Los haitianos han sido incapaces de lograr lo que hemos hecho
Escrito por: JOSÉ BÁEZ GUERRERO (josebaezguerrero@gmail.com)
Hace pocos días frente a la embajada dominicana en Puerto Príncipe una turba dirigida por un empresario duvalierista destrozó una bandera dominicana. Ese mismo día en Santo Domingo los embajadores Fritz Cineas y Rubén Silié intentaban convencer a la prensa dominicana que las relaciones diplomáticas entre Haití y Santo Domingo no están tan deterioradas como sugieren recientes pronunciamientos oficiales de la cancillería haitiana, cuestionando los valores dominicanos.
Esta más reciente ronda de fricciones ha sido desatada por la reacción oficial haitiana luego de que un ciudadano suyo, Carlos Nerilus, fuera linchado por los parientes de un dominicano a quien el propio Nerilus había decapitado días antes.
Hay quienes creen que la destemplada reacción haitiana tiene más que ver con la reforma constitucional en curso, en la que podría ser cambiada la forma en que se adquiere la nacionalidad dominicana. Hay una corriente de pensamiento según la cual una de las más fuertes raíces de nuestros problemas con Haití es la falta de políticas claras acerca de la inmigración de cientos de miles de obreros haitianos.
Sin desmeritar esa idea, creo que también hay otra cuestión que los dominicanos debemos conocer y que no está suficientemente explicada: quienes mayor daño han causado a la sociedad haitiana, expoliándola por siglos, boicoteando sus posibilidades de desarrollo, impidiendo que surja una clase media, controlando con violencia la política, aliándose al narcotráfico internacional, son precisamente muchos integrantes de esa riquísima y reducida élite haitiana. Son ellos, no nosotros, los verdugos de Haití.
Son los propios haitianos quienes han sido incapaces de lograr lo que hemos hecho los dominicanos, pese a todos nuestros defectos y limitaciones. Aun imperfectamente, tenemos medio siglo de estabilidad democrática, servicios de salud y educación pública parte de cuyos presupuestos benefician a haitianos, una clase media creciente, una prensa plural y libre, un sistema de partidos que funciona. Más aún, en medio de nuestra propia pobreza, somos la nación que más generosamente ayuda a los haitianos, acogiendo en nuestro seno a más de un millón de ellos.
El odio anti-dominicano que promueven ciertos empresarios haitianos no es más que una pobre excusa para disfrazar su incapacidad de contribuir a mejorar su propio país, del cual sólo pretenden sacar la mayor riqueza posible negándose incluso hasta el honor de su nacionalidad, pues tienen pasaportes gringos, canadienses y franceses.
http://67.199.16.148/opiniones/2009/5/11/277263/Deberian-avergonzarse-esos-malos-haitianos
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