Nuestra columna anterior, dedicada a conmemorar el sacrificio heroico de los expedicionarios de junio de 1959, fue reducida en el aspecto más importante de la misma, que eran las conclusiones del análisis de ese episodio inmortal, prueba elocuente e irrebatible del valor extraordinario de los dominicanos, ya que la mayoría de los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo, se puede asegurar, estaban convencidos de que su esfuerzo y decisión no serían coronados por el éxito.
En los párrafos que fueron excluidos señalábamos en su parte final que esas expediciones agrietaron profundamente las bases de la dictadura de Trujillo y que las expediciones de 1959 junto a la de junio de 1949, por la bahía de Luperón, en Puerto Plata, y el levantamiento militar que se inició en abril de 1965, son los capítulos más relevantes de sacrificio, valentía y dignidad de la historia moderna de nuestro pueblo.
El pasado viernes 19 se cumplieron sesenta años de la expedición que desembarcó en la bahía de Luperón, integrada por quince jóvenes, bajo el mando de Horacio Julio Ornes, cuando el autor de esta columna tenía trece años de edad. Los combatientes vinieron a bordo de un avión Catalina, pilotado por estadounidenses, que acuatizó en la hermosa ensenada a cuya orilla se encuentra, lo que era en aquel entonces, el pequeño poblado de Luperón. La nave fue cañoneada por un guardacostas de la Marina de Guerra en el momento en que trataba de despegar y al ser incendiada encalló y murieron sus tripulantes y algunos de los expedicionarios que, heridos en confusos incidentes, habían sido llevados al avión.
De los quince expedicionarios y los tres tripulantes solamente cinco salvaron sus vidas: Horacio Julio Ornes, comandante del grupo; Tulio H. Arvelo, José Rolando Martínez Bonilla, Félix Córdoba Boniche, nicaragüense y Miguel Ángel Feliú Arzeno, alias Miguelucho, quienes juzgados por los tribunales de la dictadura fueron condenados a largos años de prisión y poco meses después indultados, regresando al exilio. Miguelucho Feliú, hombre de ejemplar valor, admirable, formó parte de las expediciones de 1959 y murió en el frente de batalla.
Durante su largo mandato de treinta y un años, aunque Trujillo logró imponer un orden absoluto en el país, siempre fue desafiado por civiles y militares que pagaron con sus vidas los intentos de derrocar su agresivo e intolerante régimen. Profundo conocedor de la psicología de los dominicanos, en las conversaciones íntimas cuando compartía con sus amigos y subalternos, afirmaba en repetidas ocasiones que: “el pueblo dominicano es un pueblo rebelde, valiente y viril, que no permite que lo monten a la hembra”. Por eso doce años después cayó ajusticiado, la noche del 30 de mayo del año 1961.
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2009/6/22/19312/Cronica-del-presente
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