lunes, 7 de junio de 2010

Profanos abogados del prófugo

Miércoles 02 de Junio de 2010 / Pedro Domínguez Brito

Todo el mundo tiene derecho a un abogado, pero un prófugo no necesariamente, salvo que el abogado, como auxiliar de la justicia que es, sea contratado para entregarlo a las autoridades con la protección correspondiente, para posteriormente defenderlo en los tribunales de la forma que mejor considere.

De no ser así, el abogado sería un cómplice del imputado, alguien que le protege en su escondite y que colabora en sus andanzas al margen de la ley. Y eso es sancionable.

El derecho penal es garantista y promueve el debido proceso, pero no debe abusarse de ese garantismo y de ese respeto a las normas para burlarse del sistema, que de por sí ya queda herido cuando alguien se le escapa alegremente, y más si el caso es sonoro y tiene importantes implicaciones.

Cuando ocurren estas situaciones, vale la pena reflexionar un poco sobre nuestra profesión. Como abogado en ejercicio, resalto dos sentencias. Al cliente: “dime quién es tu abogado y te diré quién eres”; al abogado: “dime quién es tu cliente y te diré quién eres”. Ambas están entrelazadas. La moral de los clientes es proporcional a la de sus abogados y viceversa.

Nuestro abogado fijo es nuestro confidente, el que sabe nuestros secretos. Si somos honestos, lo buscaremos probo. Si somos charlatanes, será inescrupuloso para que sea partícipe de nuestras conductas sin ruborizarse.

El abogado serio no defiende al sinvergüenza, que no necesariamente es aquel que comete un error por alguna circunstancia, sino es el que delinque con frecuencia. Quien aspira a representar nuestra dignidad en los estrados debe tener una alta dosis de ella. El abogado que defiende en los tribunales lo indefendible en base a mentiras y artimañas es tan culpable como el que viola la ley.

Un abogado completo no se caracteriza sólo por conocer leyes, jurisprudencia y doctrina, porque lo trascendente es su integridad, su cultura general y su sentido común, virtudes que determinan que pensemos siempre en el bienestar de quien representamos y no en el nuestro.

¡Cuántas veces quien nos visita lo único que aspira es a que lo escuchemos con atención! En esta profesión, con más luces que sombras, se destapan las múltiples facetas de la condición humana.

Si quieres conocer a alguien, pregunta por su abogado. Si pretendes saber cómo es el abogado, averigua a quién representa.
Y, finalmente, nunca permitamos que abogados extranjeros se rían de nosotros. Ya basta con los nuestros.

Pedro Domínguez Brito es abogado
pdominguez@dominguezbrito.com

http://www.blogs.elcaribe.com.do/articulistas/pedro-dominguez-brito/5204-profanos-abogados-del-profugo.html

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