Desde que Rafael Trujillo Molina le reconoció en los primeros años de su gobierno personalidad jurídica a la Iglesia Católica en nuestro país, esa institución milenaria ha estado representada en la inmensa mayoría de sus niveles jerárquicos por sacerdotes ecuánimes, prudentes, lúcidos, inteligentes, que estuvieron conscientes del importantísimo papel que la iglesia debía jugar en el reordenamiento y organización del débil Estado dominicano, en cuya vida, hasta ese momento, la iglesia no había tenido un peso o influencia importante. Monseñor Pittini, sacerdote salesiano de origen italiano, en el registro de nuestra memoria se merece mucho respeto, porque él y el pequeño grupo de sacerdotes que en principio le acompañaron auspiciaron, programaron y ejecutaron la creación de centros de enseñanza que jugaron un papel estelar.
A Pittini le sucedió Monseñor Beras y a Beras el Cardenal López Rodríguez, que es, a juicio del autor de esta columna, un patriota, defensor de la soberanía y la identidad de la República y la más brillante figura, en la historia contemporánea de la Iglesia Católica en nuestro país. Hay otros sacerdotes, dominicanos y extranjeros, que nos honran y distinguen, que en términos religiosos, pedagógicos, educativos y académicos, se merecen nuestro reconocimiento y respeto por el aporte que hacen. Pero también se dan, como excepción, no como regla, otros casos que generan serias preocupaciones. Pruebas al canto:
Antes de terminar la primera semana de enero, en Dajabón, más de 800 haitianos, carentes de documentación, ilegales, ocuparon la Parroquia Nuestra Señora del Rosario bajo el liderato del sacerdote Regino Martínez alegando, con argumentos infantiles, que las autoridades de Migración les impedían el reingreso al territorio nacional luego de haber ido a su país durante las navidades. El sacerdote, que sin lugar a dudas organizó y dirigió ese desorden mayúsculo, entre los argumentos preocupantes y risibles que esgrimió para justificar el tumulto irrespetuoso dijo: “En la iglesia hay 450 migrantes y en la parroquia de Juana Méndez ( poblado fronterizo haitiano), se encuentran 150 más que fueron maltratados por las autoridades dominicanas anoche”.
Y agregó Regino Martínez: “Estos haitianos que se encuentran en esta iglesia de Dajabón están organizados y trabajan en la agroindustria del Noroeste, e inmediatamente voy a oficiar una misa en créole y en español”. Días después el padre Regino ofició una segunda misa en creole y declaró que: “responsabilizaba a las autoridades de migración de la hambruna que están sufriendo los refugiados en esta iglesia”. Regino Martínez entre todas las cosas que dijo explicó que había decidido apoyar a los emigrantes junto a representantes del Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados. Para justificar su atrevida acción este sacerdote, agresivo e insolente, aseguró que: “Muchos de estos haitianos poseen carnet de la Asociación de Trabajadores Agrícolas Migrantes Haitianos del Noroeste Dominicano”.
¡Cuánto atrevimiento e irrespeto a las autoridades de nuestro gobierno! Este gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, que preside el ciudadano Leonel Fernández Reyna, elegido por la mayoría de los votantes dominicanos. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Porque el comportamiento de Regino Martínez es también un irrespeto a la Iglesia Católica Dominicana, al patriotismo, seriedad y firmeza con que el Cardenal López Rodríguez defiende la República y al Estado dominicano, y es una falta de respeto, injustificable, a todo el pueblo dominicano, a sus autoridades legales, legítimas, que tienen la responsabilidad de velar y servir a la tranquilidad y al bienestar de la Nación.
En infinidad de ocasiones, en los medios de comunicación radiales y televisivos, el autor de esta columna ha reiterado que la integridad, el presente y el futuro de la nación dominicana está supeditado fundamentalmente, a la existencia, capacidad, integridad y conducta de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, como Institución de orden público, la Iglesia Católica y las Iglesias Cristianas y a la vigencia permanente y continua de un partido político que la dirija, inspirado en el ejemplo de los fundadores de la República, de los Próceres que la Restauraron, a partir de agosto de 1863 y del ejemplo de abnegación y sacrificio que han dado legiones de mujeres y hombres que han luchado por su existencia. Si aceptamos conductas irrespetuosas, atrevidas, como la del sacerdote Regino Martínez, le quedaran muy pocos años de existencia a este esfuerzo extraordinario que en el orden jurídico internacional responde al nombre de República Dominicana. Denunciemos constantemente a Regino Martínez y a los que como él ofenden la dignidad y el derecho a su existencia que tiene el pueblo dominicano.
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