martes, 1 de febrero de 2011

¡Cerremos la frontera!

Por Vinicio Castillo Seman

*EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.
Hace más de tres meses, al conocerse la presencia de cólera en Haití, les advertimos a las autoridades de Salud Pública y al Gobierno la urgente necesidad de cerrar la frontera, creando un cordón sanitario que minimizara los riesgos de que esta enfermedad letal y altamente contagiosa, pudiera penetrar en nuestro territorio.

Recuerdo que advertíamos que lo que estaba en juego no era solo la salud del pueblo dominicano, primera responsabilidad de las autoridades, sino otra no menos importante como es la protección de una de las principales columnas de sustento de nuestra economía como es el turismo y nuestra imagen internacional.

No valieron las advertencias y los pedimentos del Dr. Marino Vinicio Castillo, mi padre, ni de mi hermano Pelegrín, ni de José Tomás Pérez, precandidato presidencial del PLD, doña Consuelo Despradel y otros prominentes comunicadores, en el mismo sentido. Se prefirió, de forma absurda, privilegiar e importantizar el comercio fronterizo con Haití al través de los llamados Mercados Binacionales, que operaron mínimamente, unos días, con control sanitario y que en muy poco tiempo vimos cómo fueron reabiertos de par en par, permitiendo la entrada masiva de ciudadanos haitianos frente a las cámaras de televisión, que todos observamos con extrema preocupación.

En vez de evitar a toda costa el riesgo de transmisión hacia el territorio dominicano al través del paso masivo de haitianos ilegales, el gobierno y el Ministerio de Salud Pública pusieron su énfasis en resaltar cuán preparados estamos, desde el punto de vista hospitalario, para darle respuesta a los casos de infectados que se han descubierto en el país, haciendo hincapié en que ninguno de ellos había fallecido en nuestro territorio.

Siendo justo, soy el primero en reconocer ese logro y las medidas tomadas por las autoridades de Salud Pública para atender los casos de cólera en nuestro país. Sin embargo, no hay que ser un genio ni un especialista, sino tener solo un poquito de sentido común, para darse cuenta de que de nada vale ni valdrá tener respuesta frente a esta enfermedad para salvarle la vida a los afectados en esta parte de la isla, si no taponamos el foco mayor de infección y de contagio, que es el trasiego de ilegales haitianos por la frontera.

Todo lo planteado resulta más que obvio cuando sabemos que del otro lado no hay el más mínimo control sanitario y, lo que es peor, ninguna autoridad o responsable oficial para hablar sobre este delicado tema, de un Estado “postalita” que es una pura ficción que solo existe en los medios de comunicación y que solo ve la miopía de la Comunidad Internacional y algunas áreas importantes de nuestro gobierno.

No se nos hizo caso, y estamos empezando, sólo empezando, a pagar el costo de esa inacción en la frontera, con el grave caso ocurrido en La Romana, en ocasión de una boda en una villa privada, organizada por una prominente familia venezolana, en la que resultaron afectadas decenas de ciudadanos dominicanos y venezolanos y que con la bendición de Dios y la rápida respuesta de la comunidad médica dominicana y venezolana, no produjeron ninguna consecuencia fatal.

Ese fue un hecho es grave, que es un error tratar de minimizar. Porque si no cerramos la frontera y planteamos un celoso cerco sanitario alrededor de ella, es una cuestión de tiempo que los hechos de La Romana se multipliquen en cualquier parte de nuestro territorio, ya que es materialmente imposible contener la propagación del cólera si no nos damos cuenta como país que está agotado el tiempo de la vacilación para tomar medidas drásticas, como es el cierre de la frontera, que estoy consciente son dolorosas y van a afectar intereses comerciales y empresariales y de la misma población fronteriza, pero que lamentablemente no existe ninguna otra alternativa racional que adoptarla.

No cerrar la frontera, no cerrar los mercados binacionales en nuestro territorio, en la forma desordenada en que han venido operando hasta hoy, es un supremo acto de irresponsabilidad frente al primer deber de las autoridades que es proteger a este país ante todo. Si no lo hacemos, tendremos que aprender a vivir con una enfermedad que había sido erradicada desde el siglo XIX, y eso significaría, más temprano que tarde, el hundimiento del desarrollo turístico de la República Dominicana, porque nadie en su sano juicio puede pensar que si casos como el de La Romana van a ser parte de nuestra cotidianidad en el futuro, aquí van a venir turistas, por más esfuerzos mediáticos que quieran hacerse.

La situación es dura y difícil y por lo tanto sus remedios tendrán que ser enérgicos y efectivos. Si no lo hacemos, pagaremos como país un alto precio por no tomar las medidas correctivas de lugar.

viniciocastilloseman@gmail.com

http://almomento.net/news/136/ARTICLE/79213/2011-01-31.html

* Dirigente de la FNP.

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