Los agentes policiales, un cabo y un raso, han sido los héroes en la persecución y arresto de los cabecillas de un “comando” integrado por militares que el jueves asaltó la empresa Parmalat.
El comando, integrado por doce personas armadas con metralletas, tenía evidente capacidad operativa, dada la condición de sus miembros, aunque esto no les sirvió para cumplir lo que se proponían durante la operación.
Fueron descubiertos y, cuando se dio la orden para que la patrulla integrada por el cabo Kelvin Mateo y el raso Wilman Cuevas Céspedes acudiera al sitio, ambos agentes lograron herir y apresar a los cabecillas, tras un intercambio de disparos en el que pusieron en riesgo sus vidas.
Estos ejemplos de heroísmo y valentía en gentes que no ganan un buen salario y que no están comprometidos con actividades delictivas, enaltecen a una Policía Nacional que muchos quieren vilipendiar, desconociendo el esfuerzo de profilaxis que lleva a cabo la jefatura del mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín para limpiarla de lacras.
Ya muchas de esas escorias han sido puestas fuera de la institución, pero aparentemente quedan otras, en estado latente, que tarde o temprano tendrán que ser descubiertas y erradicadas de inmediato, dentro de un proceso de depuración que ya se torna inevitable e indetenible.
El presidente Leonel Fernández, en un acto de justicia, dispuso ayer el ascenso de estos dos agentes, con lo cual reconoce los méritos en la acción, elevando así la autoestima de aquellos que, desde dentro de la Policía, no se han contaminado con las tentaciones del delito, y le prestan un inestimable servicio a la sociedad, protegiendo vidas y propiedades.
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