En un documento enviado a los medios, bajo el título “Guía para la acción No. 8”, Castillo se pregunta para qué sirve a la nación la nueva Constitución, | |||
Redaccion de Clave Digital | |||
miércoles, 20 de mayo de 2009 | |||
En un documento enviado a los medios, bajo el título “Guía para la acción No. 8”, Castillo se pregunta para qué sirve a la nación la nueva Constitución, que solo será posible “por un ejercicio desenfadado y poco reflexivo del poder personal”. En su reflexión sobre el pacto entre Leonel Fernández y Miguel Vargas Maldonado, rechazado previamente por el doctor Marino Vinicio Castillo, presidente de la FNP, Pelegrín sostiene que cuando se juzgue a los responsables de estos acuerdos políticos que ponen en peligro la vida institucional del país, deberá rechazarse el alegato de la disciplina partidaria, porque sencillamente se trata de defecciones e irresponsabilidades. A continuación el artículo de Pelegrín Castillo, remitido este miércoles a Clave Digital: GUIA PARA LA ACCIÓN No. 8 1. El pacto constitucional es hijo legítimo de la soberbia y el temor. De la soberbia, porque ante la imposibilidad de imponer la formula de reelección preferida –amplia y a discreción- se opta por propiciar las condiciones para “volver”, dentro de un esquema de gobierno compartido y alternabilidad pactada. Del temor, porque aunque el presidente siempre tenía opciones más elegantes, transcendentes e institucionales, algunas de su gente necesitaban aplacar sus aprensiones… 2. El pacto constitucional está apadrinado por un espíritu caudillesco que, después de tanta modernidad y post- modernidad, hace renacer los tiempos de los bolos y los coludos, y de actitudes genuflexas frente a las presiones foráneas en materia grave como la nacionalidad. 3. La Reforma Constitucional sólo tiene sentido si expresa un cambio en la consciencia colectiva e individual, una renovación en los valores, actitudes, creencias y practicas políticas. La esencia del constitucionalismo, la función de toda verdadera constitución es limitar y racionalizar el ejercicio del poder, sobre todo, el que se pretende concretar de manera personal. El pacto de los caudillos –que también es el pacto de la conchupancia, y el de la claudicación- es la demostración mayor de que no se han operado cambios o renovaciones en esos planos profundos y decisivos. Entonces, ¿para que sirve a la nación una nueva Constitución, que sólo será posible por un ejercicio desenfadado y poco reflexivo de poder personal?. 4. Los recientes acontecimientos políticos autorizan a cualquiera a reinterpretar los últimos procesos nacionales y podrían confirmar ciertas sospechas: lo que más se parece a las últimas competiciones electorales son las peleas de boxeo arregladas, o mejor aún, el excitante espectáculo de una lucha “libre” profesional. 5. Instituciones como el Congreso y los ayuntamientos, nunca se fortalerecerán eliminando los espacios electorales donde debe fraguarse el liderazgo político medio de la nación. Aunque las elecciones separadas tienen sus riesgos y costos, que bien pueden minimizarse con otras medidas, y aunque los primeros resultados no son estimulantes, son preferibles a los riesgos y costos de un poder concentrado y personalísimo. Pero la tentación de las candidaturas sobreaseguradas y la perspectiva de un sexenio congresional, pudieron más que la racionalidad política y el interés por afianzar la democracia. 6. Así como los tribunales del mundo eliminaron la excusa de la obediencia debida en los procesos seguidos a los responsables de crímenes de estado o de guerra, en algún momento futuro cuando se ajusten las responsabilidades políticas e históricas, deberá rechazarse el alegato de la disciplina partidaria para explicar las defecciones y las irresponsabilidades. |
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