Yaqui Núñez del Risco - 10/20/2008
Cada vez más pienso que Juan Pablo Duarte, el Padre de la Patria, quien proyectó la nación deseable, fue un hombre tan estudioso y conocedor de la psicología y las tendencias de conducta de sus compatriotas que visionó que corríamos el riesgo de llevar, cual una maldición, la división como constante histórica. Y, mirando al futuro con el 20-20 de los limpios de pensamiento y de acción, previó que no haríamos posible ni siquiera el unirnos hasta donde todos estemos de acuerdo.
De ahí, la vigencia de su advertencia: “Sed justos, lo primero, si queréis ser felices y, sobretodo, sed uníos y así apagaréis la tea de la discordia”. Asignatura pendiente que, al parecer, nunca aprenderemos ni aprobaremos.
Talvez nos venga bien recordar aquella noche en que Martin Luther King, buscando convencer a los asistentes de la importancia de lograr la mayor colaboración entre las personas a fin de lograr objetivos de bien común, mandó a apagar las luces del estadio y, estando todo en tinieblas, preguntó: ¿“Alguien podría ayudar a iluminarnos?” Todos permanecieron en silencio. Y Martin sacó su mechero y lo encendió. ¿Véis esta luz? dijo. El público asintió en silencio. King insistió: ¿Nos sirve de algo? De nuevo, silencio. Entonces dijo: “Sacad ahora, cada quien, vuestro mechero y encendedlo”. El estadio se iluminó con miles de pequeñas luces.
A buenos lectores, pocas luces bastan para encontrar la salida de este oscuro túnel.
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