El Banco Mundial ha reaccionado en forma poco común sobre la escasa contribución que se ha recibido de la comunidad internacional para la reconstrucción de Haití. En lo que constituye una sorpresa el organismo ha identificado a potencias como Estados Unidos, Francia, Canadá, España y Suecia entre los países que no han honrado el aporte que prometieron para enfrentar las secuelas del terremoto del 12 de enero.
Sólo Brasil, Colombia, Noruega, Australia y Estonia fueron citados por la entidad crediticia como los únicos países que han aportado 98 de los 500 millones de dólares que prometió la comunidad internacional durante la emotiva conferencia de donantes celebrada en marzo en Nueva York. Como agente fiscal de los recursos el Banco habla con conocimiento de causa. Y la verdad es que se temía que desde que se apagaran las luces y terminaran los discursos Haití volviera a las tinieblas del abandono y el olvido. El Gobierno haitiano no está exento de responsabilidad. Se le atribuyó haberse demorado más tiempo de la cuenta en la conformación de la comisión interina y en definir con claridad los terrenos aptos para la reconstrucción de la devastada y desesperada nación.
La responsable para América Latina de la entidad crediticia, Pamela Cox, ha puesto el punto sobre las íes al reconocer que es más lo que se ha hablado, prometido y cantaleteado que lo que se ha hecho para mitigar el sufrimiento de las millares de familias que subsisten en condiciones infrahumanas, gracias a la caridad pública.
El presidente Leonel Fernández se ha ocupado de una cruzada para recordar a la comunidad internacional el compromiso con una nación que a seis meses del terremoto que dejó más de 300 mil muertos e incalculables daños materiales no ofrece todavía, por falta de recursos, verdaderas señales de recuperación.
Es cierto que los países tienen que cumplir determinados procesos para hacer los aportes, pero no es como para que a estas alturas apenas cinco gobiernos hayan cumplido con sus ofertas. Si de los 500 millones a que se comprometieron para un programa de emergencia en seis meses sólo se han recibido 98, los 5,500 para la reconstrucción de la nación son una quimera.
La realidad sobre el terreno indica que el ritmo de los trabajos es más lento de la cuenta. Y que la demora está relacionada principalmente con el pausado goteo con que fluyen los recursos a una nación que desde antes del terremoto estaba sumida en una pobreza espantosa. No hay la menor esperanza, pero cabe esperar que la crítica del organismo crediticio surta algún calado en la comunidad internacional.
http://www.elnacional.com.do/editorial/2010/7/17/54664/Ayuda-ridicula
Sólo Brasil, Colombia, Noruega, Australia y Estonia fueron citados por la entidad crediticia como los únicos países que han aportado 98 de los 500 millones de dólares que prometió la comunidad internacional durante la emotiva conferencia de donantes celebrada en marzo en Nueva York. Como agente fiscal de los recursos el Banco habla con conocimiento de causa. Y la verdad es que se temía que desde que se apagaran las luces y terminaran los discursos Haití volviera a las tinieblas del abandono y el olvido. El Gobierno haitiano no está exento de responsabilidad. Se le atribuyó haberse demorado más tiempo de la cuenta en la conformación de la comisión interina y en definir con claridad los terrenos aptos para la reconstrucción de la devastada y desesperada nación.
La responsable para América Latina de la entidad crediticia, Pamela Cox, ha puesto el punto sobre las íes al reconocer que es más lo que se ha hablado, prometido y cantaleteado que lo que se ha hecho para mitigar el sufrimiento de las millares de familias que subsisten en condiciones infrahumanas, gracias a la caridad pública.
El presidente Leonel Fernández se ha ocupado de una cruzada para recordar a la comunidad internacional el compromiso con una nación que a seis meses del terremoto que dejó más de 300 mil muertos e incalculables daños materiales no ofrece todavía, por falta de recursos, verdaderas señales de recuperación.
Es cierto que los países tienen que cumplir determinados procesos para hacer los aportes, pero no es como para que a estas alturas apenas cinco gobiernos hayan cumplido con sus ofertas. Si de los 500 millones a que se comprometieron para un programa de emergencia en seis meses sólo se han recibido 98, los 5,500 para la reconstrucción de la nación son una quimera.
La realidad sobre el terreno indica que el ritmo de los trabajos es más lento de la cuenta. Y que la demora está relacionada principalmente con el pausado goteo con que fluyen los recursos a una nación que desde antes del terremoto estaba sumida en una pobreza espantosa. No hay la menor esperanza, pero cabe esperar que la crítica del organismo crediticio surta algún calado en la comunidad internacional.
http://www.elnacional.com.do/editorial/2010/7/17/54664/Ayuda-ridicula
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