Aunque pudiéramos producir 100 veces lo que necesita la población del mundo, más de la mitad permanecería en la miseria absoluta, ya que un sistema basado en el mercado demanda la pobreza de la mayoría y el acicate del egoísmo |
Por David Álvarez Martín / El Caribe |
Martes 28 de octubre del 2008 actualizado a las 1:40 AM |
Una de las ventajas de las crisis actual es que puede ayudar a todo el que lo desea a vivir mejor, superando el consumismo, y enfocando su existencia en lo que realmente vale y no en la ambición, la acumulación insensata de bienes o el egoísmo.
Es momento privilegiado para descubrir la plenitud de la vida en comunidad, la solidaridad y el aprecio por lo hermoso y lo sencillo.
Otra ventaja, más de interés para la academia, es la confirmación de la tontería de la teoría econométrica de autores como Friedman y Hayes.
Eso que muchos llaman neoliberalismo, pero que en el fondo es la defensa de la usura sin límites y el predominio de las minorías adineradas sobre la mayoría empobrecida.
El mito fundante de esa concepción neoliberal es el “mercado” en cuanto entidad mística que desde un fondo irracional ordenaría la riqueza, premiando el esfuerzo de cada uno, pero que en realidad es un mecanismo brutal de explotación que incrementa la sustracción de la plusvalía, bloqueando todo esfuerzo por garantizar una vida decente a los habitantes del planeta.
Es decir, aunque pudiéramos producir 100 veces lo que necesita la población del mundo, más de la mitad permanecería en la miseria absoluta, ya que un sistema basado en el mercado demanda la pobreza de la mayoría y el acicate del e-goísmo para funcionar.
El supuesto mercado, ajeno al control del Estado y la voluntad de la sociedad, es completamente acientífico, ya que tendría que tener como supuesto la existencia de una sociedad compleja sin Estado, lo cual hasta el momento, en términos históricos, no ha acontecido.
Los grupos humanos preestatales -como el caso de los taínos- no responden a la definición de sociedad compleja.
La mentira del mercado independiente y su promesa de prosperidad mediante la ambición y la especulación, opera de igual manera como lo hace una banca de apuesta, juega con la esperanza de todos y empobrece a la mayoría.
En una crisis como la presente, semejante disparate se desnuda y se devela en su real fundamento, cuando es el Estado y la riqueza producida por los miembros de la sociedad la que debe cubrir los actos de la banca.
No importa que doctores en economía anden llamando a la calma, la crisis es honda, pero tampoco seamos ingenuos, en pocos meses la mayoría será convencida de nuevo en la existencia del mercado y la solidez de la especulación financiera, hasta la siguiente crisis.
David álvarez Martín es filósofo
davidalvarez144@yahoo.com
David álvarez Martín es filósofo
davidalvarez144@yahoo.com
http://www.elcaribecdn.com/articulo_multimedios.aspx?id=190153&guid=E31336F88E17494BA3583A8A59FE81D8&Seccion=134
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