Escrito por: VICTOR MENDEZ (victormendez23@hotmail.com)

Una de las características distintivas de los dominicanos es, sin duda, esa mansedumbre que algunos confunden a veces con cobardía.

Es lo que parece ocurrirle al dizque sacerdote Christopher Hartley, un enemigo de la República Dominicana que no desperdicia oportunidad para atacarnos desde cualquier frente.

Basándose en la información amañada que le hacen llegar sus cómplices aquí, desde Etiopía él contradice al actual párroco de San José de Los Llanos, en lo que concierne a la situación actual de los trabajadores cañeros de esa zona.

Sus lugartenientes aquí, entre los que se menciona con insistencia a la doctora Noemí Méndez, del Centro de Asistencia al Inmigrante (Cedail), lo ayudan a llevar información manipulada a cuantos foros internacionales él tiene acceso, en procura de sanciones contra el país.

El farsante y sus cómplices se han propuesto como meta la suspensión de la recepción de las cuotas de azúcar dominicano por parte del mercado preferencial de Estados Unidos y el mercado europeo.

Y que los turistas europeos se abstengan de visitar la República Dominicana, para acabar de fastidiar la economía de este pobre país.

O sea, hablamos de que con la colaboración de malos dominicanos, Hartley lleva a cabo a nivel internacional una campaña de desprestigio que si llegara a tener éxito nos hundiría.

De manera que nuestras autoridades y todos los sectores sensatos del país deberían levantarse para enfrentar la agresión del farsante cura y los suyos, en el escenario en que haya que enfrentarlas.

Creo incluso que la alta jerarquía de la Iglesia Católica debería intervenir para que los superiores de Hartley lo sometan a control y lo obliguen a descontinuar su campaña contra un país que le permitió hacer y deshacer aquí sin consecuencia.

Por ejemplo, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y el Episcopado Dominicano deberían interesarse en el asunto, porque de lo que se trata es de fastidiar al pueblo dominicano y porque los ataques provienen de uno de los suyos.

Las autoridades de la Iglesia Católica dominicana conocen a Hartley, sus malquerencias hacia este pueblo y las diabluras que motivaron su expulsión de la diócesis de San Pedro de Macorís.

Saben también que nuestras autoridades fueron tan permisivas con el cura Hartley, que ni siquiera le llamaron la atención a propósito de sus ataques apoyados en mentiras desde diferentes foros internacionales.

Y que ellas mismas tuvieron que expulsarlo cuando no aguantaban más sus travesuras.

¿Nos dan una manita?

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2009/8/1/22874/Unas-de-cal