Escrito por: Euclides Gutiérrez Félix (informacion@elnacional.com)


En nuestra columna anterior citamos el aspecto más importante del profundo y serio trabajo de investigación del politólogo francés Aymeric Chauprade, que hizo un retrato real, en los aspectos citados, de lo que en realidad es Haití, a lo que debemos agregar el diagnóstico de Juan Emilio Cheyre, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile, que bajo el título  “El incierto futuro de Haití”, fue publicado en  diciembre del 2008, en el matutino Listín Diario. Cheyre revela que Haití, realmente, vive de los aportes que recibe como ayuda o asistencia en el orden internacional y que ese aporte desde el 2005 a la fecha de su diagnóstico no pasa de los US$1,300 millones señalando, al mismo tiempo, que “todos los índices de desarrollo indican que la situación es lamentable y no se avanza”. Lo que confirma que el grado de pobreza en que viven los haitianos es realmente insalvable.

Cheyre, al igual que Chauprade, no es “racista, anti haitiano y pseudo nacionalista” como señalan las “cotorras parlantes” y asalariados de las ONG a los dominicanos que nos preocupamos por el destino de nuestro pueblo; afirma que “en este escenario, refiriéndose a Haití, se agrega un grave problema de migración a República Dominicana. Mil haitianos cruzan diariamente la frontera y se suman a los dos millones que ya viven allí. La causa es clara: van en busca de oportunidades; y la consecuencia es imprevisible, dado el impacto en un vecino que estando mejor no puede satisfacer todas sus necesidades”; juicios de intelectuales, con alto nivel de conocimientos, que laboran en centros académicos y científicos de países  avanzados. El autor de esta columna está convencido de que la preocupación por el destino del pueblo haitiano y del dominicano también, externada por ellos, es más real y sincera que la de los señores Carter y Clinton, con todo el respeto que ambas personalidades se merecen.

Decía Juan Bosch, el gran maestro político dominicano y de América, patriota, prócer y Presidente Moral Eterno de la República Dominicana, que los haitianos se habían convertido, pura y simplemente, en “un conglomerado humano”, juicio al cual debemos agregar lo que en diferentes ocasiones escuchamos, o mejor dicho vimos en la televisión, en programa grabado por un sacerdote belga, profundamente abatido, triste, denunciando, si cabe la expresión, porque “en Haití todos los programas de ayuda internacional fracasan”.

Decía este sacerdote que los haitianos habían perdido “los hábitos del trabajo” y no están en capacidad de incorporarse a las actividades productivas y mucho menos en el escenario agrícola.

Gracias al ex presidente Carter por su preocupación y la del gobierno de su país, y gracias también a Clinton, “designado” por el gobierno de los Estados Unidos, apoyado por los de Canadá y Francia, como ejecutivo del pueblo hermano, con el que desgraciadamente estamos obligados a compartir el dominio de la isla de Santo Domingo. Pero no olvidemos que este hábitat es de los dominicanos por  mandato histórico que convirtieron  en realidad los fundadores de la República de febrero; los que la restauraron a partir de agosto de 1863 y los miles de mujeres y hombres que dieron sus vidas para que fuera eterna, republicana y democrática.

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