Por Ruddy L. González viernes 30 de enero de 2009, 12:41:11 PM (AST)
En noviembre del 2004, los economistas Andy Dahuajre y Jaime Aristy pronosticaban que en enero siguiente los dominicanos viviríamos los rigores de un gran caos económico y financiero interno y, por ende, esto nos llevaría al borde de estallidos sociales y crisis política. Los que oímos esas premoniciones sentimos conturbación. El paso de los días, las semanas y los meses despejaron las preocupaciones. El correr de los años, bajo el mismo predicamento de parte de los mismos pronosticadores, hemos llegado a la conclusión de que esos anuncios de catástrofe no eran más que cucos, bulla barata y la pretendida excusa del desastre económico en que hundieron al país entre el 2002 y el 2004.
Durante el calificado difícil 2008, los dominicanos vivimos asustados, con un nudo en la garganta, no por los presagios de esos pitonisos del 2004 sino por la profunda crisis que sacudió al mundo y que hoy tiene patas arriba a no pocas sociedades.
Los violentos aumentos de los precios del petróleo, la crisis económica y financiera de los grandes países y la inestabilidad mundial con los precios y producción de los alimentos apuntaban a golpearnos duramente y hasta a que naufragaríamos.
Hemos sufrido golpes. Hemos tenido que apretarnos el cinturón. Hemos tenido que someternos a economías domésticas y renunciar a una gama de comodidades. Eso es lo que hacen las sociedades cuando vienen los tiempos malos. Frente a esta situación el país, bajo la dirección de su Presidente, no se quedo cruzado de brazos y se echó a llorar.
Seguimos hacia delante, con prudencia y objetividad frente a la crisis. Y fue así como logramos que el 2008 cerrara con una inflación por debajo de lo proyectado, apenas en un 4,7%; la tasa de cambio del US$ mantuvo una estabilidad asombrosa; la economía creció en los más altos niveles del continente; la banca cerró con beneficios récords; el país cumplió con sus compromisos internacionales; cumplimos metas y abrimos un nuevo año con una visión clara de que debemos ser austeros, precisos, conscientes pero decididos en nuestras inversiones, porque no podemos detener la realidad que nos impone la competitividad, la creatividad, la unidad y la fe en nuestro destino.
El Metro de Santo Domingo corre hoy cargado de pasajeros, el ritmo de la economía se ha mantenido pese a los rigores que nos imponen una mundialmente cauta inversión extranjera, un flujo menos entusiasta de turistas y una disminución de remesas desde Estados Unidos y Europa.
El país, en sentido general, sigue su curso ahora imbuido en las esperanzas que generan la discusión de gobierno y gobernados en un diálogo que apunta a unificar luchas para enfrentar nuestros problemas y pobrezas. ¿Magia, suerte, chepa? No, sencillamente, decisión y visión de futuro. |
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