lunes, 19 de marzo de 2012

El libro de Pelegrín. ¿Cambio o sensatez?

 
Por Mu-Kien Adriana Sang
Historiadora
mu-kiensang@pucmm.com.do
 
La frontera es pues no sólo un punto de fricción, sino también un punto de contacto y de mutuo beneficio. Es necesario desmitificar la frontera como fuente de todos los males. Eso no ayuda a la solución pacífica de los problemas.

Porque, además, la realidad que se está desarrollando en los últimos tiempos no es de confrontación; con frecuencia lo es de colaboración. La isla va quedando paulatinamente configurada como un espacio económico prácticamente dominado por el capital dominicano. Que la frontera puede ser un “problema”, no cabe duda, pero es necesario superar esa definición como la única premisa de trabajo.  Claro que hay una historia traumática que superar.

Hay también diferencias culturales entre ambas sociedades y desigualdades socio-económicas. Pero la solución pasa por la implementación de políticas inteligentes e innovadoras en torno a un sistema de administración y gestión fronterizo…
Shlomo Ben ami, prógolo al libro “Haití y los intereses nacionales”.

El amigo Pelegrín Castillo tuvo la deferencia de enviarme autografiado y con una hermosa dedicatoria su libro “Haití y los intereses nacionales”. El pequeño libro, de unas 100 páginas, contiene su posición sobre el futuro no solo de las relaciones dominicanas y haitianas, sino de Haití como nación propiamente dicho. Anexa una serie de importantes documentos.

Creo que este libro significa un paso de avance en la reflexión de Pelegrín Castillo sobre Haití. En sus páginas no aparece, como yo esperaba, la fogosidad expositiva que caracteriza a la familia Castillo. Como tampoco el discurso agresivo y nacionalista a ultranza con un dejo profundo de antihatianismo del que Pelegrín ha sido uno de sus principales voceros. El Pelegrín que aparece en estas reflexiones es un político mucho más maduro y pausado, que entendió la realidad de que la República Dominicana y Haití no tienen otro camino que entenderse y desarrollar puentes de comunicación y colaboración. Aunque todavía tengo algunas diferencias conceptuales con él, reconozco que su pensamiento y el tono de sus palabras han variado: Quiero hablarles como amigo, y hacerlo con total franqueza. Nosotros, dominicanos y haitianos, tenemos que enfrentar un desafío considerable. ¿Cómo organizar nuestra presencia y nuestro porvenir en una misma isla? Dos culturas diferentes. Una explosión demográfica y problemas medioambientales gravísimos. Y, además, una situación geopolítica amenazante… No hay ningún pueblo en el mundo que tenga más interés en el porvenir de Haití que el pueblo dominicano. (p.96/97).

Coincido con él en la posición de que la solución a los ancestrales, graves y profundos problemas políticos, económicos y sociales de Haití, agravados con creces por el terremoto de 2010, debe contar con el compromiso real, efectivo y sincero de la comunidad internacional. Los organismos internacionales y muchas naciones poderosas han hecho promesas de donaciones y de diferentes inversiones, pero no ha llegado. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no se materializan las promesas? Hay que apelar a un esfuerzo multilateral para la reconstrucción de Haití, en la América del Norte como en la comunidad europea principalmente. Porque Haití es una nación emblemática. Porque hoy el mundo resulta pequeño, y lo que ocurre aquí tiene repercusiones en todas partes… Nosotros los dominicanos debemos gritar frente a Estados Unidos, a Canadá y la Comunidad Europea que no hay solución dominicana a los problemas de Haití… Nosotros también somos un Estado frágil…. (p. 98). Propone un mini Plan Marshall para Haití, que contenga un fideicomiso que permita contar con recursos frescos para inversiones fundamentales en su economía.

El tema del futuro de Haití preocupa a muchos. Y sobre todo debe preocuparnos a nosotros, los dominicanos. La migración haitiana al país es directamente proporcional a las crisis económicas y políticas de Haití. Mientras mayores sean los problemas en la nación haitiana, mayor será la presión migratoria al país.

Acorde con su convicción, Pelegrín le escribe al canciller de la República Dominicana, Carlos Morales Troncoso, para proponerle un plan de acción a fin de motivar a la comunidad internacional a que asuma el compromiso de ayudar a Haití. Contiene 12 puntos que van desde la constitución de un grupo multidisciplinario de trabajo, hasta la elaboración de documentales sobre la situación haitiana en varios idiomas. Considera que se debe hacer un plan especial de sensibilización con varios Estados, a saber: Israel, por su influencia con los Estados Unidos. El Vaticano, por su influencia moral. China y Rusia, por sus posiciones decisivas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Finalmente, le sugiere involucrar al Grupo de Río, porque ya tiene presencia en Haití.

Pelegrín propone 10 medidas para la regularización de la migración. En algunas de sus propuestas tengo diferencias.  El plan de repatriación tiene sus bemoles. En el proceso no solo se violan los más elementales derechos humanos, sino que se ha evidenciado que hay complicidad entre las autoridades y las mafias que promueven la migración ilegal.  Estoy de acuerdo con la propuesta de que se inicie un proceso de registro y regularización de los migrantes. Propone incluso que se produzca una amnistía como forma de facilitar el proceso. Sus propuestas fueron presentadas al Ministerio de Interior y Policía.

Es posible que tengamos diferencias en algunas posiciones con Pelegrín Castillo, un diputado activo y propositivo. Pero lo cierto es que ha puesto sobre el tapete un problema que compete al país y a la comunidad internacional. Haití, la colonia francesa con mayor esplendor para los blancos franceses, y que su producción azucarera representaba más del 33% del consumo de esa metrópoli europea; el primer pueblo en construir con sangre, sudor y lágrimas un Estado Negro; el pueblo que sufrió la opresión de muchos dictadores, como el Emperador de pacotilla Henri Christophe y Francois Duvalier  y su hijo Jean Claude. Estos, gobernantes despiadados, se enriquecieron a costa de la miseria del pueblo haitiano, pero sobre todo gobernaron con manos asesinas. Hoy Haití vive las secuelas de su trágico transitar. El problema de la inseguridad, de la ingobernabilidad, de la miseria no es suyo, es nuestro también y debería ser una responsabilidad de sus antiguos conquistadores.

 http://www.elcaribe.com.do/2012/03/16/libro-pelegrin.-cambio-sensatez

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