domingo, 2 de noviembre de 2008

Mandamientos ecológicos

La naturaleza no debe considerarse como una realidad divina en sí misma; por lo tanto no debe apartar de la acción humana. es, más bien, un regalo ofrecido por nuestro creador a la comunidad humana, confiado a su inteligencia y a su responsabilidad moral. el desarrollo económico, además, necesita tener en consideración la integridad y el ritmo de la naturaleza
Por Monseñor Ramón Benito De la Rosa y Carpio / El Caribe
Domingo 2 de noviembre del 2008 actualizado a las 2:00 AM

A. Me parece útil e interesante el difundir ampliamente los principios o criterios siguientes sobre ecología, que han sido llamados “Diez Mandamientos ecológicos, según la Iglesia”.
Han sido tomados de los números 451-470 del “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” y de diferentes textos del “Catecismo” de la misma Iglesia católica.

Ellos son en realidad, un buen resumen de los principales puntos de la enseñanza de la Iglesia católica sobre temas ecológicos.

Sabemos que la solución a la preservación de la naturaleza y a los daños que se le hacen a ella y a la humanidad dependen en buena parte de serias decisiones políticas en el más alto nivel mundial y en los más diversos niveles nacionales y empresariales.

Es, ciertamente, “un problema político”.
Pero en último término es un problema ético, moral y religioso: el valor del dinero se ha puesto sobre cualquier otro valor, incluido el bien de la naturaleza y del ser humano mismo.

De ahí que hemos de volver, una y otra vez, sobre los grandes principios o criterios, que han de orientar el pensamiento humano, formar la conciencia y marcar las pautas de la acción personal, comunitaria y política, hasta que un día se pongan en práctica y sean realidad.

Dado el imperio de las naciones poderosas, de las trasnacionales y de los políticos corruptos de los países más pequeños, que imponen sus decisiones a como dé lugar, estos diez mandamientos parecen superfluos e inoperantes.
Sin embargo, son ellos la lucecita o el faro, como se les quiera llamar, que nos señalan el camino a seguir y fundamentan, a la corta o a la larga, las leyes que regirán a la humanidad.

Son ellos un sueño, que un día cobrarán cuerpo y recorrerán los senderos del planeta Tierra, sus valles y montañas, sus mares y ríos.

Hemos, pues, de repetirlos, de ésta u otra manera, a la saciedad, sin cansarnos y sin perder la fe en ellos, la esperanza de que un día serán aplicados y el amor a la naturaleza misma en todas sus nobles manifestaciones.

He aquí, entonces, esos diez criterios o principios, que con razón han sido llamados “Los diez mandamientos ecológicos de la Iglesia católica”:

1 La Biblia y la ecología. La Biblia presenta los principios morales fundamentales de cómo afrontar la cuestión ecológica. La persona humana, hecha a imagen de Dios, es superior al resto de las criaturas terrenales que, a su vez, deben usar responsablemente.

La encarnación de Cristo y sus enseñanzas testimonian el valor de la naturaleza: Nada de lo que existe en el mundo está fuera del plan divino de creación y redención.

2 Naturaleza como instrumento.
La enseñanza social de la Iglesia recuerda dos puntos fundamentales.
No debemos reducir la naturaleza a un mero instrumento a manipular y explotar.

Ni debemos hacer de la naturaleza un valor absoluto, o ponerla por encima de la dignidad de la persona humana.

3 Un bien colectivo. La cuestión del medio ambiente abraza a todo el planeta, puesto que es un bien colectivo.
Nuestra responsabilidad hacia la ecología se extiende a las futuras generaciones.

4 Respeto a la persona humana. Es necesario confirmar la primacía de la ética y de los derechos del hombre sobre la tecnología, para preservar la dignidad humana.

El punto central de referencia para toda aplicación científica o técnica debe ser el respeto por la persona humana, que, a su vez, debe tratar a los demás seres creados con respeto.

5 La naturaleza, regalo de Dios. La naturaleza no debe considerarse como una realidad divina en sí misma; por lo tanto no debe apartar de la acción humana.

Es, más bien, un regalo ofrecido por nuestro Creador a la comunidad humana, confiado a su inteligencia humana y a su responsabilidad moral.

6 Los recursos naturales son limitados. Las cuestiones ecológicas ponen de relieve la necesidad de alcanzar una mayor armonía entre las medidas destinadas a fomentar el desarrollo económico y las dirigidas a preservar la ecología, y entre las políticas nacionales y las internacionales.

El desarrollo económico, además, necesita tener en consideración la integridad y el ritmo de la naturaleza, puesto que los recursos naturales son limitados.

Y toda actividad económica que utilice los recursos naturales debería incluir también los costes de salvaguardar el medioambiente en los cálculos de los costes totales de su actividad.

7 Medio ambiente y distribución de los bienes. La preocupación por el medio ambiente significa que debemos trabajar activamente por el desarrollo integral de las regiones más pobres.

Los bienes de este mundo han sido creados por Dios para ser utilizado sabiamente por todos. Estos bienes se deben compartir, de una forma justa y caritativa.

El principio del destino universal de los bienes ofrece una orientación fundamental para tratar con la compleja relación entre ecología y pobreza.

8 Colaboración por acuerdos internacionales. La colaboración, por medio de acuerdos mundiales, respaldados por el derecho internacional, es necesaria para proteger el medio ambiente.

Es necesario poner en práctica la responsabilidad por el medio ambiente de forma adecuada a nivel jurídico. Estas leyes y acuerdos deberían guiarse por las exigencias del bien común.

9 Escaparse de la mentalidad consumista. Los estilos de vida deberían orientarse según los principios de sobriedad, templanza y autodisciplina, tanto a nivel personal como social.
Las personas necesitan escaparse de la mentalidad consumista y promover métodos de producción que respeten el orden creado, así como la satisfacción de las necesidades de todos.

Una mayor conciencia de la interdependencia entre todos los habitantes de la tierra ayudaría a este cambio de estilo de vida.

10 Respuestas espirituales a los problemas ambientales. Se debe dar una respuesta espiritual a las cuestiones medioambientales, inspirada por la convicción de que la creación es un don que Dios ha puesto en manos de la humanidad, para ser usado de modo responsable y con cuidado cariñoso.

La orientación fundamental de las personas hacia el mundo creado debería ser de gratitud y agradecimiento.
El mundo, de hecho, conduce a las personas hacia el misterio de Dios que lo ha creado y lo sigue sosteniendo. Si se olvida a Dios, la naturaleza se vacía de su significado más profundo y queda empobrecida.

B. Estos mismos diez grandes criterios o mandamientos orientadores se pueden resumir, a su vez, de manera categórica e imperativa, en las siguientes diez expresiones, cargadas de fuerza moral y de verdad ética:

1. Usa la tierra y sus recursos con responsabilidad.

2. No manipules ni explotes de mala manera los recursos naturales.

3. Piensa que la Tierra también es para nuestros hijos.

4. Trata con respeto la Tierra y sus recursos naturales.

5. No modifiques el ecosistema.

6. Cuando utilices los recursos naturales, no dañes el medioambiente.

7. Trabaja por el desarrollo de los pobres.

8. Ayuda a crear leyes para proteger el medioambiente.

9. Cambia tu estilo de vida, cuida el planeta Tierra.

10. Agradece a Dios por haberte confiado el cuidado de la Tierra.

C. El desajuste ecológico y el calentamiento de la Tierra, para un economista, normalmente, se resume en una inadecuada relación económica entre el ser humano y la naturaleza, que termina dañando a la economía misma; para el ecologista, es, además un daño a la naturaleza “per se”, que es un bien por ella misma, independientemente de su utilidad económica o del servicio, que pueda prestar a la humanidad; para el humanista es una irresponsabilidad ética y moral del hombre mismo; para el religioso, aceptando, como válidas y buenas, todas las demás explicaciones, es también una violación al proyecto de Dios, en quien repone, en último término, la creación de la naturaleza y de las leyes y equilibrio, que la rigen.

A la luz de esto último, es muy diciente la siguiente “Oración por la ecología”, cuyo contenido hace bien al economista, al ecologista, al humanista y al religioso:

Padre infinitamente Bueno, Padre infinitamente Santo, Infinitamente Amado.

Tú eres el creador de todo cuanto hay Y de todo cuanto existe y todo lo que procede De tu bondad eterna es bueno.
No sólo has creado el universo, Sino que lo sostienes En el ser por tu providencia amorosa.

Tu hijo Amado cuando vino a redimir la humanidad Sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos.

Hoy te pedimos, amado padre, Que sanes a una de tus criaturas muy amadas: El planeta tierra.
Está muy enfermo. Todo está contaminado: El agua, el aire, la capa de ozono. Desaparecen los bosques y los ríos La tierra padece de fiebre alta, está caliente.

¡Oh, amado Padre! sana la tierra que está enferma por la avaricia Y la sed de consumo y confort de tus hijos e hijas. Perdona nuestros pecados ecológicos y mira con ojos de bondad La humanidad y que ahora la misma humanidad Destruye.

Amado padre, que tu poder sanador se manifieste sobre la faz de la tierra y todo el planeta sea purificado y llevado a su armonía primordial.

También te pedimos que sanes el corazón De tus hijos y de tus hijas para que aprendamos a convivir en armonía, sin dañar ni perturbar el ritmo equilibrado de nuestra madre tierra. Amén

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que los diez mandamientos ecológicos y la oración que me propuse difundir con este artículo, antes que por mí, fueron difundidos por el “Pontificio Consejo de Justicia y Paz”, de Roma; la Comisión Nacional Justicia y Paz del Episcopado Dominicano; y por la Comisión Nacional de Ecología y Medio Ambiente de la misma Conferencia del Episcopado Dominicano; que de estas instituciones de la Iglesia los tomé y en ellos me inspiré para mis reflexiones propias.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, el 16 de octubre del 2008, Día Mundial de la Alimentación
† Monseñor Ramón de la Rosa y Carpio es arzobispo de Santiago

http://www.elcaribecdn.com/articulo_multimedios.aspx?id=190856&guid=E21750CC6F564CC49E1B21FB0172D4E1&Seccion=134

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