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A doña Milagros Ortiz Bosch le profeso cierto respeto político que disminuyó mucho -confieso-, cuando se montó en la patana de la reelección de Hipólito Mejia (Llegó Papá), allá por el 2004. Esa aventura reeleccionista, muy probamente, le costó su ascendente proyección nacional como aspirante presidencial.
Luego, “Mike el que resuelve”, a papeletazo limpio, la sacó de circulación enviándola prácticamente a una antesala de retiro. Ahora su partido, huérfano de liderazgo y dividido en tres pedazos, la expone a una segura derrota, pues se ha convertido en objetivo político-electoral del PLD y del Bloque Progresista. En mi opinión, con esa suerte de “Entente” (el Bloque Progresista) a doña Milagros sólo le quedará: lo de ex vicepresidente, ex senadora, ex Secretaria de Educación, y por supuesto, lo de ex candidata presidencial. Todo, como se puede colegir, referido al pasado.
Ya Francisco Javier García, jefe de campaña del Distrito Nacional para el PLD, ha ido marcando y, sobre todo, menguando puntualmente los francos débiles y vulnerables de doña Milagros. Mientras que por su parte, el candidato Reinaldo Pared Pérez se ha centrado en exhibir los logros suyos y de su partido al frente de la Cámara alta e implementando, al mismo tiempo, una dinámica de campaña de captación masiva de nuevos votantes que lleva a ritmo inalcanzable para su adversario. En el fondo, lo que estamos presenciando, es un relevo generacional. O dicho en otras palabras: una generación política que dice adiós y otra que reafirma su experiencia y asume nuevos retos.
Doña Milagros Ortiz Bosch, a pesar de sus calidades humanas y ciudadanas, escogió para hacer carrera política, lamentablemente, un partido político que después de la muerte de su líder histórico (el Dr. José Francisco Peña) entró en un proceso irreversible de fragmentación y disolución absoluta. A ello súmele, dos desastres de gobierno: el de Salvador Jorge Blanco (1982-86) y el de Hipólito Mejia (2000-2004), ambos signados por la corrupción y el descrédito internacional del país.
Vista las cosas así, entre Reinaldo y doña Milagros, entre el PLD y el PRD, la opción es clara: ¡Nos quedamos con Reinaldo y el PLD!, y de paso, les reiteramos -a doña Milagros- nuestros mejores parabienes en su vida privada. Ojalá el PRD -en el tiempo que le queda como organización política, o mejor dicho, como anacronismo histórico-, sepa aprovechar pedagógica y políticamente sus sabias experiencias empresariales y políticas. ¡Suerte y larga vida, doña Milagros!
http://www.almomento.net/news/135/ARTICLE/58634/2010-04-29.html
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