Editorial Listín Diario.
Eran apenas diez cabañas y una gran enramada que hacía las veces de casa-club.
Era un paraíso virgen, bañado por una extensa y limpia playa. Un lugar aislado y, en ese momento, con escasas posibilidades de algún desarrollo.
Para llegar hasta allá, sin carreteras ni facilidades, había que atravesar muchos montes por la orilla arenosa o por avioneta.
A pocos se les ocurriría pensar que, 40 años después, aquel simple conjunto de cabañas se transformaría y se convertiría en lo que es hoy Punta Cana, un nombre que ya distingue al país, el destino que más extranjeros y vuelos atrae, una verdadera meca del turismo.
Sólo el sueño de Frank Rainieri y de sus socios norteamericanos, que fueron los primeros en adquirir amplias porciones de los terrenos iniciales del proyecto Punta Cana, motorizó la sucesión de cambios que han hecho posible que la zona se convirtiera en el mayor complejo hotelero e inmobiliario de la región Este, de gran fama mundial.
La perseverancia, la fe en el futuro, la conquista de los mercados, el apoyo sostenido que ha tenido Frank Rainieri de su esposa -Haydée- y de sus hijos, complementan esta historia del éxito de una consagración a una causa - en este caso la del turismoque iluminó desde sus inicios la pequeñita “aldea” de Punta Cana, hace hoy 40 años.
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