El presidente Leonel Fernández, a mi juicio influenciado por una campaña mediática de carácter pseudo-ideológica, ha anunciado públicamente su disposición de cambiar el texto del artículo 30 de la reforma constitucional que enviara a la Asamblea Nacional, que fuera aprobado por abrumadora mayoría de nuestros legisladores en su primera lectura, lo que representa una decisión que, de materializarse en los hechos, tendrá gravísimas consecuencias políticas para él, su gobierno y el Partido de la Liberación Dominicana.
La discusión del artículo 30 desde el punto de vista jurídico y científico ha sido enriquecedora para la sociedad.
Ha servido para que los embustes enarbolados por los detractores de dicho texto (muy bien diseñados para ganar apoyo de la gente común), de que la aprobación del mismo provocaría la desatención y posible muerte de madres embarazadas en alto riesgo, o la supuesta prisión de los médicos que salvaran una madre en peligro, hayan caído estrepitosamente por la falta de la más elemental sustentación jurídica.
Lo que está en juego en este tema es el interés de organismos internacionales y de sectores minoritarios de la sociedad, que sí tiene mucha resonancia en los medios de opinión pública, de despenalizar el aborto en el Código Penal Dominicano, por lo cual no quieren que el texto aprobado del artículo 30 pueda mantenerse en la nueva Constitución.
La decisión del Presidente y de su Partido de la Liberación Dominicana de echarse atrás con este tema, implicará un enfrentamiento directo con la iglesia católica y las iglesias evangélicas del país, que sumadas representan la abrumadora mayoría del pueblo dominicano.
En ese sentido, es importante resaltar que la última encuesta realizada por una firma internacional publicada la semana pasada arrojó que casi las tres cuartas partes de los dominicanos están en contra del aborto.
El PRD y su virtual candidato Miguel Vargas Maldonado han jugado con extrema habilidad al aislamiento del PLD en este tema, rechazando las propuestas de que este artículo 30 sea variado, haciendo causa común (hasta ahora) con el reclamo de las iglesias y coincidiendo en la Asamblea con el Partido Reformista Social Cristiano y la Fuerza Nacional Progresista.
La iglesia católica al través de Su Eminencia Reverendísima Cardenal López Rodríguez y del Episcopado Dominicano han puesto muy en claro que el tema de ”la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte”, es de cardinal interés de la iglesia y que por tanto desplegarán cuantas actividades sean necesarias junto a su feligresía para defender el derecho a la vida y rechazar el aborto.
En la misma tesitura están las iglesias evangélicas, las que están organizando en diferentes barrios de la capital movilizaciones de sus seguidores, para enfrentar la posibilidad de que se abra la brecha de la legalización del aborto para lo cual es imprescindible quitar de la Constitución el famoso artículo 30 ya aprobado.
El Partido de la Liberación Dominicana y el Presidente Leonel Fernández (aunque ya no sea candidato en el 2012) a nuestro juicio deben de tener muy en cuenta las consecuencias políticas de una acción como la anunciada. No deben olvidar tampoco que han ganado tres elecciones en este país y están en el gobierno hoy, gracias a una política amplia de alianzas, que le permitieron conquistar el voto mayoritario de las masas que algunos “teóricos” llaman despectivamente conservadoras, que se identifican plenamente con las posiciones antiaborto de las iglesias católica y evangélicas.
Romper su base política fundamental de apoyo y caer en un enfrentamiento con las iglesias, sería brindarle en bandeja de plata al PRD una estruendosa victoria congresional de seis años el año próximo y posiblemente otra victoria en el año 2012, independientemente de que se abran nuevos espacios para fuerzas políticas emergentes que aglutinen las despreciativamente llamadas “fuerzas conservadoras”.
Lamentablemente, el Presidente (preocupado por su proyección internacional) y el PLD han caído en la trampa tendida por ciertos sectores de crear un falso debate de que, lo que está en juego en las discusiones de la reforma constitucional, representa una lucha de liberales y conservadores, de izquierdistas o derechistas, aunque de los hábitos y preferencias que se perciben en los parqueos del hemiciclo congresional, no se advierten tales diferencias.
La derechización de la reforma, usada como “cuco” mediático para espantar al PLD, que al parecer ha tenido gran acogida en la dirección de ese partido, es oponerse al aborto. Si por el contrario usted está de acuerdo con el aborto o quiere quitarle el impedimento constitucional para su despenalización, usted pasa inmediatamente a formar parte del club de los “liberales” del patio.
La derechización de la reforma es haber abogado por el establecimiento del jus sanguini como lo tiene nuestro vecino de Haití y como lo tienen la mayoría de los países del mundo; es defender esta nación de la invasión pacífica de ilegales haitianos; es clamar por la implementación de la ley de inmigración; por el control de la frontera.
Si usted, por el contrario, no comparte esos criterios inmediatamente pasa a ser parte del “prestigioso” club de los avanzados del patio y muy bien visto en los llamados “círculos liberales de Washington”.
Es una lástima que el Partido de la Liberación Dominicana esté hoy supeditando decisiones de altísima trascendencia para la suerte futura de este país, en base a este falso debate pseudo-ideológico. Y es más que seguro que de seguir ese derrotero puede pagar un alto precio electoral por esos errores, que no son pasajeros, sino estratégicos.
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