Escrito por: Euclides Gutiérrez Félix (informacion@elnacional.com))
El terremoto del 12 de enero del corriente año, como habíamos advertido en otras columnas y en presentaciones de radio y televisión, fue el fenómeno de la naturaleza que creó, en términos políticos, económicos y sociales, un nuevo escenario en lo que es el pueblo haitiano, conglomerado humano en el cual, como desde hace años también, colapsó de manera definitiva, sin posibilidad alguna de impedirlo y de reconstruirlo, el Estado haitiano, por lo que así se calificaba incorrectamente lo que nunca fue en el orden histórico una sociedad organizada, siguiendo los lineamientos generales republicanos, como se intentó desde mediados del siglo XIX cuando quedaron superados los absurdos monárquicos y se advino a un intento, loable, de convertir la antigua colonia francesa de la isla de Santo Domingo o La Española, como la llamó Cristóbal Colón, en un estado republicano, democrático y representativo; siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos de América y de todas las naciones de Hispanoamérica entre las cuales está desde luego, la República Dominicana.

El terremoto de enero, que según fuentes oficiales de Haití, ocasionó más de 250 mil muertes, cifra que duplica el testimonio de importantes figuras de la Iglesia Católica haitiana, ha consternado de manera tal a una parte importante del mundo, particularmente a los Estados Unidos, Canadá y Francia, porque sus gobernantes están convencidos, aunque públicamente no lo dicen, que una parte importante en términos numéricos de la población haitiana abandonará su país o de lo que de él queda para trasladarse a esas naciones, mayoritariamente pobladas de blancos, ricas, poderosamente ricas, y con la capacidad de dar empleos y trabajos, de todas las categorías, a los inmigrantes de la parte occidental de nuestra isla. Esa es la verdad y no otra. Y en términos estratégicos eso es lo que explica el reconocimiento que se le ha hecho a Sonia Pierre, condecorada por el gobierno de los Estados Unidos, en un acto presidido por la Secretaria de Estado Hilary Clinton, acompañada por la esposa del presidente Barack Obama.

El colofón, por el momento, al proyecto real que se persigue, que es unificar la isla, políticamente, y convertirla en una nación, aparece ahora como una expresión de un comité de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que acusa a los dominicanos de discriminar por racismo, humillar y maltratar, a los ciudadanos haitianos que residen en nuestro país. Por suerte la ONU al igual que la OEA son dos organizaciones internacionales desacreditadas, dirigidas en el aspecto administrativo y burocrático, por una mayoría de pandilleros sociales, bebedores de tragos y mentirosos, a los que no les importa el destino de los pueblos de África ni los atropellos de Irak para robarse el petróleo y ahora nos califican de racistas, cuando es el pueblo dominicano, encabezado por el gobierno que preside Leonel Fernández, ejerciendo una política de solidaridad en provecho de Haití, haciendo un sacrificio enorme, económico, social y de salud, como no lo ha hecho ninguna otra nación del mundo. Frente a ese atropello irrespetuoso a la soberanía y la dignidad del pueblo dominicano, debemos responder con la firmeza y valentía que ha distinguido siempre a esta comunidad caribeña, calificada como “Pueblo legendario, veterano de la historia y David del Caribe”.

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/3/22/43254/CRONICA-DEL-PRESENTE