miércoles, 12 de agosto de 2009

La grandeza de Gregorio Luperón

POR JOSE C. NOVAS*

*EL AUTOR es historiador y comunicador.


Nació en la ciudad de Puerto Plata en 1839, justamente cinco años antes de la separacion dominicana del dominio haitiano en 1844, dominio que rondaba los 22 años sobre la parte Este de la isla de Santo Domingo, ocupada por dos colonias de distintos lenguajes y algunas diferencias culturales.

Poco se sabe sobre la niñez de este venerable hombre del pasado, pero se dice que al menos uno de sus progenitores era de origen haitiano, de apellido Duperrón, y que al pasar del tiempo el apellido fue españolizado y cambiado a Luperón. Además, se afirma que era hijo natural de un señor de apellido Castellanos, pero lo que innegable es que fue humilde en su origen social y que de niño vendía chucherías por las calles de Puerto Plata, lo que eleva aún más su grandeza.

Es que la virtud es como el ave silvestre, que se posa en cualquier arbol; ser pobre no mermó sus condicones humanas, igual que otros casos a través de la historia dominicana; su reponsabilidad en el trabajo le grangeó la confianza del portentado de la época Pedro Dubocq de quien se dice aprendió el amor por los libros, fue su mentor y le confió la administración de un negocio maderero que poseía.

Su temprana edad no fue obstáculo, porque desde joven Luperón actuaba como un experimentado en sus decisiones. En 1861 al producirse la anexión a España, Gregorio Luperón gozaba de liderazgo entre los que trabajaban en los acerraderos del señor Dubocq, pero su amor por la patria lo llamó a luchar por lo que creía era deber de todo buen dominicano.

Es así como Gregorio Luperón deja atrás la posición de encargado del negocio maderero para convertirse en guerrillero defensor de la soberanía nacional. En el fragor del conflicto Luperon iba a terminar como líder de la lucha desigual, contra un gran ejercito de ocupación extranjero y con aliados criollos decididos destruir el proyecto ideado por Duarte y los Trinitarios. No tardó para que Luperón fuera reconocido como máxima figura de la guerra contra el imperialismo, lucha que duró tres años de intensos combates y cuya balanza se inclinó favorablemente a los defensores de la soberanía.

Finalizada la guerra y restaurada la República, surgieron las intrigas políticas internas, el panorama paso a las luchas por el poder y para evitar que Estados Unidos convirtiera la República Dominicana en una poseción territorial suya (algo parecido a lo que en 1898 sucedió a Puerto Rico), bajo el auspicio de los presidentes Ulysses Grant y Buenaventura Báez. Este periodo es conocido en la historia dominicana como: La guerra de los seis años.

Luperón ,en su condición de líder del Partido Azul, unido a los generales José María Cabral, Pedro A. Pimentel, Benito Monción, Ulises Espaillat y otros próceres, frenaron con sus espadas las intenciones del presidente Grant, quien dedicó grandes esfuerzos a tratar de disolver la nación dominicana y convertirla en poseción de norteamerica, argumentando asuntos estratégicos, comerciales y geopolíticos.

La ferrea voluntad de Luperón volvió a imponerse en este periodo y fue determinante para que el proyecto de anexion fuera derrotado en Washington, aún así la actitud montonera en el ambiene nacional
cambió poco sus metodos para llegar y ejercitar el poder. De ahí que las luchas internas resurgieron y no fue hasta 1880 cuando el Partido Azul, bajo liderazgo de Luperón asumió las riendas del Estado, iniciando con ello el período que creó las bases institucionales de lo que es hoy la nación dominicana.

Sin embargo, al parecer la tierra dominicana continuaba esteril para que la democracia diera frutos, los métodos civilistas hallaron tropiezos y el Partido Azul se vió forzado a cambiar su estilo de gobernar. Es por ello que al terminar los gobiernos de Meriño y el primero de Lilís, el Presidente Francisco G. Billini fue derrocado por el mismo partido que lo llevó al poder. Las intrigas eran tantas que luego de renunciar Billini y tras las elecciones para escoger al nuevo presidente, se produjo la guerra civil, conocida como la Revolución de los Moyistas.

Pese a la grandeza de Luperón, la conducta del pueblo dominicano seguia apartada del civilismo y unida a la ingerencia de naciones poderosas, ello hizo que Luperon ya sin la fuerza de otros tiempos, enfermo y desilucionado, partiera hacia el exilio en Saint Thomas, alli pasó la última etapa de su vida en condiciones tan precarias, que virtualmente vivía de la caridad pública. Esa realidad, guarda un paralelo con hombres de la talla de Simón Bolívar, Juan Pablo Duarte, Benito Juárez, Jose Artigas y otros de iberoamérica, lo que eleva la gloria del general Gregorio Luperón.

Cumpliendo con el deseo del noble procer puertoplateño, ya postrado en lecho de muerte fue traído a su ciudad natal, donde se cumplió su deseo de morir el 20 de Mayo de 1898. El dictador de turno y antiguo discipulo, Ulises Heureaux declaró 9 días de duelo nacional y en su sepelio se lanzaron salvas de cañonazos en forma continua. Había partido uno de los más grandes dominicanos de todos los tiempos y no dudamos que su memoria está escrita en mármol y bronce, material que ni la adversidad ni el tiempo logran disminuir la memoria de los grandes.

josecnovas@yahoo.com

http://www.almomento.net/news/135/ARTICLE/39820/2009-08-11.html

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