viernes, 17 de octubre de 2008

El proyecto de reforma Constitucional de Ramón Alburquerque

EL AUTOR reside en Raleigh, Estados Unidos.


Por Máximo Sánchez

Estamos a menos de una década del período en que el Partido Revolucionario Dominicano tenía una mayoría aplastante en las cámaras y se impuso la tarea de reformar la constitución. En esa ocasión se compraron voluntades, se acallaron voces y se hicieron todas las justificaciones de lugar para llevar a cabo el siniestro proyecto que finalmente terminó sin conseguir su propósito fundamental, reelegir a Hipólito Mejía.

Hemos escuchado durante mucho tiempo sectores de la población sostener que la constitución dominicana necesita adecuarse al país y a los nuevos tiempos, y esperábamos que cualquiera que fuera el sector político que iniciara esta adecuación estuviera consciente y centrado en estos objetivos sin utilizar este mecanismo propio de la nación, solo para favorecer sectores económicos, sociales o políticos amparados bajo su sombrilla.

La comisión creada por el presidente Fernández a mediados del cuatrienio pasado con miras a crear un proyecto de reforma constitucional ajustado a las necesidades de la nación de cara a los tiempos de modernidad en que vivimos, estaba integrada por especialistas en la materia y figuras señeras de la sociedad a las cuales se hace muy difícil descalificar con argumentos politiqueros. La participación en dicha comisión de los doctores Milton Ray Guevara y Guerrero Prats altos dirigentes del PRD, debía llamar a la reflexión a ese conglomerado político sobre sus posiciones frente al proyecto en cuestión.

Ramón Alburquerque (presidente del PRD por obra y gracia de una negociación interna con Hipólito Mejía en la que se comprometió a respaldar la fallida reelección del ex presidente) se ha hecho famoso por un accionar político que más bien parece un deambular de borracho. El otrora senador de Monte Plata, con sus erráticas preseas ganadas en diferentes lances (desde el fatídico proyecto de inundar con lodo cloacal parte del territorio nacional, pasando por el "entren to co…" o bien recordando la fraudulenta modificación del proyecto de ley de comunicaciones cuando fue presidente del Senado). Ahora se lanza al ruedo armado de un legajo de papeles al cual llama proyecto de reforma constitucional, propuesta del PRD, desconocida por todo el mundo incluyendo el propio partido donde las reacciones de extrañeza no se han hecho esperar.

Mientras el ex senador es acompañado por una caja de resonancia de unos pocos compañeros y una parte de la rábula de la llamada sociedad civil, por otro lado el sector que se ha quedado revoloteando alrededor del ex candidato Miguel Vargas se atrinchera detrás de las posiciones de los doctores Ray Guevara y Guerrero Prats.

Los partidos políticos son los instrumentos propios de las sociedades para canalizar inquietudes y necesidades políticas, y desde el poder o desde la oposición sirven a sus naciones en la medida en que asumen sus papeles con responsabilidad. El Partido Revolucionario Dominicano ha jugado ambos roles y corresponde al pueblo dominicano aprobar o desaprobar sus actuaciones como instrumento al servicio de la democracia. Permitir que este partido sea secuestrado de sus obligaciones públicas para servir a proyectos, ambiciones e inquinas personales es el peor de los caminos que puede emprender de nuevo el otrora "Buey que más jala". Lamentable es que no pueda hacer ni siquiera lo que mejor ha hecho: Oposición.

http://www.almomento.net/news/135/ARTICLE/19089/2008-10-14.html

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