viernes, 8 de mayo de 2009

El caso haitiano y la actitud de las autoridades de ambos países

Orlando Gil - 5/8/2009

La humareda
El conato de incendio en las relaciones entre las repúblicas de Haití y Dominicana no pasó de una humareda. No hubo ni siquiera que echarle agua, simplemente dejar de soplar. Una reunión allá y otra aquí fueron suficientes.

Sin embargo, las autoridades dominicanas deben aprender la lección. El canciller haitiano es un irresponsable que primero dispara y luego pregunta, pues el caso no se prestaba para esa escaramuza. Si cada vez que un haitiano y un dominicano discutan, o se produzca una muerte de lado y lado, se producirá ese intercambio de notas de protesta y réplica, que se aprovisionen bien de papel, pues van a tener que usarlo con mucha frecuencia.

Incluso, de seguro que también lo harán cuando el pleito sea entre nacionales del vecino país, pues son más las veces que los haitianos pelean entre sí que con dominicanos. Como por lo visto son súbditos del gobierno dominicano, y éste tiene el encargo de cuidarlos, cuando se produzcan tragedias entre ellos, deberá pedirles cuenta como Dios a Caín por la muerte de Abel. La Cancillería dominicana fue prudente, por lo que debe saber que tiene entre sus nuevas obligaciones responder a cada momento los reclamos de su homóloga haitiana…

Destinatarios
Si la Cancillería haitiana se conformó con una simple explicación de un personal que no conoció los hechos de primera mano, su encono no era verdadero.

Fue una pose, y lo más interesante, con dos destinatarios.

Primero hacia la comunidad haitiana, en especial las élites (que actúan dentro y fuera), y segundo hacia los poderes públicos dominicanos, en particular el Ejecutivo y el Legislativo. El canciller Alrich Nicolas, como el embajador Fritz Cineas, sienten de manera permanente la presión de esos grupos fundamentalistas que les reclaman mayor firmeza contra República Dominicana, a la que acusan ante organismos internacionales de los peores agravios contra los haitianos que residen ilegalmente en territorio nacional. La nota de protesta fue un reconoci mientos a esas sectas racistas (si, así como se lee: racistas), que seguirán disparando hacia acá, dejando fuera de sus objetivos a las autoridades de su propio país, que en la ocasión se adelantaron a sus consabidas censuras. Antes de que se produjeran las muertes de Herrera, esos núcleos habían denunciado al embajador Cineas, e incluso habían puesto en auto al canciller Alrich por no haber cumplido su promesa de establecer una oficina de defensa de los derechos humanos de los haitianos que residen en el país…

El origen
La misión de norteamericanos (mayormente haitianos) que visitó hace algunas semanas la isla, y se reunió con autoridades de ambos lados, tuvo que ver de manera indirecta con la actual reacción de la Cancillería haitiana. Aquí averiguaron, allá reclamaron, pues esa diáspora se queja de la displicencia, cuando no complicidad, de los incumbentes de los poderes públicos de Haití, que a su juicio debieran forzar una política migratoria que sea más favorable a sus connacionales.

El viaje, por tanto, tuvo entre sus muchos propósitos, envalentonarlos. No están librados a su suerte, pues cuentan con su respaldo. Lo de la secretaria de Estado Hillary Clinton vino después, pero puede asumirse su presencia como supervisión. O una forma de oficializar las diligencias anteriores, que nadie debe considerar inocentes o ajenas a los propósitos que se han denunciado, y que ya son indudables.

Es una operación de pinzas que tiene como elemento nuevo la complacencia de las autoridades haitianas. Cuando se reactive la comisión bilateral, las autoridades dominicanas verán el cambio de talante de sus iguales haitianas: más beligerantes, más decididas y menos dispuestas a la entrega…

Difícil
¿Entienden los asambleístas dominicanos la gravedad del momento cuando en la reforma constitucional van creando un ambiente favorable a las imposiciones de la comunidad internacional en relación con Haití o los haitianos que residen ilegalmente en el país? Lo de Jus Sanguini o Jus Soli no debe ser una cuestión que atormente, pues hay situaciones que no son culpas del tiempo, sino de España.

¿Cómo cobrárselas ahora? El fatalismo histórico de compartir una isla es una cosa y otra muy diferente que el país deba someterse a imperativos que escapan a sus obligaciones.

República Dominicana no tiene espaldas suficientes para cargar con Haití o los haitianos.

Lo demás es pluma de burro…

http://www.listin.com.do/app/article.aspx?id=100439

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