jueves, 29 de julio de 2010

El mito del hombre infalible

7:12 PM -

 
Existe una categoría, ya en vía de extinción, por suerte, dentro del género humano que se autoproclama, o se cree infalible. Ese prototipo de hombre es un espécimen que mide y mira a los demás hombres con el equivocado presupuesto antropológico-metodológico de que sólo ellos son depositarios y detentores de la inteligencia y del saber. ¡Vaya presunción absurda y retorcida de la evolución humana!

Así, he sido testigo de la existencia y accionar de esa categoría o mito que se expresa en todos los ámbitos de la vida en sociedad. Por ejemplo, el hombre infalible no admite ni tolera que alguien tenga la razón aún sobre un tema trivial o de poca relevancia. Por lo general, sus argumentos y razonamientos son fulminantes, concluyentes e inapelables, so pena, de correr el riesgo, el que lo contradiga, de pecar de ignorante, analfabeto y falto de lógica.

En ese contexto, el hombre infalible es una suerte de gurú o de filósofo antiguo; aunque sus dominios estén referidos a una sola asignatura por más que se empecine en exhibir y demostrar saberes infinitos, que de antemano, sabemos que no posee. A nadie engaña, pues.

El hombre infalible es un ente social que mira con la rabiza del ojo y que está en constante caza de momentos u oportunidades con el disimulado propósito de visualizar negocios y conveniencias. Por ello, su vida -que debería ser un reflexionar- se debate entre una agenda comercial y el sentido de la utilidad de la gente como de las instituciones. Esa esencia o característica, lo hace inmune a sentir afecto y a valorar a los demás en su justa dimensión humana. Cree -erróneamente- que si alguien no sabe de algo en específico, o de su conveniencia, entonces, es, porque esa persona, sencillamente, resulta un inepto, o peor aún, un bagazo humano.

Sin embargo, y muy a pesar de su pretendida superioridad, el hombre infalible -casi siempre- carece de manejo político y comete, con inusitada frecuencia, el grasso error de subestimar y de etiquetar a todos a su alrededor, obviando u olvidando que, el que no es apto para una cosa bien podría serlo para otra. Lógicamente, hoy día desconocer ese principio elemental, equivale a ser más que un lego en materia de gerencia de recursos humanos, una mentira de la edad de piedra.

No me imagino cómo sería someterse a los caprichos, deseos e intereses del hombre infalible. Pero, probablemente, ese mundo esté poblado de órdenes, vejaciones y excesiva rigidez mental, sin contar, con berrinches, exabruptos, insultos y cambios temperamentales cuando las cosas no salen bien, o marchan por rumbos imprevistos. O no pocas veces, cuando descubre que los demás no son tan tontos ni tan brutos como pensaba o suponía.

Cierta vez, le pregunté a un viejo amigo que, a la sazón, disfrutaba -según él- de tener un amigo infalible, que cómo era la relación de amistad (¿?) entre ambos. Me la sintetizó con una escueta oración: “es como una carretera de una sola vía: nadie viene, excepto, él mismo”.

Final y afortunadamente, la categoría o mito del hombre infalible está en crisis irreversible, muy probablemente, porque el fenómeno de la globalidad ha borrado del mapa geográfico-cultural universal el paradigma del otrora hombre equipo y cada vez más se impone el hombre como pluralidad universal que no necesita ser un superdotado, sino, el ente vital que puede abrir o cerrar una puerta, desarrollar y vender una idea, adaptarse a los avances tecnológicos; pero sobre todo, la innegable realidad global de la interdependencia entre los hombres sin importar raza, religión, ideología, grados académicos o barreras idiomática-culturales. En consecuencia, el acta de defunción del hombre infalible, probablemente, es su chofer o su seguridad, que en un momento dado, pueden sortear peligros, esquivar hoyos, detectar precipicios, procurar y recordar atajos para preservar vida y dar lecciones de sapiencia o de sentido común que, muchas veces, es eso: el más común de nuestros sentidos.

Así, de sencillo, práctico y elemental, es el mundo de hoy.

Por: Fco. S. Cruz

http://elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=207795

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