse en el Estadista modelo del siglo XXI dominicano, y que inclusive será un candidato a considerar para presidir a la Organización de los Estados Americanos (OEA) o cualquier otro puesto dentro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En 1987, el doctor Juan Arístides Taveras Guzmán publicó un libro con un titulo interesante: La Cuarta República, la de Balaguer. Hasta el momento la historia dominicana para su estudio, es dividida por algunos historiadores en cuatro ciclos o estadios tomando como parámetro el momento histórico en que se recobra la soberanía nacional. La Primera República comienza con la Independencia y termina con la Anexión a España; la Segunda República comienza con la Restauración y termina con la Ocupación Norteamericana de 1916; la Tercera República comienza con la desocupación en 1924 y termina con la Intervención Norteamericana de 1965, y la Cuarta República se inicia con la desocupación de las fuerzas norteamericanas de 1965.
El planteamiento del doctor Taveras Guzmán es fácilmente entendible, ya que de los veinte años de historia de la Cuarta República, en ese momento en que él publicó el libro, Balaguer había gobernado doce, y acababa de dar inicio a un nuevo periodo de gobierno que terminaría en el 1990, o sea que de 24 años de historia republicana, al régimen del estadista les tocaban 16. Balaguer logró perpetuarse en el poder por tres periodos más después de su retorno en 1986.
La tesis del doctor Juan Arístides Taveras Guzmán, ahora necesariamente debe ser reformulada, puesto que la Cuarta República, no es solo la de Balaguer, es también, la de Leonel Fernández, quien a pesar de su juventud, gobierna su tercer periodo, igualando al Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Según el doctor Taveras Guzmán tuvo esa acertada visión, así mismo se percibe claramente que a Leonel Fernández le quedan varios periodos más de gobierno, por lo que adquiere vigencia la tesis del historiador Miguel Ángel Monclus, de que la historia dominicana puede estudiarse a través de la lectura de las biografías de sus líderes, y yo agrego, de sus estadistas. Afirmo sin temor a ningún tipo de equivocaciones que sin Balaguer y sin Leonel la República Dominicana hubiera sido otra. Ni en términos políticos, ni económicos nos hubiéramos colocados como Nación en el lugar privilegiado que estamos hoy en América Latina y el Caribe.
Los intelectuales del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) han sido muy tímidos en conceptualizar sobre el liderazgo y la dimensión de la obra de gobierno de Leonel Fernández. En ningún gobierno como en el del PLD la intelectualidad había tenido una participación tan significativa en el Estado. Me llama a la atención el hecho de que el primer estudio profundo sobre el legado de Leonel Fernández fuera escrito por un extranjero, y no por un intelectual dominicano. El lunes 15 de marzo del 2010, en el auditorio de la Fundación Global Democracia y Desarrollo fue presentado el libro “Caribeña Crusader: Leonel Fernández and the transformation of the Dominican Republic” de Ronald M. Schneider, Profesor Emérito de Ciencia Política en Queens College, City University of New York. Esta es una obra extraordinaria que debe convertirse en un estimulo a la intelectualidad dominicana.
Desde mi punto de vista, este hecho se debe a dos razones: Primero es posible que los intelectuales del PLD o los allegados del presidente Leonel Fernández estén muy ocupados en los puestos públicos que se desempeñan; y Segundo, es posible que le tengan miedo a la agresiva maquinaria propagandística y métodos que utilizan los intelectuales y comunicadores allegados al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), quienes satanizaron a Balaguer, y han intentado construir una imagen negativa de Leonel Fernández, por el hecho de que heredó el voto balaguerista. Existen círculos de opinión en la República Dominicana que no tienen ningún tipo de consideración con los intelectuales que no compartan sus intereses y sus puntos de vistas.
Joaquín Balaguer, en donde quiera que esté, deberá sentirse satisfecho por la labor ejecutada por el presidente Leonel Fernández. No hay dudas de que el caudillo reformista, tuvo un gran acierto con darle su apoyo en el proceso electoral del 1996. Las personas del pueblo asimilan a Leonel como un discípulo de Balaguer, como su heredero, y tienen razones para pensar de ese modo, ya que entre los dos personajes existe un don natural. Nunca olvido, un domingo del mes de abril del 2004 en que visité a mi madre, Maximinia Morillo, que estaba en la casa de mi hermano Manuel Ramírez en la carretera de Mendoza del Municipio Santo Domingo Este. En el programa Proceso producido por Danny Alcántara, transmitido en ese entonces por Tele micro, canal 5, estaban pasando las reseñas de las actividades políticas del fin de semana, y mi madre una mujer evangélica que vive un mundo desconectado de la política, al ver las reseñas de las actividades del PLD, dijo: “Ese hombre está poseído del espíritu de Balaguer”.
Joaquín Balaguer y Leonel Fernández tienen estilos distintos con respecto a la protección de los funcionarios ante los errores y las críticas de la opinión pública. Balaguer, aunque sentía afectos y cariño por sus colaboradores, lo quitaba de los cargos con facilidad. Mandar a un funcionario para su casa o trasladarlo, era para Balaguer, algo normal. Con él nadie estaba seguro, y por tanto, todos sin excepción hilaban fino con sus comportamientos.
Cuando el liderazgo afectivo sobreprotege a colaboradores que no lo merecen, al mismo tiempo está descuidando el valor de los seguidores ejemplares. Actuar incorrectamente, debe tener un costo, como también, actual de manera ejemplar, debe tener un reconocimiento, una valoración. Como aconseja Hughes (2007, p.25) “los seguidores ejemplares con elevadas dimensiones de seguimiento son esenciales para el éxito organizacional. Los líderes, por tanto, harían bien en seleccionar personas que tienen estas características y, quizá de mayor importancia, crear las condiciones que alientan estos comportamientos.”
Balaguer ante su avanzada edad y la carencia de vista, se dio a respetar, porque no dudaba en destutanar a cualquier funcionario. No importaba su jerarquía. Cuando la opinión pública se volcaba en contra de un funcionario, y el gobernante comprobaba que había cometido faltas, lo sacaba, pero primero daba a entrever que actuó movido por el clamor popular. Los Césares en el Imperio Romano utilizaban mucho esa técnica. Balaguer comprendía la función del teatro en la política, y las inauguraciones y encuentros con la prensa abría un espacio para que los líderes cristianos y comunitarios se expresaran sin ningún tipo de temor, denunciaran anomalías y disgustos con las gestiones de algunos funcionarios. Balaguer montaba un teatro, ya que por lo regular, de antemano era conocedor de cada situación, pero prefería dar la impresión de que se enteraba por esas vías y en esos momentos.
El Presidente Fernández, por el contrario, es más cauto en quitar un funcionario, a veces inclusive, ignora a la opinión pública. Con su estilo, en ciertas medidas les lleva confianza y estabilidad a sus colaboradores, pero se olvida de que no todas las personas son merecedoras de confianza extrema. Maxwell (2008, p.87) dice “si desea saber si un líder es exitoso y eficaz, no mire ni escuche al líder. Sencillamente mire a su gente.” Los funcionarios eficaces procuran interpretar la visión del líder para que sus actuaciones sean cónsonas con esta. Los funcionarios eficaces saben que actuando correctamente están cuidando la imagen del líder y la reputación del régimen a que sirven.
Además de inmensos, Balaguer y Leonel han tenido la suerte a su favor. El emperador Napoleón Bonaparte dijo: “Todo lo que soy se lo debo a mi estrella.” Joaquín Balaguer dijo: “Yo solo soy un instrumento del destino.” El presidente Fernández no se ha proclamado destinista, pero sin lugar a dudas es un personaje con suerte. Para alcanzar la cima no basta con ser grande, es necesario también tener el viento a su favor. José Francisco Peña Gómez es uno de los líderes más extraordinarios del siglo XX latinoamericano, y sin embargo, no pudo llegar a la presidencia de la República, galardón que fue alcanzado por Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía, postulados por el partido del cual él era su máximo líder.
A Leonel Fernández, hasta el momento todo le ha salido bien. Les llegó la presidencia de la República en 1996 sin haber tenido que librar una gran batalla. Retornó al poder en el 2004 de una forma tan fácil como nadie lo esperaba, ya que la crisis económica en que se sumergió el país como consecuencia de la crisis bancaria del 2002 sacó de circulación al presidente Hipólito Mejía y al PRD. En el 2008 ganó fácil, puesto que había llevado a cabo una excelente gestión, pero a la vez, compitió con un candidato inferior –el ingeniero Miguel Vargas Maldonado-, y a la vez todavía los electores tenían frescos en sus mentes los recuerdos trágicos de la debacle económica del gobierno de Mejía.
Los vientos siguen aún soplando a favor del presidente Leonel Fernández. El escenario político luce despejado a su favor. Todo depende de que el PLD entienda la coyuntura histórica que tiene en frente y le abra el camino al único líder que tiene el país para que siga cumpliendo con la misión que le encomienda el destino.
Bibliografía consultada
Maxwell, John C.: Las 21 cualidades indispensables de un líder, Editorial Caribe, 2000, Estados Unidos de América.
Maxwell, John C.: Las 21 leyes irrefutables del liderazgo, Estados Unidos, 2007, Grupo Nelson.
Maxwell, John C.: Liderazgo, principios de oro, Estados Unidos, 2008, 4ta reimpresión, Grupo Nelson.
Jovell, Albert J.: Liderazgo afectivo. España, 2007, Alienta Editorial.
Kouzes, James M: Descubre tu voz de líder, en De Líder a Líder. Ediciones Granica, 2009.
Taveras Guzmán, Juan Arístides: La IV República -La de Balaguer-, Santo Domingo, R.D., 1987, Editora Corripio.
Hughes, Richard L., Ginnett, Robert C. y Curphy, Gordon J.: Liderazgo –Cómo aprovechar las lecciones de la experiencia-. 2007, quinta edición, editorial Mc Graw Hill.
http://www.almomento.net/news/135/ARTICLE/65204/2010-07-24.html