En este momento se imponen restricciones frente a los ilegales
Escrito por: PEDRO GIL ITURBIDES
A la República Dominicana se le discute su potestad para decidir a qué extranjero acepta en su territorio y bajo cuáles requerimientos. Quienes lo discuten han cerrado los ojos ante los casos de cólera tratados en hospitales públicos de haitianos que cruzaron la frontera burlando los controles. Se obnubilan, además, ante los muchos pedigüeños haitianos que aparecen en esquinas de ciudades dominicanas. Y, ¡ay, de quién les ofrezca trabajo! Lo hice en una ocasión con una joven que pedía dinero en la avenida de los Próceres y debí escucharle la boca en español y creole.
Mi padre tuvo un trabajador haitiano. Les he hablado del mismo en ocasiones anteriores. Dedicado, ceremonioso y obediente, era sumamente laborioso. Papá lo ayudaba a renovar su tarjeta de residencia cada año. Él, por cierto, consiguió dominicanizarse de alguna manera en tanto papá continuó siendo español. En años recientes he comprendido que no es dificultoso lograr la dominicanización, condición y calidad distinta a la simple ciudadanía. No hablemos de ello en este momento, empero.
El problema ahora es la salud de los dominicanos. Sobre todo de aquellos que por incuria o dejadez obvian elementales hábitos de higiene. En este momento, por consiguiente, se imponen restricciones frente a los ilegales. De cualquier nacionalidad siempre. Pero de haitianos, por estos tiempos, ahora en particular. Y por supuesto, lo preocupante es el tono del disentimiento que se asume frente a la República en su derecho a decidir quién vive y quién no vive entre nosotros. Ese tono que permite que extranjeros de distintas nacionalidades y procedencia, vengan al país a hacer cuanto les viene en ganas. Porque recordemos algo: cuando se discute el derecho a aplicar determinadas restricciones migratorias, se cuelan buenos y malos. Sanos y enfermos. Gente trabajadora y maleantes. Porque el tono afecta las políticas nacionales de migración en la sencilla percepción de muchos de los funcionarios que deben ser implacables en la aplicación de restricciones.
El Gobierno Dominicano está obligado a ejercer sus derechos soberanos en cuanto atañe a la migración. Como lo ejercen naciones de mayor desarrollo relativo que botan de sus territorios a cuanto dominicano transgrede cuanta disposición legal o reglamentaria esté vigente en esa nación. Respecto de los haitianos, reiteramos que debemos cuidarnos. La epidemia del cólera trascendió números verosímiles en Haití. La cifra de los muertos es dolorosa, aunque apenas representa el uno porciento de los fallecidos o desaparecidos a causa del terremoto de hace un año.
El gobierno está obligado a cuidar a sus ciudadanos y a aquellos extranjeros, incluyendo haitianos, que viven sanos en el territorio dominicano. Se dirá que los repatriados también están sanos y es probable que así sea. Pero la frontera es permeable, como ha podido verse. Varios de los casos de cólera detectados en territorio dominicano corresponden a haitianos inficionados que lograron penetrar la línea divisoria. Con todo y la guardia que la cuida. Por ende, no son despreciables otras disposiciones precautorias, pues quien entró ilegal pudo hacerlo hoy. Pero pudo haberlo hecho antier.
No debe amilanarse, por consiguiente, la autoridad nacional a la hora de hacer valer sus derechos soberanos para decidir qué extranjero y bajo cuales condiciones, acepta entre nosotros.
http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/1/9/357111/Repatriacion-de-haitianos
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