Los primeros recuerdos duraderos que tengo de Vincho Castillo se remontan a mi época de adolescente. Eran los tiempos del proceso judicial contra los asesinos de Héctor Méndez y la denuncia-querella contra Salvador Jorge Blanco.
Recuerdo que cada domingo al mediodía mi padre sintonizaba el Canal 4 para ver La Respuesta. Y yo, curioso desde chiquito, le ponía atención a las cosas que decía el doctor Castillo, y aunque no lo comprendía toda, algo se me quedabaÖ
Desde entonces admiro a Marino Vinicio Castillo Rodríguez. Y años después, ya involucrado en los medios de comunicación, tuve el privilegio de conocerle. Y a diferencia de como me ha pasado con muchos hombres públicos a quienes admiré antes de conocerlos para desengañarme después, en el caso del doctor Castillo mi admiración no hizo más que aumentar cuando pude comprobar de cerca su dimensión humana.
Hoy puedo decir con mucho orgullo que tanto yo como mi familia nos sentimos honrados y distinguidos de poder disfrutar de la amistad y el cariño de Vincho Castillo, de su esposa, de sus hijos...
Y como siempre he creído que de un hombre nada habla mejor que su familia, basta detenerse en la familia de Vincho para saber de qué tipo de hombre estamos hablando.
Se trata de una familia ejemplar forjada junto a una mujer extraordinaria y consagrada como Doña Sogela Semán, y formada por cuatro hijos ejemplares. Pelegrín, quien como abogado y político dedicado al servicio público ha asumido posiciones verticales en defensa del interés nacional, sin nunca haber recibido el mas mínimo señalamiento por el dedo inquisidor de esta sociedad; Juárez, abogado de los buenos y un ciudadano y padre ejemplar; Vinicio, quien como comunicador, político y abogado ha debido asumir y le corresponderá seguir asumiendo muchas de las batallas históricas de su padre, y que lo hace con la misma valentía y pasión de su progenitor. ¿Y qué decir de Sogela María, una gran profesional y mejor madre, que además destila dulzura y solidaridad cristiana en cada palabra y acción?
Pero de Vincho hablan no sólo la bonhomía de su familia, sino también su compromiso con la Patria. Demostrado por la transcendencia de los temas que ha abrazado y la verticalidad con que lo ha hecho.
Lleva décadas advirtiendo sobre el peligro de las drogas y el narcotráfico. Cuando aquí nadie le ponía caso a ese tema, ya Vincho estaba denunciando el peligro que acechaba a la juventud dominicana. Y que ha enfrentando a los cárteles de la droga nacional e internacional, denunciándolos a riesgo de su vida.
Un riesgo real... No los inventos de esta canalla cobarde.
Porque no es lo mismo desafiar a peligrosos narcotraficantes, denunciando sus complicidades con nombres y apellidos, a pecho descubierto, sin nunca haber reclamado protección ni pasar facturasÖ A inventarse supuestas tramas y amenazas para montar espectáculos mediáticos y salir corriendo a exigir protección y amparo ante amenazas que sólo existen en sus retorcidas cabezas.
Vincho Castillo también ha sido una voz inquebrantable en defensa de la soberanía nacional ante las amenazas de disolución, parida de intereses espurios que procuran resolver el problema haitiano por la vía dominicana.
Hace años que Vincho viene advirtiendo del peligro que se cierne sobre el país ante la política de desestabilización de Haití, la indiscriminada migración hacia el lado oeste de la isla, y los financiamiento de las ONG’s que buscan crear las bases de una “minoría étnica” que conviertan la isla de Santo Domingo en una especie de “Balcanes del Caribe”.
Cuando Vincho comenzaba a denunciar estos planes -hace ya más de tres décadas- muchos se burlaban y lo politizaban. Y ahora... ¿cual es la situación? Quién se atreve a burlarse ante la realidad y los problemas que ocasiona en todos los órdenes esta masiva migración haitiana. O ante los evidentes ataques que todos los días sufre la República Dominicana en cortes internacionales procurando conculcar su derecho soberano a otorgar la nacionalidad.
Pero por igual, asuntos tan importantes como la corrupción administrativa, la defensa de los recursos naturales, del campo y de los campesinos, siempre han tenido en Vincho Castillo una de sus más altas y constantes voces para la denuncia y la defensa.
En fin, que son más de 80 años de vida digna. Con al menos tres cuartas partes de ella dedicadas a su profesión, al servicio público y a la defensa de los más transcendentales intereses de la Patria.
Y una vida de decoro y decencia como la de Marino Vinicio Castillo no podrán denostarla y desmeritarla una decena de patanes y resentidos, dos o tres difamadores y un par de come cheques de ONG’s, políticos y empresarios inescrupulosos. Gentes a quienes debería darles vergüenza ---si tuvieran--- los orígenes de los dineros con los que han financiado cada uno de sus fracasados periódicos digitales.
Porque si malo es hacer un estercolero por convicción, peor aún es confeccionarlo a la medida de quien o de quienes les estén pagando sus facturas.
¡Eso es de gente realmente despreciable!