Por César Nicolás Penson Paulus
23 de Nov 2009 12:00 AMDicen los de la carta que “La sociedad dominicana hubiese tenido una percepción más justa y mejor de los trabajadores haitianos, si el Estado dominicano hubiese reconocido públicamente sus méritos”.
Concepto simplista que supone que por “decreto” se modifican sentimientos.
A más de labores agrícolas y de construcción, ocupan muchos espacios de dominicanos, sin existir persecuciones ni acoso, y sin dudas de su laboriosidad y buen rendimiento.
Nadie destaca las peculiares situaciones que se viven en el entorno de las construcciones donde laboran ni en los espacios en que se aglomeran para vivir.
Qué decir de los brutales y primitivos acontecimientos posteriores a la carta, donde las víctimas son criollos, al tiempo que olvidan los estudiantes haitianos en las universidades nacionales, compartiendo con dominicanos que no les rechazan ni maltratan.
Recuerdan la historia de manera parcial al expresar: “La agitada historia de nuestros dos países y los sangrientos acontecimientos que la han marcado, legitiman nuestras preocupaciones y nos obligan a estar atentos ante señales que parecen anunciar eventos de mayor magnitud”. Nuestra historia está tejida con razones de la percepción que los dominicanos tenemos.
La República Dominicana nace al liberarnos del brutal y sangriento dominio, producto de la codicia de los dirigentes haitianos de entonces.
Remover los cimientos de la historia, sacude sentimientos viscerales que en nada contribuyen al clima aspirado.
La brutal e incontrolada migración, desborda las capacidades dominicanas con mucho más de 1 millón de inmigrantes, cuya presión se siente.
“Le hacemos un llamado Sr. Presidente, para poner en marcha una serie de medidas para aliviar las tensiones y promover un mejor entendimiento entre dominicanos y haitianos en la República Dominicana y que estos últimos puedan beneficiarse plenamente de la seguridad y la protección del Estado y sus instituciones”.
Sugerencia etérea e invertebrada. “Por último, le invitamos a reactivar con el Ejecutivo haitiano, los mecanismos de cooperación binacional para debatir, en la serenidad, todos los problemas y controversias actuales entre nuestros dos países. Esta acción evitará la repetición de hechos desgraciados de un pasado que los haitianos como los dominicanos quieren superar. Construyamos un presente y edifiquemos un futuro que sea beneficioso para ambos pueblos”.
Válida la sugerencia, pero sin la presión internacional para avergonzar a los organismos al cumplir su papel para asegurar que de este lado, la patria sea de los dominicanos.
No somos responsables de que políticos e intelectuales haitianos, entre otros, no hayan logrado que su país supere las condiciones de atraso en que han vivido sumidos.
César Nicolás Penson Paulus es empresario
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