Oscar Medina - 12/2/2009
El doctor Marino Vinicio Castillo ha hecho una serie de denuncias y revelaciones que han causado consternación en buena parte de la sociedad dominicana. Sus conjeturas sobre la presencia en el país de Figueroa Agosto y Sobeida quedan pequeñas ante las afirmaciones de que al Presidente Fernández le mal informan sobre este y otros casos, que sus fuentes no son leales, y que con chismes e intrigas hasta le ponen a retirar altos oficiales militares en una supuesta depuración de las FFAA, cuando en realidad la mayoría de los retirados nada tenían que ver con el negocio de las drogas, y sin embargo fueran expresamente dejados muchos oficiales que Vincho calificó como lacras.
Además debió admitir, luego de criticar acremente a las autoridades antinarcóticos norteamericanas, que los motivos de su falta de colaboración radican en la carencia de interlocutores confiables dentro de las estructuras de poder e interdicción del Estado Dominicano.
El estremecimiento causado por las afirmaciones del doctor Castillo se debe, primero que nada, a su elevadísima reputación nacional e internacional en cuanto al tema del narcotráfico y el lavado de activos. Ya que no se trata de una advenedizo que con un denuncismo desmesurado busca de protagonismo y la obtención de un capital político. Pero además, porque Vincho no habla por hablar. Es un hombre de Estado, que sabe lo que es el Poder, prudente, mesurado, que además es aliado político, subordinado jerárquico, pero sobretodo amigo del Jefe del Estado.
De ahí que uno deba entender, que las declaraciones de Vincho este lunes en “Hoy Mismo”, se dan luego de que en varias ocasiones le haya advertido sobre esta situación a Leonel Fernández. Que le preparara informes en su calidad de Asesor del Poder Ejecutivo, y que en su condición de amigo, le haya puesto al tanto sobre esta situación en más de una oportunidad. Entonces, se trataría de un grito desesperado de Vincho ante la inacción del mandatario. Y eso si seria grave. Porque la droga, el lavado y la penetración del crimen organizado en las instituciones del Estado, no son problemas que se van a resolver solos.
No son cuestiones que el Presidente puede dejar sobre la mesa para cuando haya tiempo de atenderlas. Son problemas graves, que están destruyendo las bases mismas de la sociedad dominicana, y que requieren la atención urgente de quien ha sido electo para dirigir los destinos de la nación.
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