domingo, 26 de abril de 2009

La revolución democrática de Juan Bosch

POR RAFAEL NUÑEZ*
*EL AUTOR es director de información y prensa de la Presidencia.


Cuando en 1962, el profesor Juan Bosch puso en marcha desde el gobierno su visión de la democracia, unos pocos dominicanos no la entendieron, empezando por los gobernantes de turno de Estados Unidos, que confundieron su pensamiento con el que impulsó la revolución cubana de Fidel Castro. Por eso, el golpe de Estado de sectores retrógrados en complicidad con la Embajada americana, funcionó hasta derrocar el gobierno legítimo.


Era chocante, sin embargo, para ciertos sectores nacionales y extranjeros, que luego de una dictadura tan aberrante como la de Rafael Leonidas Trujillo, empezara a funcionar desde la Presidencia de la República una visión tan democrática como la de Bosch. Era ir de un extremo a otro, una verdadera Revolución Democrática la que emprendió Bosch con su partido, luego de la caída de la dictadura.

¿Cuáles son los compromisos generacionales que hemos venido postergando desde 1963 hasta la fecha?

El aspecto fundamental de esa Revolución Democrática iniciada por Bosch tiene que ver con la Constitución votada y proclamada el 29 de abril de 1963 (¡que coincidencia, abril!) cuya prolongación histórica empalma con el acto trascedente que debe acometer el actual Congreso para saldar esa vieja deuda con la Patria y con Juan Bosch.

Aquella Constitución tenía un breve preámbulo, como se establece en el proyecto actual y, luego, pasa a detallar los principios fundamentales como la dignidad humana; la libertad, la igualdad y la justicia; el desarrollo armónico de la sociedad; la consagración del trabajo como derecho fundamental del hombre, y declaraba como calamidad pública la vagancia, los vicios y la mendicidad.

En el artículo 5 de aquella Constitución se castigaba al empleado o funcionario públicos que valiéndose de su posición se favoreciera económicamente o prevaleciéndose de ello facilitara ventajas económicas a familiares o terceros, castigada en esa Carta Magna con la degradación cívica. Esto fue de gran relevancia para entonces por todo lo que aconteció con la corrupción en los gobiernos que precedieron al de Bosch.

Después de ordenar lo atinente al Escudo, la Bandera, los colores de ésta y la forma de gobierno, la Constitución de 1963 permitió la sindicalización libre, un derecho que fue conculcado durante la tiranía de 31 años. Se consagró la libertad de trabajo y el principio de que a igual trabajo corresponde igual salario. Aquella constitución estableció el derecho a la propiedad privada, el acceso a los terrenos, la creación de cooperativas para usufructuar las tierras, los derechos a la educación y la salud gratuitos, y se condenaba a las personas que se dedicaran al acaparamiento de productos básicos en perjuicio de los consumidores. En fin, una Constitución de la década del 60, pensada para cuatro décadas después.

La visión histórica del profesor Bosch, empero, se vio interrumpida, y esa interrupción devino en una revuelta civil por la vuelta a la constitucionalidad. Lo ocurrido después, ya sabemos las consecuencias, pero ha quedado como una deuda histórica con el proyecto de transición de un régimen tiránico a una democracia plena, genuina, un verdadero estado de derecho. Como ayer, “Bosch está nuevamente en mayoría en el Congreso, como dijera el presidente Leonel Fernández, para conducir a la República a una Constitución moderna, democrática y que garantice la justicia social”. Es a los actuales congresistas que corresponde, como se sabe lo harán, ponerse a la altura de las circunstancias. La Revolución Democrática de Bosch no concluye con una nueva constitución, es el inicio de otras transformaciones y reformas pendientes.

http://www.almomento.net/news/135/ARTICLE/31978/2009-04-24.html

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