miércoles, 25 de septiembre de 2013

Testimonio de Una Hija

SOGELA MARÍA CASTILLO SEMÁN
Mi padre, Marino Vinicio Castillo Rodríguez, es para mí y para todos mis hermanos un padre maravilloso y ejemplar.
Su bondad, su entereza, su amor desmedido por nuestra Patria bendita, ha sido el norte de toda su vida.
Nos enseñó desde pequeños que la verdadera riqueza está en la honradez. Ese ejemplo digno que recibimos, esa fe en el Todopoderoso que nos ama, nos protege y siempre provee, es lo que nos hace  sentir bendecidos y afortunados.
Más que su inteligencia y el inmenso talento que tiene, la sencillez y la humildad que le caracteriza  es su verdadera grandeza.
Claro, para muchos inescrupulosos es difícil entender que siendo Vincho Castillo un profesional tan brillante y un colaborador tan importante de los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer, del doctor Leonel Fernández y hoy del presidente Danilo Medina, tal como Dios manda, jamás se haya beneficiado de sus relaciones para sacar provecho propio ni para ninguno de los suyos.
El ladrón muchas veces juzga por su condición. A los corruptos, a aquellos que venden su cuerpo y su alma por dinero, les  parece imposible entender que mi padre no tenga cuentas bancarias, ni bienes, más que los que por cientos de años le corresponden a su familia y los que, por décadas, ha podido adquirir tan dignamente.
A mi padre no le interesan ni los lujos, ni la fastuosidad, ni los viajes. Sólo  su familia y el bien de su Patria.
Recuerdo, hace unos años, cuando en una actividad que tuvimos en la finca nos acompañara nuestro entrañable amigo el doctor Leonel Fernández y llevó consigo al expresidente de Costa Rica, José María Figueres. Al pasar éste último a nuestra casa y ver la sencillez con la que viven mis padres, comentó: “Está claro que estamos en la casa de un funcionario honesto”.
Es esta nuestra mayor riqueza y bendición; lo que nos llena de orgullo y de mayor satisfacción. Mi padre, en vez de dedicarse por entero al ejercicio de su profesión, desde hace ya muchos años, al igual que mi hermano Pelegrín, se consagró por entero a servirle a su país.
Pudo ser inmensa su fortuna material. Mas no fue así. Decidieron, en cambio, luchar en contra de la corrupción, por la defensa de nuestra nacionalidad, de la vida, teniendo como norte solamente el bien de nuestra Nación. Decidieron  exponer su vidas, sin importar los riesgos inmensos que ello implica, para evitar que las drogas nos arrebaten a los niños y la juventud; para cerrarle el paso al narcotráfico que tanto ha desquiciado a tantas sociedades. Esta verdad tan cruel que mi padre a base de prédica constante intentó advertir hace ya tantos años, cuando sus enemigos llegaron a llamarle fabulador. Penosamente no le hicieron caso y hoy nos llena de tristeza el ver cómo nuestra historia de paz y armonía la perdemos cada día en un pozo de dolor y sangre.
Fruto de esa lucha titánica y valiente, hoy también vemos cómo a ese hombre digno, defensor incansable de nuestra sociedad, pretenden en vano descalificarlo y aniquilarlo moralmente. Existe una verdadera conjura del mal en su contra.
El narcotráfico y el sector político más peligroso que le protegiera y le prohijara desde el poder, está a la cabeza de esa maldad; aquellos que les abrieron las puertas a esa maquinaria de muerte y le ofertaron vilmente nuestro territorio; los que se hicieron millonarios a costa de las arcas públicas, que son los verdaderos verdugos de este país, hoy andan apandillados; insolentes en su impunidad.
Una impunidad que jamás debió ser permitida, porque gracias a ella por poco vuelven para  desgraciar a nuestro país,  aún  más de lo que lo hicieron en su paso funesto por el poder.
Por esa impunidad andan hoy comprando voces para intentar torcer la opinión pública  y destruir honras bien ganadas en base a trabajo honesto y tanto sacrificio. Por esa impunidad hoy pretenden desdibujar lo que fuera un gobierno bueno que llevó nuestro país casi milagrosamente por camino de progreso en medio de una crisis mundial terrible y hoy también pretenden desestabilizar a  un gobierno sano y honorable con el que Dios nos premió nueva vez.
Pretenden en vano desacreditar a mi padre, sin reparar que ofende quien puede, no quien quiere. Porque ataques provenientes de corruptos, de mercaderes de la palabra, no son más que la  señal inequívoca de que avanzamos en la lucha de todo el oprobio que ellos representan.
A todos ellos les digo: No importa cuántos sean, ni que se agrupen todos, ni el poder que tengan. No podrán contra Vincho Castillo, pues esta batalla él la libra porque es un soldado sobre armado y resguardado por Dios. El Dios que es verdaderamente Todopoderoso, a quien él  ama y le sirve con honor.


http://www.fuerzanacionalprogresista.org/testimonio-de-una-hija/

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