Lic. Vinicio A. Castillo Semán - 10/26/2009
He querido escribir sobre un hecho histórico que por su importancia y connotación política merece ser conocido en profundidad y con estricto apego a la verdad por el pueblo dominicano. A mi padre,
Dr. Marino Vinicio Castillo, testigo y protagonista de episodios cruciales de aquella noche del 16 de mayo de 1978, le he pedido (sin haberlo logrado) que escriba, para que quede constancia histórica de lo ocurrido y no sean las fábulas e historietas politiqueras las que, con sus falsedades, conformen la memoria histórica de los dominicanos.
El
general Juan René Beauchamps Javier, entonces Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, amigo entrañable de mi padre desde su juventud (jugando pelota), lo había invitado a la sede de la Secretaría castrense a esperar los resultados electorales de las elecciones celebradas ese día. El
Dr. Castillo relata que
“Tito” Beauchamps estaba tranquilo y despejado en las primeras horas de aquella noche, sin que los primeros boletines de la Junta Central Electoral, favorables al Partido Revolucionario Dominicano, provocaran en él mayores perturbaciones.
El
general Beauchamps, incluso, llegó a charlar con mi padre y otros amigos de lo que sería su vida civil en caso de que el
Dr. Balaguer fuera derrotado y su interés de dedicarse a su finca, ubicada en Abreu, próximo a Río San Juan, la misma propiedad en que muchos años después fuera asesinado.
Próximo las 10 de la noche, todo estaba en calma en la sede de las FFAA, hasta que llegó un prominente oficial de las Fuerzas Armadas, ya fallecido, desde la residencia del
Presidente Balaguer, iniciándose de inmediato una reunión a puerta cerrada con los máximos jefes militares en el
despacho de Beauchamps, a la que el
Dr. Vincho Castillo no tuvo acceso. Tan pronto concluyó esa reunión, el general Beauchamps salió totalmente transformado, y ante el asombro de mi padre y en su presencia, se empezaron a impartir órdenes de interrumpir los conteos de la Junta Central Electoral, las transmisiones de televisión y radio y otras drásticas medidas represivas que apuntaban claramente a la consumación de un golpe de estado militar.
Consciente de la tragedia nacional en curso, aprovechando su innegable ascendiente sobre su amigo
Tito Beauchamps, y convencido plenamente de que el
Dr. Balaguer no aprobaría jamás lo que estaba ocurriendo, el
Dr. Vincho Castillo convenció a Beauchamps y a su otro influyente amigo ahí presente, el
general Neit Rafael Nivar Seijas, de la necesidad que ellos tenían de ver directamente al
Presidente Balaguer en su residencia.
Poco antes de las 2 de la madrugada, en el Lincoln Continental placa No.3, verde olivo, del Jefe de las Fuerzas Armadas, el
Dr. Castillo y los generales Beauchamps y Nivar Seijas se dirigieron (sin vehículos de escolta) a la Máximo Gómez 25. Cuando llegaron, el
general Eladio Marmolejos, entonces jefe de seguridad de la residencia presidencial, le dijo al
general Beauchamps que el
Presidente Balaguer dormía, a lo que éste en tono enérgico ordenó que lo levantara.
El
Dr. Castillo subió a la segunda planta, junto con sus dos amigos jefes militares, donde residía el
Presidente Balaguer y en una sala contigua a la habitación presidencial pudo ver con una bata roja a su entrañable amigo, con evidente dificultad de visión, preguntándole éste de inmediato qué estaba ocurriendo, no sin antes ordenar a los militares que permanecieran en la pequeña sala.
La reacción del
Presidente Balaguer fue exactamente la que el
Dr. Vincho Castillo esperaba. “Eso no puede permitirse. Eso sería antihistórico. Todo tiene que mantenerse en el plano institucional”, le respondió el mandatario al
Dr. Castillo al enterarse de lo ocurrido, impartiendo de inmediato las órdenes a los
generales Beauchamps y Nivar a desmontar todo el entramado del golpe militar que en los hechos se había producido horas antes, despidiéndose de mi padre con la frase: “Y cuídate mucho”.
Es en ese momento crucial cuando concluye la entrevista del
Dr. Castillo y el Dr. Balaguer, que se libra a la
República Dominicano del colapso de su sistema democrático y de lo que hubiera sido innegablemente una gran tragedia nacional, que hubiera podido repetir una guerra civil tipo la de 1965, si la sangre hubiera corrido esa madrugada en la que se ordenó perseguir y apresar a todos los líderes de la oposición.
Recuerdo perfectamente, siendo un muchacho, cuando mi padre llegó a mi casa en el Ensanche Naco y lo primero que hizo fue llamar a su primo
Joselín Rodríguez Conde para que le buscara de inmediato a
Salvador Jorge Blanco, quien era ya en ese momento el virtual Senador electo del Distrito Nacional.
Jorge Blanco llegó a nuestra casa a las 6:30 de la mañana, evidentemente con signos de no haber pegado los ojos en esa madrugada. Allí fue enterado por quien era en ese momento su amigo, el
Dr. Vincho Castillo, de todo lo acontecido, con la encomienda de informarle a
don Antonio Guzmán y a la dirección de su partido PRD de que todo se normalizaría en las próximas horas, ya que el
Dr. Balaguer había impartido las instrucciones precisas a los militares en ese sentido.
Es después de tales acontecimientos claves de la noche del 16 de mayo y la madrugada del 17 en que se desarrollan las presiones de
Jimmy Carter y Carlos Andrés Pérez, en ese entonces Presidente de Venezuela, a favor del Partido Revolucionario Dominicano y del resultado favorable a éste en las urnas.
Lo que ocurrió posteriormente en el proceso de impugnación que demandaba realizar elecciones complementarias en cuatro provincias (por dislocamiento de votantes), culminó con el denominado
“Fallo Histórico”, que fue el producto directo de una negociación secreta en la que el
Dr. Vincho Castillo no participó, ni tuvo nada qué ver, llevada a cabo por la
Administración Carter, el Presidente Carlos Andrés Pérez, el Dr. Balaguer y enviados personales de quien era el Presidente electo,
Antonio Guzmán, quien entendía junto con su familia que, a fin de cuentas, le iría mejor con un
Senado controlado por
Balaguer y no por
Salvador Jorge Blanco, en lo que el tiempo demostró no se equivocó.
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