Los dominicanos reaccionan para defenderse de fenómeno invasivo
Escrito por: RAFAEL ACEVEDO
Dios hizo del amor al prójimo un mandato porque el amor no es cosa tan natural. Menos fácil resulta amar a un vecino desconocido, pobre, ineducado, que no habla tu idioma, con costumbres y creencias diferentes, que casi no se parece a ninguno de tus seres queridos. Por eso, el amor a nuestros prójimos haitianos hay que enseñarlo en escuelas, iglesias y en todos los espacios de comunicación pertinentes, dentro de un plan acogida y regulación de inmigrantes.
Aún así, y no obstante tratarse de uno de los primeros deberes cívicos y humanos de los dominicanos, eso no será fácil de lograr. Y lo que vamos a ver en los años venideros serán más historias de conflictos y de xenofobia en muchas comunidades del país.
La razón es demasiado sencilla: a diferencia de lo que ocurre en países desarrollados con los inmigrantes, en nuestro país, la migración haitiana es masiva, indiscriminada y no completamente necesaria ni deseada. Tienen patrones de asentamiento y circulación sumamente irregulares y sin control. Diferente al pasado de los bateyes, que eran ghettos manejados con todo despotismo. Actualmente, muy a menudo, los haitianos tienen por domicilio un edificio en construcción, una vivienda o un barracón con las peores condiciones, mayormente hombres solos, en insalubridad, desorden y promiscuidad y frecuentan bancas y diversiones insanas.
Suelen ser personas indocumentadas, sin pertenencia o referencia a familia, parentela o comunidad, por lo que los dominicanos residentes los toleran a regañadientes, no por racismo o xenofobia, sino porque la comunidad carece de los elementos esenciales del control social informal, que son precisamente saber quién es el individuo, cuáles son sus familiares y sus costumbres. Mecanismos de control social como el chisme, el rumor, la queja formal o informal a la familia del inmigrante, no funcionan en absoluto. Ni siquiera el rechazo social ni la discriminación social funcionan, puesto que el inmigrante haitiano común no aspira a ser aceptado como miembro de las familias establecidas.
Aparte de algunos prejuicios de origen ancestral, los vecinos dominicanos reaccionan para “defenderse” del fenómeno invasivo. No pueden confiarse a una policía ineficaz, “desmoralizada”, que aparece tardíamente. Mucha gente está asustada, no tiene idea de cuáles son los pronósticos del fenómeno, y en esas condiciones es muy propensa a la xenofobia, a reacciones irascibles y a contagios emocionales peligrosos, aprovechados también por el tigueraje explotador local de índoles diversas. De eso tendremos mucho, aún empezando con decisión hoy, con mucho atraso, las tareas obligatorias.
http://67.199.16.148/opiniones/2009/5/12/277386/Mas-que-xenofobia-natural-sentido-de-defensa
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