Juan Somavia - 10/25/2008
GINEBRA.- La actual crisis ha golpeado duramente al sector financiero. ¿Pero qué hay de la gente común y de la economía real?
Si bien ignoramos cuánto durará y cuán profunda será la crisis financiera, sabemos que a menos de que actuemos de manera decisiva, millones de personas sufrirán un impacto duro, global y sistemático sobre sus vidas, sus condiciones de trabajo y su esperanza de vida. La búsqueda de una mejor regulación financiera y un sistema de vigilancia mundial de pesos y contrapesos sin duda representa un paso positivo. Pero debemos ir más allá del sistema. Esta no es sólo una crisis en Wall Street, es una crisis general. Necesitamos un plan de rescate económico para los trabajadores y la economía real, con normas y políticas que generen empleos decentes y empresas productivas. Debemos vincular mayor productividad con salarios, y crecimiento con empleo.
Este es un mensaje de carácter urgente. La OIT ha realizado un primer análisis estimativo sobre el impacto que esta crisis tendrá en el día a día de millones de personas en todos los segmentos de la sociedad. Nuestros cálculos indican que la actual crisis podría traducirse en una pérdida de 20 millones de puestos de trabajo a nivel global para finales del 2009. Esto significaría que por primera vez superaríamos la franja de 200 millones de desempleados en el mundo.
Es más, los trabajadores pobres que viven con menos de un dólar al día podrían aumentar en 40 millones, y aquellos que viven con dos dólares al día en más de 100 millones. Por más desalentadoras que sean estas cifras, las mismas podrían resultar subestimadas si los efectos de la actual contracción económica y la potencial recesión no son atacados con rapidez. Por sobre todas las cosas, debemos concentrarnos en las personas, las empresas y la economía real. ¿Qué significa eso? Cuatro cosas.
Primero, reestablecer el crédito. Ya se han tomado, y se siguen tomando, medidas al respecto. Segundo, apoyar a los más vulnerables. Esto abarca una serie de medidas, desde proteger las pensiones, promover los seguros de desempleo y los sistemas de protección social en general, hasta brindar créditos a las pequeñas y medianas empresas, que hoy en día representan las principales fuentes de trabajo.
Tercero, precisamos políticas públicas y reglas que sean contundentes e inteligentes y que vuelvan a premiar el trabajo duro y a las empresas. Estamos siendo sacudidos por el remolino de un sistema financiero que ha perdido su brújula moral. Debemos regresar a la función básica de las finanzas, que es promover la economía real, es decir, prestar dinero para que los empresarios puedan invertir, innovar, generar empleos y fabricar productos. Precisamos recuperar la razón de ser de las finanzas, que es financiar la economía real.
Cuarto, y esto resulta fundamental, debemos encarar los desafíos subyacentes. Mucho antes de la presente crisis ya existía una crisis de pobreza masiva, elevada desigualdad social y alta incidencia del sector informal y el trabajo precario, es decir, un proceso de globalización que había generado grandes beneficios pero que para muchos se había vuelto desequilibrado, injusto e insostenible. Hoy más que nunca debemos asegurarnos de que existan las políticas y el apoyo necesarios para cumplir con la demanda básica de la gente: la oportunidad de contar con un trabajo decente.
Las negociaciones sobre comercio internacional se han estancado, los mercados financieros están a borde del colapso, el cambio climático sigue siendo un tema presente. Cualquiera que sea el plan que se adopte deberá integrar las políticas financieras, económicas, sociales, laborales y medioambientales en un marco de desarrollo sostenible. No podemos hacer frente a una crisis de créditos subvaluados con políticas que también sean subvaluadas. Es hora de pensar y actuar de manera audaz e innovadora para hacer frente a los grandes desafíos que tenemos por delante.
El autor es director general de la OIT
http://www.listin.com.do/app/article.aspx?id=78626
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