lunes, 19 de julio de 2010

Bosch no mató ni robó

Su derrocamiento dio paso a la represión, arrestos y crímenes

Escrito por: HAMLET HERMANN
El 27 de febrero de 1963, Juan Bosch se juramentó como Presidente de República Dominicana. Pasaba entonces a ser el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional. Sabía que todas las estructuras militares y policiales habían sido formadas a la usanza de la tiranía de Trujillo y disfrutaban de impunidad absoluta ante el crimen y el abuso.

Difícil situación enfrentaría entonces el Presidente de la República quien anhelaba formar una sociedad democrática. Tendría que gobernar un país en que el trujillismo se había convertido en una cuestión cultural luego de 31 años de tiranía. A pesar de eso, Bosch empezó diciendo al pueblo dominicano que durante su Gobierno no perecería la libertad. Y cumplió su palabra absolutamente.

Aseguró que la política no sería instrumento para reprimir, asesinar, apresar, ni deportar a dominicano alguno. El único incidente que se conoció de alteración del orden político fue obra del jefe de la Policía Nacional, general Belisario Peguero Guerrero. Este apresó al ultraderechista Rafael Bonilla Aybar mientras presentaba un programa de televisión en los estudios de RAHINTEL. La transmisión no se detuvo y gran parte del pueblo dominicano pudo presenciar el desagradable espectáculo. Las posteriores actitudes golpistas del General y del comentarista demostrarían que aquello fue un burdo montaje con el que se quería provocar una crisis nacional.

Bosch fue derrocado de la Presidencia el 25 de septiembre de 1963 luego de apenas siete meses de Gobierno democrático. No bien había amanecido ese día cuando empezaron las represiones, los apresamientos, las deportaciones y los crímenes realizados por el Ejército Nacional, la Fuerza Aérea, la Marina de Guerra y la Policía Nacional. Pasó a administrar el país un triunvirato que, a diario, mostraba cómo las violaciones a los derechos humanos eran la única forma de mantener el Gobierno golpista luego de haber derrocado al Presidente más votado de la historia del país. Evidentemente, habían modificado las órdenes a los militares y policías, formados en el trujillismo y estimulados por la histeria de la guerra fría que promovía Estados Unidos.

Esta experiencia del Gobierno de Bosch dejó establecido que cuando el mando superior de la nación no permite que las leyes se violen, el país puede funcionar democráticamente. La fiebre no está en la sábana. La solución al problema de las violaciones a los derechos humanos y a la delincuencia no está en los soldados, ni en los policías, ni siquiera en la oficialidad que dirige esas instituciones armadas.

Ahora, en 2010, la Dirección Nacional de Control de Drogas anuncia que sólo reclutará civiles para cumplir con su misión de frenar el tráfico de estupefacientes. Además, sacará de sus filas a los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional. Puede anticiparse que de nada servirá esta medida si no se modifica la voluntad política del Comandante en Jefe y se elimina la impunidad que ha predominado. Los militares que ahora se quieren excluir fueron, originalmente, civiles que luego recibieron entrenamiento militar o policial. En ese proceso, los superiores les inculcaron los vicios que ahora pretenden eliminar. El pernicioso ciclo “delito mayor-impunidad absoluta” no debía repetirse.

Si el Comandante en Jefe obligara a asumir severas consecuencias al policía que asesina a un ciudadano en las calles alegando “intercambio de disparos” o se hace cómplice del narcotráfico, el episodio nunca volvería a repetirse. Si, por omisión, el Alto Mando ha menospreciado el derramamiento de sangre inocente a manos de militares o policías, no hay lugar a dudas de que se está aprobando el delito.

En conclusión: Bosch podría servir de ejemplo a sus discípulos peledeístas de cómo se puede gobernar a un país de manera democrática sin violar los derechos humanos, tal como nos lo demostró en 1963. Se podría dirigir entonces una institución de manera democrática, sin abusos contra el pueblo y sin sumarse al crimen organizado, cuando el oficial y el alistado sepan que la jefatura los sancionaría de manera ejemplar.

http://hoy.com.do/opiniones/2010/7/18/334472/Bosch-no-mato-ni-robo

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