Por César Nicolás Penson Paulus
16 de Nov 2009 12:00 AMA inicios del mes actual se hizo pública una carta que un grupo de nacionales haitianos dirigen al Dr. Leonel Fernández, Presidente de la República, que obliga a una lectura profunda y también entre líneas, para entenderla y situarla en el contexto internacional, en el momento actual y en una realidad muy distinta a la que plantea el documento.
Los ángulos, diversos; las interpretaciones, muchas; las sensaciones, de indignación.
Parece ser parte de la presión que desde diversos ángulos se ejercen sobre nuestra nación.
La introducción define el tono diciendo: “Tras el tratamiento inaceptable sufrido por nacionales haitianos en la República Dominicana y la campaña de odio a través de los medios de comunicación, la cual es orquestada por algunos sectores y figuras públicas que se presentan como sus aliados, nosotros, intelectuales haitianos, provenientes en mayoría de grupos mediáticos, académicos y de los derechos humanos, hacemos esta interpelación pública”.
Si no es cuestión de traducción, la misiva “interpela” al jefe de Estado dominicano y parte de la existencia de una campaña de odio contra la gran cantidad de nacionales de su país que viven aquí.
Establecen que los recientes acontecimientos se suman “a un conjunto de hechos a lo largo del año 2008 y que aún cobran víctimas en las filas de los ciudadanos haitianos”.
Unen las aisladas situaciones que han producido víctimas y conflictos como parte de un plan. A seguidas reconocen la obligación de su país de regular la cantidad de emigrantes hacia Dominicana “a fin de no superar un nivel manejable por las autoridades dominicanas”.
Sentimos que los límites han sido desbordados con creces y esto con tímidas reacciones de las instituciones.
A continuación la esencia de la intención: “En virtud de convenios internacionales que regulan la migración, los extranjeros tienen derecho a la protección de los estados en que viven, independientemente de su estatus.”
Risible, cuando el Estado dominicano se encuentra muy lejos de satisfacer las necesidades de los propios nacionales de lado oriental de la isla.
Destacan el gran aporte de la mano de obra haitiana a la economía dominicana pero soslayan la contribución de las remesas de los que viven aquí, hacia su propia nación.
Dejaron de lado que esos nacionales le cuestan a las arcas nacionales enormes sumas en servicios de salud y servicios públicos a lo que ellos poco contribuyen.
Que la cantidad de camas que de hospitales públicos ocupan, muchas buscando la calidad clínica que no alcanzan en su tierra, se mantienen con los impuestos que pagamos los de aquí.
Que los emigrantes jornaleros han aportado un gran caudal de insalubridad, de escasa formación escolar y costumbres, conjuntamente con su mano de obra.
César Nicolás Penson Paulus es empresario
cesarpenson@gmailcom
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