El laborioso legislador de la Fuerza Nacional Progresista señaló que la aplicación del llamado "Plan Mérida" por parte de los Estados Unidos, consistente en facilitar cientos de millones de dólares a México y países de Centroamérica para combatir el trasiego de narcóticos hacia su territorio, tendría repercusiones en la República Dominicana a no muy largo plazo.
Esto así, razonaba nuestro entrevistado, en vista de que en la medida en que las fuerzas antidrogas mexicanas profundizaran la lucha contra los carteles en su país, los capos de la droga irían desviando sus operaciones hacia los países del Caribe, con menor nivel de desarrollo, altos índices de desempleo y pobreza, instituciones débiles y limitados mecanismos de prevención y defensa, que constituyen el conjunto de circunstancias favorables al desarrollo de sus operaciones.
La República Dominicana sería uno de los objetivos que estaría en la mira del narcotráfico, ya que además de reunir las características antes apuntadas posee una frontera muy vulnerable con Haití, que desde hace mucho ha sido territorio propicio para el trasiego de drogas.
Todos saben lo que ha ocurrido y sigue sucediendo en México, donde el combate entablado por el gobierno del Presidente Calderón contra los carteles locales y la lucha de estos entre sí por el control del negocio, ha ocasionado más de veinte mil muertos en los últimos años. Es una guerra cuyos resultados no están definidos a favor de las autoridades y ha sido de alto costo para estas pero también para los narcotraficantes. Y si bien la entrada de la cocaína colombiana y demás estupefacientes hacia territorio norteamericano ha continuado fluyendo, las autoridades han logrado importantes decomisos lo que ha ocasionado fuertes pérdidas a los carteles.
Se han cumplido las previsiones de Pelegrín Castillo, quizás un tanto antes de lo esperado. Los barones de la droga han ido desviando parte de sus operaciones hacia este lado de la región. Las últimas ocupaciones de importantes cargamentos de drogas, por vía marítima y a través de los aeropuertos, llevados a cabo por la Dirección Nacional de Control de Drogas trabajando en coordinación con la DEA norteamericana y organismos antidrogas de Venezuela, Colombia y Puerto Rico son una clara evidencia del incremento de estas operaciones ilícitas.
De que nos hemos convertido en una base intermedia de gran importancia para el narcotráfico hay más que sobradas pruebas, con el agravante de que al mismo tiempo, mediante el pago de parte del peaje local en drogas nos han convertido a su vez en un mercado de consumo de cierta importancia. Baste recordar los montos nada despreciables de embarques hacia Puerto Rico por parte de las redes a la que servían de cabecillas Angelo Millones, José Figueroa Agosto, el Bolo y Toño Leña por citar los casos más notorios y recientes.
En los expedientes instrumentados en Puerto Rico en casos de drogas, casi siempre aflora la vinculación dominicana. Ahora mismo, se asegura que gran parte del dinero que produce la droga en la isla vecina tiene como posterior destino la República Dominicana. Se trata de miles de millones de dólares anuales. Es de suponer que la mayor parte de esos recursos sigue un camino inverso a la droga enviada desde Suramérica, ya que es preciso pagar el suministro a los carteles que la suplen. Pero una parte se queda aquí, lo que supone trabajo de investigación para la eficiente Unidad de Antilavado que dirige el Fiscal Germán Villalona, a fin de detectar su ubicación.
Dicen que guerra avisada, no mata soldado. En este caso, el diputado Castillo avisó esta guerra con suficiente anticipación. Las autoridades antidrogas dirigidas por el general Rolando Rosado Mateo han venido haciendo su trabajo con un máximo rendimiento en proporción a su gran limitación de recursos. Un solo embarque de drogas, dependiendo de su volumen, puede alcanzar más valor que todo el presupuesto que recibe Control de Drogas en el año entero. Así y todo, la DNCD le ha propinado fuertes golpes al narco. Pero precisa de más recursos y es justo y absolutamente necesario que se le faciliten. Porque el problema del narcotráfico es mucho más grave y complejo de lo que la gran mayoría se imagina, tanto que pudiera convertirse en el principal reto que debamos afrontar en el futuro inmediato.
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