Jesucristo se manifestó a su pueblo Israel y Dios el Padre, en su gracia, utilizó a la virgen María, para que el Mesías, anunciado por los ángeles, tomara cuerpo humano, cumpliéndose una profecía en Isaías 7:14, “he aquí la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel”, pero de acuerdo al Salmo 118, él fue la piedra rechazada por los edificadores.
En una ocasión, tras un contundente mensaje en el templo, las gentes tras rechazar a Jesús, “tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero éste se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue”, (Juan 8:59).
El apóstol Juan dice que “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, (Juan 1:11-12).
Una muestra de ese rechazo fue cuando Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. “Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbará el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle”, (Juan 10:23-25, 31).
Jesucristo había sido enviado al mundo para rescatar a las “ovejas perdidas de Israel”, pero al ser rechazado por su pueblo, hizo la siguiente invitación a la humanidad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”, (Mateo 11:28-30).
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