28 Marzo 2009, 8:33 AM

PRÍAMO H. MEDINA P.
En mi columna del sábado pasado dije, refiriéndome a los paros que se vienen produciendo, lo siguiente: “En esta madeja puede haber de todo, pero el caldo de cultivo es un sentimiento con colectivo de insatisfacciones sociales, que puede ser aprovechado por los opositores al gobierno.

Al efecto así ha sucedido.

No solamente importantes dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano, se han explayado, dándoles un respaldo incondicional a las protestas, sino que en algunas demarcaciones, sujetos enmascarados, portando armas de fuego, se han infiltrado entre los manifestantes, desnaturalizando sus objetivos, y, de paso, creando problemas de orden público, que muy bien pueden ser calificados como de alta peligrosidad.

La secuencia de las llamadas a paro y los ingredientes que se les han sumado, se prestan para que las autoridades reafirmen la creencia de que detrás de estos actos se esconden otros propósitos.

El desahogo popular, que se expresa a través de convocatorias a paros cívicos, cierres del comercio, suspensión del transporte y otras acciones pacificas, en las que se respete el derecho a la disensión, son actitudes que se enmarcan perfectamente en los cánones democráticos que rigen esta sociedad.

Pero aprovechar el ejercicio de un derecho, y tratar de meter el país en un callejón sin salida, es otra cosa.

Imaginemos, que las treinta y dos provincias del país, con todos sus municipios, empujadas por las deficiencias que padecen, se decidieran, al mismo tiempo, a realizar paros, parecidos a los que han sido escenificados en Salcedo, o a los que, en el pasado, se han llevado a cabo en Navarrete y en Licey Al Medio. Mejor sería no pensar en las consecuencias.

Hay políticos de la oposición, entre ellos algunos que no hace tanto tiempo pasaron por el gobierno, que se consideran reciclados y piensan que han sido perdonados todos sus pecados.

Bajo ese predicamento, para ellos, es cuestión de esperar los años 2010 y el 2012 para retornar al poder.

Son tan miopes, que no advierten que el cansancio de la gente no excluye a ninguno de los partidos del sistema, y menos a los que han ejercido el poder.

Una poblada arrastraría cualquier viso de institucionalidad democrática. Vale decir que no establecería ninguna diferencia entre el gobierno y la oposición.

Una situación de anarquía generalizada, no le conviene a nadie, ni a los de arriba, ni a los de abajo. El presidente, doctor Leonel Fernández, está en el deber de priorizar las pequeñas inversiones en las provincias y en los municipios con mayores carencias. La oposición debe seguir siendo oposición, sin dejarse seducir de las pasiones y del espejismo.

¡Protestas pacíficas, sí; anarquía no!

priamohmp@hotmail.com

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2009/3/28/11548/Anarquia-no