Los programas de gobierno de los partidos políticos han quedado al margen del debate electoral en la presente contienda electoral, debido a que hace mucho tiempo, no tienen entre nosotros, ningún valor.
En razón de que los políticos no se sienten obligados a darle cumplimiento una vez asumen el poder, lo cual ha ocasionado que se les considere una solemne pérdida de tiempo. O bien, porque ejecutan otro programa muy diferente e incluso contrario al presentado en campaña.
Otro asunto, que permea el programa de gobierno, es su factura marxista. Es decir, esta forma de hacer política presentando un programa a ser ejecutado con el arribo al gobierno por vía electoral, se asume, de ordinario, como propia de los partidos políticos de ideología marxista y como el marxismo no está ahora en boga, algunos lo entienden fuera del debate nacional.
Sin embargo, entendemos que debemos insistir en la necesidad de que los políticos presenten propuestas, por ejemplo, cuando el Profesor Juan Bosch dirigía el PLD, el programa era un conjunto de propuestas que elaboraba la dirección política y luego la sometía a discusión horizontal de la militancia de ese partido, quienes luego de modificarla, enriquecerla, deformarla y reelaborarla, la asumían como directiva política. Así, existían secretarías sectorizadas al interior del partido morado que debían materializar esa propuesta una vez se hicieran con el poder político del país. Es decir tomarla como directriz de acción política. Es cierto que Bosch entendía que no era necesario discutir públicamente su programa, pero eso se debía a situaciones específica del momento político.
Los demás partidos, por ejemplo de derecha, limitan sus propuestas a visiones personalísimas de la sociedad dominicana, matizada por la participación clientelar en el gobierno de turno. A esa práctica no han escapado las denominadas organizaciones y partidos de izquierda ni la sociedad civil misma, pues les basta con ser tomados en cuenta en una posición pública, quedando ausente la posición programática que pudieren tener.
Es decir, se participa en el gobierno con base a canonjías de participación en el Estado pero sin posición programática ni mucho menos para ejecutar la visión programática que poseen en la cartera puesta bajo sus hombros, en tanto organización política, para conservar o transformar la sociedad dominicana desde el gobierno. Esta es una visión autoritaria que no preocupa a nuestros intelectuales.
Del cuadro anterior, se debe excluir solo a la Fuerza Nacional Progresista de Vincho Castillo y Pelegrín Castillo, quienes a pesar de los pesares, no solo han sido coherentes con sus lineamientos políticos, sino que han usado cada puesto público para poner en marcha su visión de nación.
Ahora que existe un marco constitucional más claro que prácticamente obliga a una visión programática, según se desprende de su artículo 251, es de mucha importancia que se dé una discusión programática, lo cual es distinto al debate de candidatos o a la presentación de un programa de gobierno como formalidad pura y simple. Esto así, porque si los partidos políticos son el sostén de la democracia, la sociedad debe estar explícitamente enterada de qué propuesta defiende cada uno y del cómo la pondría en marcha.
Una vez son conocidas las propuestas, es de lugar entonces entrar no ya a la visión marxista del programa sino a la visión politología del asunto. En ese sentido, es la politología de Estados Unidos y no el marxismo, la que plantea no ya la visión de un programa de clases, de nación, de elecciones, etc., la ciencia política del país de W. Wilson, politólogo que asumió el poder en Estados Unidos a inicios del siglo XX y que desde finales del siglo XIX hizo tal planteamiento, exige además, un programa del cómo poner en práctica no un programa sino las diversas políticas públicas o lineamientos programáticos del programa presentado a la nación. Es decir queda como obligatoria la presentación a los electores de un programa conjuntamente con la explicación del cómo se pretende poner en práctica las diversas políticas públicas que contiene el programa en cuestión. De manera que el debate entre los candidatos no es más que un eslabón dentro de la explicación del cómo ejecutar o no ejecutar políticas públicas realistas.
De donde se desprende que en una democracia funcional, los programas de gobierno no son meras formalidades sino instrumentos para acercar los electores a la mejor propuesta programática no por el idealismo que plantee sino a la inversa, por el realismo para la aplicación de las políticas públicas que contenga dicho programa.
La actual campaña electoral no ha concluido, por tanto, tiene la nación tiempo para exigir de sus candidatos no solo la presentación formal de programas, por ejemplo, el señor Hipólito Mejía ha presentado un programa de gobierno quizás perfecto desde una perspectiva idealista bajo la premisa tradicional de que la presentación de un programa no obliga al candidato, pues son cosas que se dicen en campaña. En cambio, el programa de gobierno presentado por Danilo Mediana, es el más cercano al realismo de la politología Norteamérica, pues lo que contiene es la visión de nación desde el particular punto de vista de Danilo Medina y sus más cercanos colaboradores. Así, se acerca más a un compromiso programático que podría por su similitud ser extensivo a otras agrupaciones políticas y de ahí han de nacer las alianzas.
Los llamados partidos emergentes deben concretar propuestas programáticas con el cómo ejecutar política públicas como paso previo a cualquiera alianza electoral que le fuere planteada, o como manera de invertir las tendencias de las encuestas sin embargo, han estado soslayando estas posibilidades del programa, lo cual le aleja de los electores en razón de que pasan a ser percibidos como oportunistas que están a la caza de una alianza no programática con el partido punto que más canonjías les ofrezca. Así no se construye una democracia funcional sino que se eterniza el atraso. DLH-22-4-2012
http://www.diariodigital.com.do/articulo.php?id=17634
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